La cita de Londres, donde se encontraron los líderes políticos de las naciones más ricas del orbe, sirvió de sepultura oficial al neoliberalismo y de escenario para la resurrección del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Discrepancias previas con decididas amenazas a romper la unidad del grupo, lograron resolverse en algunas horas de negociaciones, […]
La cita de Londres, donde se encontraron los líderes políticos de las naciones más ricas del orbe, sirvió de sepultura oficial al neoliberalismo y de escenario para la resurrección del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Discrepancias previas con decididas amenazas a romper la unidad del grupo, lograron resolverse en algunas horas de negociaciones, lo cual prueba que las diferencias eran de forma y no de contenido.
El Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Foro de Estabilidad Financiera (FSF) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), son instituciones cuyos medios y poderes fueron ampliados, para que desempeñen un papel protagónico en la economía global, según acuerdos de los mandatarios.
Los dos primeros fueron antes relegados a instrumentos de chantaje político por las potencias imperiales y su actuación como reguladores internacionales y previsores de situaciones económicas emergentes, quedó olvidado en los documentos fundacionales.
Al FMI, entre otras cuestiones, los líderes mundiales le triplicarán los fondos, para ejercer un nuevo papel de control en los desequilibrios macroeconómicos mundiales y apoyar a los países en dificultades.
El G-20 pidió, además, que se acelere la discusión sobre el reparto de poder en ese organismo y la reforma sobre los derechos de voto se cierre antes de la primavera de 2011.
Mientras, el BM deberá otorgar más créditos para lo cual decretaron el aumento de la capacidad de préstamos entre 2009-2011.
En total, fueron aprobados recursos financieros por valor de un billón (un millón de millones) de USD, los cuales serán otorgados mediante el FMI, el BM y otras entidades financieras bajo el concepto de que se destinan para «poner de pie» a la economía global, según el anfitrión Primer Ministro británico Gordon Brown.
Una acción sin éxito iniciada en el Reino Unido, y seguida al pie de la letra por Estados Unidos, ha sido la inyección de capitales a las entidades financieras, y para estimular el consumo, el cual también llega ahora a la industria automovilística.
En cuanto al FSF, será transformado en consejo de estabilidad financiera con una estructura permanente para que funcione como el «gendarme mundial de los mercados y las instituciones financieras».
Para la OMC el G-20 dictaminó el cierre del ciclo de la liberalización de Doha y le ordenó vigilar a los países que instauren nuevas barreras comerciales.
Decretar el fin del capitalismo sin restricciones y desenfrenado, es quizás el concepto más importante dentro de los acuerdos de la cita, lo que desaparecería oficialmente la más ortodoxa teoría neoliberal, la cual enarbola la bandera de libertad sin límites.
Los pronunciamientos de Londres van también en contra de la existencia de los paraísos fiscales, que no cumplan con los nuevos estándares de transparencia, así como eliminar el secreto bancario y controlar los llamados hedge funds (fondos de gestión alternativa), además de supervisar los salarios y bonos de indemnización a los directivos financieros.
Dinero, dinero y más dinero parece ser la fórmula acordada en Londres por los líderes de dos tercios de la Humanidad, mientras en las propias calles de la ciudad las víctimas verdaderas de la recesión clamaban porque «actuaran pensando en el pueblo».
En la retórica de las declaraciones públicas quedó el reclamo por la acción real de control sobre las finanzas, la «refundación» del capitalismo y la nueva arquitectura económico-financiera del mundo.