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Los Estados latinoamericanos y el capital

Burguesías, plusvalías y reacciones

Fuentes: APM

«Las contradicciones que estamos viviendo no se van a resolver pacíficamente», sostiene el economista argentino Juan Kornblihtt. Enfrentamientos intraburgueses y más acciones antidemocráticas.

Desde que estalló la crisis financiera internacional, cada cierto tiempo suele escucharse que «lo peor ya pasó» y que los signos de recuperación comenzarán a vislumbrarse en forma inminente. En la última cumbre del Mercosur, por ejemplo, algunos ministros de Economía de la región pronosticaron que las señales para este segundo semestre son alentadoras y que, incluso, sus países podrían cerrar el año con un crecimiento del PBI.

Por su parte, hace unos días, el presidente mexicano Felipe Calderón hizo una evaluación similar en base a algunos indicadores oficiales para demostrar que las medidas que aplicó su gobierno ayudaron a «mitigar» el impacto sobre el empleo y la población.

«Si el Banco de México está hablando de un siete y medio por ciento de caída en el año o de seis y medio, como lo hace la mayoría de los analistas, quiere decir que en el segundo semestre, en realidad, estaremos registrando, muy probablemente, una recuperación modesta e incipiente, pero recuperación al fin», aseguró el mandatario.

En Argentina, el flamante viceministro de Economía, Roberto Feletti, dijo a un matutino local que el país va a volver a crecer en el último trimestre de 2009 y que ese crecimiento se consolidará durante el primer semestre de 2010.

Sin embargo, otras lecturas no son tan optimistas e indican que, más allá de las miradas coyunturales, el mundo está ante «una crisis de largo alcance», cuyas contradicciones «no se van a resolver pacíficamente, con un par de medidas económicas».

Así lo planteó en entrevista con APM Juan Kornblihtt, docente de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA), investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y director del Observatorio Marxista de Economía del Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS).

-¿Cuál es el estado actual de la crisis internacional que estalló el año pasado?

-La crisis se encuentra en un aparente impasse, en donde parecería que lo peor ha pasado, argumento que ha sido respaldado con las declaraciones del propio (Barack) Obama y de algunos economistas. Pero eso responde a una mirada coyuntural. Esta es una crisis de largo alcance. Los indicadores muestran que la caída del comercio, la caída de las bolsas, de las finanzas, tienen una magnitud similar a lo que fue la crisis del ’30. Por lo tanto, una salida real requiere ciertas magnitudes de destrucción de capital, porque una crisis se produce en general por sobra de capital. Para recomponerse, éste necesita atacar a los salarios muy fuertemente y destruir capital sobrante, es decir eliminar empresas que compiten por las ganancias que están cayendo. Para salir de la crisis del ’30 se requirió de un enfrentamiento entre capitales de magnitudes impensadas como fue la Segunda Guerra Mundial. Si tenemos en cuenta que la situación actual tiene características similares, como coinciden economistas de todas las corrientes, hablar de calma es desconocer que estamos en los primeros pasos de una gran crisis.

-Históricamente, para gestionar las crisis cíclicas del capitalismo se tendió a la especulación financiera en detrimento de los sectores productivos. ¿Esta vez se está actuando de la misma manera?

-Acá hay que tener en cuenta qué son las finanzas porque, en general, se tiende a pensar que lo financiero y lo industrial son dos polos opuestos o enfrentados, cuando en realidad son dos caras de la misma moneda. Los capitales sólo pueden obtener riqueza a partir de la explotación de los trabajadores. Lo que ocurre con las finanzas es que hay una normal y otra, si se quiere, de crisis. El rol de las finanzas normales es circular la plusvalía entre las diferentes esferas del capital. A medida que hay más finanzas se hace más rápida la circulación: se puede ir de un país a otro, de una rama a otra con mayor velocidad. Por eso el capitalismo tiende a expandir su sector financiero. Lo que ocurre es que la extracción de plusvalía tiene contradicciones en su generación, que es la utilización cada vez más fuerte de la maquinaria que va atacando a la gallina de los huevos de oro, los trabajadores. En cierto momento, eso genera caída en las ganancias y se separan las finanzas del circuito real. Entonces, ahí las finanzas aparecen como un síntoma de la crisis, que es lo que se ve de los ’70 para acá. Y no hablamos de un sector opuesto a los industriales, sino que son los propios industriales que, al no poder obtener riquezas como tales, patean la pelota para adelante con burbujas especulativas.

-Hay especialistas que plantean que las intervenciones estatales no son suficientes para superar las crisis. Que la verdadera alternativa pasa por la nacionalización de los oligopolios. ¿Hay algún país que se perfile en este sentido?

-La nacionalización no siempre es una solución a la crisis. De hecho, el gobierno de Estados Unidos nacionalizó una parte de la banca, acaba de nacionalizar la General Motors. Pero ahí el problema pasa a manos del Estado. Si se mantienen las relaciones capitalistas, el Estado no puede escapar de los problemas capitalistas. El siguiente paso después de las nacionalizaciones es, en general, una gran crisis de los Estados que se hicieron cargo de las deudas, que generaron déficit e inflación. Es decir, se están trasladando problemas que eran de la esfera de la circulación, de la esfera de las finanzas, al corazón mismo del capitalismo, que es el Estado. Entonces, lo que vamos a empezar a ver son grandes crisis crediticias, estatales y de tipo monetarias, porque los Estados no va a poder sostener sus monedas.

-¿Y por dónde pasaría entonces la solución?

-Lo que tenemos que plantearnos es cómo hacemos para que el Estado responda a la necesidad de ataque a los capitalistas, que son los que generan la crisis. Yo no veo en este momento que ningún gobierno pueda traer soluciones a las crisis. Por eso creo que la perspectiva no pasa por apoyar a tal o cual gobierno, sino por plantear desde los trabajadores una política para enfrentar la crisis.

-¿Gobiernos como el de Hugo Chávez en Venezuela tampoco podrían aportar soluciones?

-En el caso de Venezuela hay que tener en cuenta diferentes elementos. El primer punto es que Chávez no ha atacado las bases de reproducción del conjunto de los capitalistas, aunque sí a algunos capitalistas individuales. Al no atacar esas bases, no controla los resortes reales de la economía, quedando supeditado al precio del petróleo, al manejo de los alimentos… De todos modos, el chavismo fue una respuesta importante a una presión que ejercieron los trabajadores a lo largo de la historia de Venezuela, desde el Caracazo en adelante, y que puso ciertos límites al capital. El problema es que si no se avanza en mayores victorias, en general, lo que viene es retroceso. Tenemos la experiencia en Chile con (Salvador) Allende, y otras experiencias también traumáticas en América Latina, que indican que si no se le sacan los resortes de poder a la burguesía, ésta continuará controlando lo esencial. Por eso creo que, aunque haya hecho muchas concesiones, el chavismo no está actualmente en condiciones de enfrentar la crisis con verdaderas herramientas a favor de los trabajadores.

-¿Y qué pasa con las respuestas en bloque, ya sea desde el Mercosur, desde el ALBA…?

-El problema de los bloques regionales es que siguen teniendo una fuerte competencia interna, a partir de los intereses que representa cada gobierno. Argentina sigue compitiendo con Brasil en muchas áreas, a su vez el petróleo de Brasil tiene competencia con el de Venezuela. Por eso más allá de la unidad hay que ver siempre a favor de qué intereses es esa unidad, porque hasta ahora se priorizaron mercados comunes para sectores económicos como la siderurgia o el sector automotriz; es decir la unidad de los capitalistas latinoamericanos y no la de los pueblos.

-¿Esta crisis puede derivar en un reacomodamiento del orden mundial vigente entre los bloques de poder y sus relaciones de fuerza?

-Como decía anteriormente, la crisis está recién empezando y es muy difícil medir su velocidad. Lo que sí se puede prever es que las contradicciones que estamos viviendo no se van a resolver pacíficamente, con un par de medidas económicas y nada más. Van a ir hacia grandes ataques a la clase obrera, que seguramente generarán grandes respuestas, porque los trabajadores no suelen aceptar pasivamente las agresiones, y, a la vez, se registrarán grandes debilidades de la burguesía en su enfrentamiento entre sí. Existe también un avance en términos represivos, como el que se está produciendo en Honduras con el golpe de Estado, donde las burguesías comenzaron a reaccionar.

-¿Usted sostiene que el golpe sería una consecuencia de la crisis económica internacional?

-No es algo automático. Lo que uno ve en América Latina a partir de 2001 es un cierto veranito de la mano de la suba de las materias primas, como la soja, el petróleo, los minerales, en un escenario donde las burguesías se vieron atacadas pero con cierto margen para ceder. A partir de la crisis, el margen se achica y vemos el conflicto del campo en la Argentina, el golpe en Honduras, represiones a la clase obrera en Colombia e intentos desestabilizadores más fuertes en Venezuela. En contextos de crisis las contradicciones se agudizan y la burguesía se abroquela con mayor capacidad de acción unitaria, como ocurrió en la década del ’70, con una oleada de golpes en América Latina que estuvo acompañada por una crisis mundial.