La crisis económica global agravó el hambre y la desnutrición en los países más pobres, con dramáticas consecuencias para la seguridad internacional y la estabilidad política, según dos informes conocidos este viernes, Día Mundial de la Alimentación. Más de 1.000 millones de personas sufren hambre crónica en todo el mundo, según la Organización de las […]
La crisis económica global agravó el hambre y la desnutrición en los países más pobres, con dramáticas consecuencias para la seguridad internacional y la estabilidad política, según dos informes conocidos este viernes, Día Mundial de la Alimentación.
Más de 1.000 millones de personas sufren hambre crónica en todo el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La cifra incluye a 643 millones de personas en Asia del Pacífico, 265 millones en América Latina y el Caribe, 42 millones en Medio Oriente y África septentrional y 15 millones en países industrializados.
«La conclusión más conmovedora del informe es que más de 1.000 millones de personas sufren hambre», dijo a IPS la portavoz del PMA Bettina Luescher. «Esto es increíble y nos tomó de improviso.»
La tendencia al alza de la desnutrición lleva un decenio, y se mantuvo constante tanto en el período de bajos precios y prosperidad económica, a principios de la presente década, como en la actual fase de encarecimiento y caída del producto bruto, según el estudio de las agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Todo esto deja en evidencia problemas en «el sistema mundial de gobernanza de seguridad alimentaria», agrega.
«Los líderes mundiales reaccionaron a la crisis financiera y económica movilizando exitosamente miles de millones de dólares en un corto periodo. Ahora se requieren acciones igual de fuertes para combatir el hambre y la pobreza», dijo el director general de la FAO, Jacques Diouf.
«El crecimiento de la población hambrienta es intolerable. Tenemos los medios económicos y técnicos para hacer desaparecer el hambre. Lo que falta es una voluntad política más fuerte para erradicarla», agregó.
Diouf llamó a «invertir en la agricultura de los países en desarrollo», la cual resulta «esencial no sólo para derrotar al hambre y la pobreza sino también para asegurar el crecimiento económico, la paz y la estabilidad del mundo».
La FAO destacó que la situación que actualmente afrontan los países más pobres del mundo se deterioró aun más por la crisis económica.
Poblaciones ya vulnerables a la inseguridad alimentaria sufren cada vez más dificultades, dado el encarecimiento de la comida y la caída de las remesas de los emigrantes, del empleo y de los salarios.
«Aquellos que tienen menos responsabilidad en la crisis financiera son los más afectados. Primero son golpeados por los altos precios de los alimentos y luego por la crisis», dijo Luescher.
En las últimas dos décadas, se afianzó la integración de los países en desarrollo a la economía global, lo cual aumentó su vulnerabilidad a los vaivenes financieros.
«Las 17 mayores economías latinoamericanas, por ejemplo, recibieron 184.000 millones de dólares en flujos financieros en 2007, cifra que se redujo a 89.000 millones en 2008 y que se prevé que vuelva a caer a la mitad, a 43.000 millones, al cabo de 2009», indica el estudio del PMA.
«Esto implica una reducción del consumo, y para algunos países de bajo ingreso y déficit alimentario eso significa reducir las muy necesarias importaciones de comida, equipamiento sanitario y medicamentos», agrega.
Otro informe conocido este viernes, elaborado por el no gubernamental Instituto para la Investigación de Políticas Alimentarias Internacionales (IFPRI, por sus siglas en inglés), constata tendencias similares a las del estudio de la FAO y el PMA, y detalla la situación de regiones y países en su habitual Índice Global del Hambre (IGH).
El reporte destaca el lento avance en la tarea para reducir el hambre, evidente en la caída del IGH en apenas un cuarto desde 1990, y advierte que la situación en 33 países es «extremadamente alarmante».
El IFPRI también detectó avances importantes en el sudeste asiático, Medio Oriente, África septentrional y América Latina. La incidencia del hambre sigue siendo elevada, en cambio, en Asia meridional y África subsahariana.
Los países donde se registraron las mejoras más destacables fueron Kuwait, Túnez, Fiji, Malasia y Turquía, y las peores situaciones en Angola, Etiopía, Ghana, Nicaragua y Vietnam.
En el lado opuesto del espectro se ubican Burundi, Chad, República Democrática del Congo, Eritrea, Etiopía y Sierra Leona. La mayoría de los países con IGH más elevado sufrieron guerras o conflictos violentos que agravaron la pobreza y la inseguridad alimentaria, según el IFPRI.
Este informe coincide con el de la ONU al señalar el vínculo entre la crisis financiera y la inestabilidad alimentaria como un problema complejo.
El IFPRI también enfatizó en que combatir el hambre mundial es un paso crucial en el camino hacia la equidad de género.
La preocupación por la seguridad alimentaria es compartida no sólo por la ONU y las organizaciones no gubernamentales especializadas, sino también por instituciones caritativas como la Fundación Bill y Melinda Gates, que invierten miles de millones de dólares en proyectos de salud pública y desarrollo en algunos de los países más pobres.
«Melinda y yo creemos que ayudar a los pequeños agricultores más pobres para que produzcan mejores cosechas y logren acceder a los mercados es la herramienta más poderosa para reducir el hambre y la pobreza», dijo Bill Gates al anunciar un proyecto de 120 millones de dólares con ese objetivo.
«La próxima Revolución Verde debe ser más verde que la anterior», agregó el empresario. «Debe ser guiada por los pequeños agricultores y adaptada a las circunstancias locales, así como ser ambiental y económicamente sustentable.»