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Por un encuentro mundial de ATTAC para un nuevo consenso

¿Ha perdido ATTAC su razón de ser?

Fuentes: Rebelión

Attac nació en junio de 1998 como una de las pocas respuestas valientes y lúcidas a los despropósitos de la globalización neoliberal. Eran los tiempos del pensamiento único, y muy pocos se atrevían a cuestionar los milagros y las bendiciones que habían de suceder a la entronización del mercado, con el complemento del «Dejar hacer, […]

Attac nació en junio de 1998 como una de las pocas respuestas valientes y lúcidas a los despropósitos de la globalización neoliberal. Eran los tiempos del pensamiento único, y muy pocos se atrevían a cuestionar los milagros y las bendiciones que habían de suceder a la entronización del mercado, con el complemento del «Dejar hacer, dejar pasar» estatales. En el capitalismo triunfaba el poder financiero y los partidos y los gobiernos se plegaban a sus designios. El mérito de Attac consistió en hacer frente a aquel poder financiero que se situaba por encima de los ciudadanos, de los pueblos y de los estados.

Oponiéndose al mito de la autoregulación, Attac hacía suya la propuesta -modesta, pero irritante para el sistema-, de un impuesto a las transacciones financieras en los mercados de divisas (tasa Tobin), con el doble propósito de contener la especulación, regulando en alguna medida el sistema financiero internacional, y de lograr las sumas necesarias para combatir las desigualdades, promover la educación y la salud pública en los países empobrecidos, la soberanía alimentaria y el desarrollo duradero. Además, como complemento de esa iniciativa, se proponía, también, sancionar a los paraísos fiscales, gigantescas vias de agua por las que naufragaría cualquier proyecto serio de arquitectura financiera global.

¿Cuál fue la suerte de aquellas propuestas?

La historia es bien conocida, los grandes medios de comunicación del sistema libraron una batalla sin cuartel contra la idea de un tributo a las transacciones financieras tildándola, cuanto menos, de impractible; los partidos liberales, por supuesto, y la mayoría de los socialdemócratas, lamentablemente, la rechazaron o soslayaron, y las instituciones democráticas, con algunas notables excepciones -Asamblea Nacional francesa, Parlamento belga-, la ignoraron. Puede decirse, pues, que pese a sus esfuerzos y los del movimiento altermundista que en buena medida hizo suyas las iniciativas de Attac, las propuestas no lograron su objetivo.

Fue preciso llegar al desastre de la crisis financiera del año 2008, con su cortejo de quiebras bancarias, rescates, nacionalizaciones, restricciones crediticias, recesión económica, desempleo, etcétera, para poner de relieve la razón de los argumentos de Attac. Ahora casi nadie duda de la necesidad de reglamentar el sistema financiero internacional. Se oyen voces favorables a la tasa Tobin, hasta a un impuesto a todas las transacciones financieras, con el fin de recaudar los fondos con los que reequilibrar los presupuestos generales de los estados e, incluso, la irritación llegó al punto de reclamar que los paraísos fiscales fueran «dinamitados» (declaraciones de D. Strauss-Kahn, director del FMI).

¿Está hecho, por consiguiente, el trabajo de Attac? ¿Ha perdido su razón de ser?

Ni mucho menos. Pasados los primeros meses de pánico, estabilizado el sistema financiero gracias a las colosales inyecciones de dinero público y reanudado, aparentemente, el camino del crecimiento de algunas economías desarrolladas -Estados Unidos, Alemania, etcétera-, el poder financiero de Wall Street, de la City y otras plazas presiona a los gobiernos decisivos del G-7 y del G-20 para que no lleven demasiado lejos la anunciada reforma del sistema financiero mundial. Nada decisivo sobre la tasa Tobin, ninguna medida radical para la supresión sin restricciones del secreto bancario en los paraísos fiscales.

No es aconsejable, por lo tanto, relajarse, bajar la guardia o dar por concluida la tarea de Attac. El poder financiero no ha sido abatido, solo temporalmente refrenado y más pronto que tarde puede volver a las andadas, provocando nuevos desastres con burbujas especulativas, un día con el crudo, otro con los alimentos, etcétera.

Pero es que, además, los problemas y los desafíos se multiplican. No se trata solo de salir de la crisis, sino de hacerlo, por primera vez en la historia, sin enfrentar la economía con la ecología. El calentamiento global y el cambio climático, favorecido por economías productivistas con pocos frenos, plantea tales retos que Attac, como parte del movimiento altermundista, no puede ignorar.

Es por eso que quizás ha llegado la hora de promover un nuevo encuentro internacional de Attac, para la puesta al día o actualización de la «Plataforma internacional de Attac». Las circunstancias lo requieren. Vivímos nuevos tiempos, nos movemos en un contexto diferente. El Consenso de Washington ha fracasado, el G-7 le cede su puesto al G-20, de la unipolaridad estadounidense estamos pasando a la multipolaridad de Estados Unidos, la Unión Europea, Japón, pero también del BRIC -Brasil, Rusia, India y China- y, como telón de fondo, la inaplazable respuesta a la crisis ecológica que la elección del modelo económico a seguir atenuará o agravará.

Motivos más que suficientes para que Attac se reinvente sumando a las antíguas pero vigentes reivindicaciones de la tasa Tobin, la erradicación de los paraísos fiscales, etcétera, propuestas a favor de la preeminencia del G-192 (Asamblea General de la ONU) sobre el G-7 o el G-20; por un Consejo Económico Mundial, vinculado a la Asamblea General de las NN UU, que coordine las politicas económicas; en defensa de impuestos solidarios sobre la totalidad de las transacciones financieras internacionales; por una banca pública mundial y estatal sin ánimo de lucro y, como contribución a la lucha contra el calentamiento global y el cambio climático por el decrecimiento, reconciliando la economía con la ecología y poniéndola al servicio de las necesidades sociales y no del beneficio privado.

Tal encuentro o conferencia internacional de Attac la imagino en el plazo más breve posible en París, atrayendo a delegados de Attac de los cinco continentes y con la presencia indispensable de Susan George, Bernard Cassen e Ignacio Ramonet.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.