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El porqué de las altísimas retribuciones salariales en el mundo financiero

Fuentes: Rebelión

Todos nos quedamos de piedra cuando escuchamos lo que gana un as del deporte, sea fútbol, baloncesto, tenis, golf o cualquier otro de esos deportes que apasionan a las multitudes. Si analizamos el porqué de dicha estratosférica retribución vemos en ellos una extraordinaria habilidad para el deporte en cuestión y además sabemos que por el […]

Todos nos quedamos de piedra cuando escuchamos lo que gana un as del deporte, sea fútbol, baloncesto, tenis, golf o cualquier otro de esos deportes que apasionan a las multitudes. Si analizamos el porqué de dicha estratosférica retribución vemos en ellos una extraordinaria habilidad para el deporte en cuestión y además sabemos que por el propio envejecimiento natural del cuerpo humano su vida útil será relativamente efímera. De ahí que en alguna medida el público en general «consienta -entre comillas-» semejante despropósito. Lo que el gran público ya no aguanta es ese mismo despropósito salarial aplicado a toda una vida laboral normal. Con esa cuestión se le retuercen los hígados a cualquier persona normal. Analicemos las semejanzas y la diferencias para así poder rastrear la verdad que fundamenta dichas retribuciones.

Observamos en primer lugar que los sujetos premiados con semejantes prebendas presentan todos, la cualidad de ser «los mejores» en una disciplina en concreto, sea ésta predominantemente física-deportiva o en la que exclusivamente predominen las cualidades intelectuales como en el caso de los ejecutivos financieros. En ambos casos sin poseer un alto nivel de inteligencia el éxito deportivo, artístico o financiero está condenado al fracaso de antemano. En segundo lugar podemos apreciar como semejanza que su actividad es apreciada por ingentes cantidades de individuos. La sociedad global actual permite acumular grandes cantidades de consumidores tras una pelotita en movimiento o tras un determinado artículo de consumo o ahorro. De ahí que el beneficio de cualquier buena idea o ejecución deportiva se multiplique por el infinito número de potenciales beneficiados por la cabriola física o financiera (el que nuestros ahorros driblen al fisco u obtengan una goleada de alto porcentaje es tan apreciado o más que la pura cabriola física).

Marno Ridao en su ensayo Millonario por la gracia de…? (consultable en la Red) explica como esa magnífica retribución del excepcional talento se debe más al gigantesco tamaño de la sociedad sobre la que se aplican los logros del talento, que al propio talento en sí. De forma tal que si dicho excepcional talento se aplicase en una sociedad de escasos miembros su retribución disminuiría en idéntica proporción. Advierte él, que no es que estos tiempos modernos produzcan gentes superiores a la anteriores y por lo tanto más primables que antaño, lo que ocurre es que el tamaño de la sociedad se ha multi-multiplicado y así las ideas de un diseñador -financiero o no- y de un habilidoso con la pelotita de marras les convierten en ídolos de masas cual si fueran cantantes televisivos. ¡Qué poco se paga al colega rasgueador de guitarra en las cuchipandas entre amigos y cuanto se le paga si, por un casual, es descubierto por un caza talentos de la música! ¿Cuántos seres tan extraordinariamente guapos, inteligentes y atractivos como Naomí Cambell o George Cluny existirán en el mundo que todavía no han sido descubiertos para los altos sueldos?

Así pues podemos apreciar como primera diferencia que la excepcionalidad del talento o las cualidades (La belleza) ha de poder ser «consumida» por ingentes cantidades de gentes o de lo contrario no se paga a doblón. El excepcional talento si no es multi-multi aplicado no se paga exorbitantemente.

Aparte de la diferencia entre la duración de los archi-pagos comentada al principio, que, cuando es corta, nos permite consolarnos algo y que cuando dura toda la vida laboral nos indigna y exaspera, yo me permito intuir otra importante diferencia entre los multimillonarios pagos a los ases del deporte y el arte, y a lo ases de las finanzas. Dicha diferencia es un tanto «delicada» de expresión pero voy a intentarlo hacer en pocas líneas.

En el mundo de las finanzas, más o menos todos sabemos «que no sabemos nada» acerca de quién está detrás de determinados fabulosos negocios. La maraña de Sociedades, Consorcios, Fondos de Inversión, Clubes de Inversores, Cárteles de tal o cual, Fundaciones, etc., domiciliados o no en variopintos lugares recónditos y paradisíacos, consolidan el anonimato de los verdaderos inversores finales detentadores de la propiedad real de las grandes Cías. productoras de bienes y servicios. Nos cuentan que el Consejo de Administración de tal o cual banco o compañía multinacional apenas detenta el 5 ó el 10 por ciento del capital social y nos cuentan como los propios empleados de la compañía tienen también un alto porcentaje y control de la sociedad, y, sin embargo, nosotros vemos como -salvo en las cooperativas- los trabajadores, a pesar de aparentar tener un alto grado de control sobre la Cía., nunca acaban de participar justamente en las ganancias producidas por su trabajo. Siempre es ese remoto e incógnito accionista casi virtual a quien se tiene que acabar pagando su ansia de dividendos o de «creación de valor». Ningún gran Banco permite que el listado de sus accionistas pueda ser investigado hasta sus últimas consecuencias para llegar a saber quien es, quién verdaderamente rige los destinos de la entidad. La tan cacareada transparencia financiera es una absoluta filfa, falta de contenido real, sólo argumentada para dar verosimilitud al refrán que dice: «Dime de qué presumes y te diré de qué careces» NO EXISTE TRANPARENCIA FINANCIERA. Dicho concepto es una pura falacia. Y he aquí el quid de la cuestión, precisamente es ese oscurantismo acerca de la verdadera personalidad de quienes detentan el capitalismo mundial el que hace que se paguen esas astronómicas cantidades a esos altos ejecutivos del mundo financiero. Pues sabido es que tras los movimientos financieros de alto copete se esconden las jugadas maestras de la descolocación de plantas de montaje de vehículos; se ocultan los pagos a escondidas del fisco; los pagos por acuerdos en la fijación de precios entre las grandes compañías; los pagos a las compañías de clasificación o auditoría para facilitar un AAA+ o una favorable y limpia censura de cuentas; etc. etc.

En realidad, además de por el talento demostrado para idear y ejecutar las altas misiones financieras que se les encomiendan, a los altos ejecutivos de los Bancos multinacionales, se les paga por su silencio. Se les sellan los labios de por vida con miles de billetes de 500 €. Pues de lo contrario podrían acabar explicando a la Opinión Pública demasiadas cosas siniestras de las que han sido testigos, testaferros y ejecutores, aunque no siempre ideólogos. En realidad los altos ejecutivos financieros no son otra cosa que sicarios bien pagados del Gran Capital que los mueve desde las bambalinas cual si fueran marionetas. Nosotros tiraremos la piedra contra sus retribuciones pero ellos, Los Mandamases, seguirán escondiendo la mano tras su «anonimato» derivado del concepto de Sociedad Anónima. Por esa razón yo abogaba desde otras líneas como éstas por sustituir la SA y la SL por la Sociedad Colectiva y en Comandita para así verdaderamente aplicar medidas de control y supervisión del sistema económico. Mientras ese supuesto control no sea eficaz la gente de a pie estaremos expuestos a expolios como el de Madoff en todo momento.