Varios países conocidos como paraísos fiscales ya no guardarán con sumo celo el secreto bancario. Los mueve el miedo a integrar la «lista negra». Un comentario de Karl Zawadzky. Para los evasores de impuestos la situación se pone cada vez más difícil. A las declaraciones de Austria, Liechtenstein y Andorra asegurando su cooperación en la […]
Varios países conocidos como paraísos fiscales ya no guardarán con sumo celo el secreto bancario. Los mueve el miedo a integrar la «lista negra». Un comentario de Karl Zawadzky.
Para los evasores de impuestos la situación se pone cada vez más difícil. A las declaraciones de Austria, Liechtenstein y Andorra asegurando su cooperación en la lucha contra las evasiones de impuestos, se unen ahora las de Luxemburgo, Bélgica y Suiza en el mismo sentido. Incluso Singapur y Hong Kong quieren dejar de ser los oasis a donde van a parar las fortunas de los que evaden sus pagos al fisco. Cabe resaltar que este cambio de postura no tiene que ver con rectificaciones morales, sino más bien con intereses de supervivencia económica.
Los hasta ahora paraísos fiscales quieren evitar que se los incluya en la «lista negra» que será elaborada durante la próxima cumbre del G-20 en Londres, que comenzará el 2 de abril. Está claro que el que conste en esa lista no sólo será mal visto sino que no será tomado en cuenta para negocios serios.Para los grandes bancos suizos ello representaría la exclusión de los flujos internacionales; en el caso de Luxemburgo, los bancos podrían cerrar sus oficinas. Para ambos, la lista negra sería sinónimo de catástrofe.
Más fundaciones que habitantes
Por muchos años, Suiza ha sido famosa por cuidar con celo el secreto bancario, algo que ha atraído hacia el país alpino dinero de todo el mundo. Por su parte, los bancos en Liechtenstein fueron siempre muy solícitos cuando se trataba de crear fundaciones, cuyo único fin era evitar el pago de impuestos de las rentas de capital. De estos métodos no sólo se sirvieron los ricos del mundo, sino también los asalariados de alto nivel.
Según estimaciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) -que coordina la política económica de los grandes países industrializados- unos 5,5 billones de euros han ido a parar a diversos paraísos fiscales. En Liechtenstein hay más fundaciones para evadir impuestos que habitantes.
Evasores grandes y pequeños
En el pequeño Luxemburgo hay un barrio entero lleno de filiales de bancos de todo el mundo. En Suiza están emplazados grandes bancos de relevancia internacional para captar los capitales que huyen de otros países. Los clientes son millonarios estadounidenses, grandes industriales alemanes, déspotas del Tercer Mundo y traficantes de armas. También mucho pequeño empresario alemán ha cedido a la tentación de pasar -con ayuda de bancos alemanes- dinero hacia Luxemburgo.
¿Qué hacer con la fortuna?
A todo esto, como resultado de las últimas investigaciones, se quiere poner fin. Lichtenstein estaba en la mira del fisco alemán desde hacía tiempo, pero cayó sólo cuando un infiel empleado de banco puso al servicio de los Servicios Secretos Alemanes los datos de cuatro mil evasores. La «víctima» más prominente de esta acción fue el gerente de Deutsche Post, Klaus Zumwinkel.
Estados Unidos amenazó al tambaleante banco suizo UBS la licencia y consiguió los nombres de 300 grandes evasores; en pocos meses 260 mil millones de dólares han sido retirados de ese banco, uno de los administradores de fortunas más grandes del mundo.
Sin duda se plantea la pregunta: ¿a dónde llevar el dinero si se cierra un paraíso fiscal tras otro? Las fortunas que aparecen de la mañana a la noche despiertan las sospechas de los ministerios de Finanzas. Por eso, los bancos de Suiza y Liechtenstein -antes de responder o notificar a las instituciones pertinentes- quieren ofrecerles a sus clientes la posibilidad de una transición ordenada, una especie de amnistía.
Los ministros de Finanzas de los países industrializados no tienen por qué ceder en este punto, pues en realidad tienen la sartén por el mando. La evasión de impuestos ya no se ve como un delito caballeresco, sino como un acto criminal. Perseguirlo no será difícil una vez que se abran orificios en el firme muro del secreto bancario.
Es mejor confesar a tiempo
Para ciudadanos de los países industrializados que hayan guardado su dinero en el extranjero y que hasta el momento no hayan pagado impuestos sobre los rendimientos de su capital, la situación no pinta mal. La mayoría de países les tiende un puente, ofreciéndoles la posibilidad de declarar voluntariamente y pagar sus impuestos, también la consiguiente multa – se libran sin embargo de ser enjuiciados. Quien, por el contrario, no actúe en consecuencia, corre el gran riesgo de que un buen día la Fiscalía toque a la puerta y el peso de la ley caiga sobre él.