Los antiguos animadores del «boom» tóxico en los Estados Unidos quieren ahora que rescatemos a los bancos norteamericanos. Se equivocaron antes y se equivocan ahora. Se dice con frecuencia que pocas fuerzas hay tan destructivas que tengan la potencia de la mala teoría económica. Rara vez ha quedado esto más claramente demostrado que en […]
Los antiguos animadores del «boom» tóxico en los Estados Unidos quieren ahora que rescatemos a los bancos norteamericanos. Se equivocaron antes y se equivocan ahora.
Se dice con frecuencia que pocas fuerzas hay tan destructivas que tengan la potencia de la mala teoría económica. Rara vez ha quedado esto más claramente demostrado que en el caso de la presente crisis.
Mientras la codicia de los banqueros alimentaba la burbuja inmobiliaria, la incompetencia y corrupción del gremio de los economistas permitió que la mayor burbuja financiera del mundo creciera sin control, hasta que su desplome inevitable descalabró a la economía. Ya es notable que a aquellos economistas que se equivocaron en todo a medida que se expandía la burbuja se les siga concediendo la oportunidad de equivocarse en todo mientras tratamos de bregar por salir de entre los escombros.
Aunque la mayoría de los «mejores» economistas del mundo no lo vieran, la historia de la burbuja y su derrumbe era en realidad extremadamente sencilla. La recuperación del «crack» del mercado de valores de 2001 la impulsó el crecimiento de la burbuja inmobiliaria.
En los Estados Unidos, esa carrera sin precedentes en los precios de la vivienda alimentó a la economía al provocar un auge de la construcción, y lo que es aún más importante, un auge del consumo, mientras la tasa de ahorro caía a cero. Aunque muchos destacados economistas sermonearon al país sobre la necesidad de ahorrar y poner fin al despilfarro, los que sabían economía apuntaron al conocido efecto de riqueza de la vivienda.
Los hogares gastan en parte en proporción a la riqueza de su vivienda. El previsible resultado de la creación de la riqueza de la burbuja de la vivienda por valor de 8 billones de dólares (110.000 dólares por propietario de vivienda) fue un boom de consumo masivo del orden de 400.000 a 600.000 millones de dólares. El problema no era el despilfarro de la gente; el problema era que los responsables de la política económica permitieron que se desarrollara una inmensa burbuja. La gente consideró esta riqueza de la burbuja como si fuera riqueza real, y respondió exactamente como la teoría economía preveía que reaccionaria: gastando como locos.
Al decaer rápidamente los precios de la vivienda, el auge de la construcción de viviendas se ha convertido ahora en reventón y las tasas de ahorro están volviendo a lo normal. La economía experimenta un desplome en la burbuja inmobiliaria no residencial que se desarrolló siguiendo la burbuja de la vivienda. Ha habido un ingente exceso de construcción en espacio para locales comerciales, oficinas, hoteles y la mayor parte de las demás categorías de construcción no residencial.
Este trasfondo resulta extremadamente importante a la hora de valorar el grito de guerra de «sanead los bancos» de aquellos economistas que no vieron la burbuja de la economía. El lema de este distinguido grupo es que si conseguimos que los bancos vuelvan a ofrecer crédito, entonces la economía entrará en vías de recuperación. Casualmente, el ingrediente central de su fórmula consiste en derramar sobre los bancos cientos de miles de millones, e incluso de billones, de dólares del contribuyente. En otras palabras, quieren imponer ingentes impuestos a los trabajadores corrientes para dar más dinero a quienes fueron los más directamente responsable de propulsar la burbuja.
Los economistas de élite nos dicen que aún cuando esta idea pueda ofender a nuestra sensibilidad, es la única manera de poner de nuevo en funcionamiento la economía. Y aquí es donde un poquito de economía sería otra vez útil.
Supongamos que chasqueamos los dedos y devolvemos a la plena solvencia al Citigroup, Bank of America y a todos los demás zombis; ¿qué sucedería? ¿Hay alguna razón para creer que los consumidores gastarían más? ¿Se acuerdan del efecto de riqueza de la vivienda? La riqueza de la burbuja ha desaparecido; la gente gasta menos porque no disponen de la riqueza que justifique el gasto. Estamos viendo el tipo de niveles de gastos de consumo que serían esperables en ausencia de una burbuja inmobiliaria. ¿Qué parte de esta historia es la que no pueden entender los economistas de élite?
Volvamos a la construcción. Si saneamos los bancos, ¿asistiremos a una mayor construcción de viviendas en un mercado ya saturado de ellas? ¿Un exceso aún mayor de oferta de espacio para oficinas y locales comerciales? Se puede suponer que es negativa la respuesta a estas preguntas. Sanear los bancos tendrá escasos resultados tanto en el caso de la construcción residencial como no residencial.
¿Quizás sanear los bancos resucite la inversión en equipamiento y software? Al considerar esta posibilidad, es importante recordar que grandes compañías que gozan de buena salud como Intel, Verizon e IBM tienen ya capacidad de conseguir crédito tanto a largo como a corto plazo con tipos muy bajos. Así pues, las inversiones de estas compañías no es probable que se vean muy afectadas por el saneamiento de los bancos.
Con ello nos queda la inversión en equipamiento y software en las empresas más pequeñas, con menos seguridad en el crédito. Sin duda, muchas de estas empresas están experimentando dificultades para acceder ahora mismo a capital. Parte del problema se debe al hecho de que estas empresas parecen representar un pésimo riesgo de crédito en medio de una empinada recesión, pero otra parte del problema se debe a la situación de los bancos.
De manera que si chasqueamos los dedos y los bancos quedan saneados, estás empresas se verán súbitamente en situación de poder invertir más. La inversión en equipamiento y software contabiliza el 7% del PIB. Si asumimos generosamente que las pequeñas empresas sedientas de capital contabilizan la mitad de esta inversión, y que el saneamiento bancario impulsaría su inversión en un 50%, entonces derramar fondos sobre los bancos aumentará sus inversiones en una cantidad equivalente al 1,75% del PIB, cantidad que es aproximadamente igual a la mitad del descenso en la construcción de viviendas, y menos de una cuarta parte de la caída total de la demanda debida al derrumbe de la burbuja inmobiliaria.
Dicho de otro modo, la aritmética muestra que sanear un banco, si bien es deseable, posiblemente no baste para contrapesar el desplome de la burbuja inmobiliaria. Si nuestra prioridad consiste en salvar a los banqueros de que sufran las consecuencias de sus propios errores, entonces tiene sentido que les demos nuestro dinero. Pero si la cuestión estriba en reparar la economía, entonces hay que buscar en otra parte.
Quienes sabemos de economía admitimos este hecho. A quienes insisten en la senda del saneamiento de los bancos se les debería formular una sencilla pregunta: «¿Cuándo dejó usted de equivocarse con la economía?»
Dean Baker es co-director del Center for Economic and Policy Research (CEPR). Es autor de Plunder and Blunder: The Rise and Fall of the Bubble Economy. También escribe un blog , «Beat the Press,» en The American Prospect, donde debate la cobertura de temas económicos por parte de los medios de información.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón