Recomiendo:
0

Entrevista a Andrea Fumagalli, profesor de economía de la Universidad de Pavia

Una vita activa basada en el endeudamiento

Fuentes: infoaut.org

Traducido por Jorge Aldao y revisado por Juan Vivanco

El modelo dominante de actividad económica, basado en la financiación y en el conocimiento, se originó en la desregulación de los mercados, y su necesaria secuela fue la privatización de los servicios sociales y la flexibilización de la producción y de las relaciones laborales. La disminución de los salarios agrava la crisis. Hacen falta medidas para garantizar la continuidad de los ingresos, el acceso la formación y al aprendizaje.

La génesis de la crisis actual la encontramos en la desregulación de los mercados financieros de los años ochenta, que marcó el final de un régimen de acumulación basado en las grandes empresas, en un mercado laboral fundado en un compromiso social entre el capital y el trabajo. Desde entonces, la línea divisoria entre el sector productivo y el sector financiero se han difuminado progresivamente y el capital financiero y el conocimiento se han convertido en los ejes alrededor de los cuales gira la producción de riqueza y, más importante aún, la precarización de las relaciones laborales y la privatización de los servicios sociales. La tesis propuesta en esta entrevista con Andrea Fumagalli, que se añade a las ya publicadas en la serie «¿El capitalismo envejece?», trata, entre otras cosas, de identificar las formas de resistencia al capitalismo cognitivo (1).

Las principales preguntas para las que los economistas buscan respuesta pueden resumirse de la siguiente manera: ¿Cual es la naturaleza de esta crisis? ¿Es una crisis financiera o real, cíclica o sistémica? ¿Tiene sentido compararla con la crisis del 29?

La presente crisis económica es una crisis sistémica y una crisis global. Es la crisis de todo el sistema capitalista tal como se fue configurando en los años noventa del siglo pasado y por lo tanto tiene sentido compararla con la crisis del 29.

La semejanza más importante es que la crisis actual, a diferencia de la de los años setenta, se puede llamar «crisis de crecimiento». Los signos precursores de esta crisis aparecen cuando comienzan a configurarse las características del capitalismo cognitivo-financiero y termina la etapa de salida de la crisis del paradigma fordista-taylorista (2).

La diferencia más importante es que el mecanismo de acumulación y valorización, hoy predominante, es estructuralmente diferente del industrial-fordista, basado en una estructura social disciplinada, en un modelo homogéneo de organización del trabajo (gran empresa, aprovechamiento de economías estáticas de escala, obreros masificados), en la preponderancia de la producción material manufacturera y en un mecanismo de explotación centrado en la extracción de plusvalía relativa (subsunción real). Hoy el sistema capitalista se basa en una flexibilidad productiva y laboral, en el rol central del conocimiento y del espacio como factores productivos gracias a la difusión de las tecnologías lingüístico-comunicativas, la explotación de economías dinámicas y sociales de escala (aprendizaje y redes), la ampliación de la base productiva a la reproducción y al consumo, el peso creciente de la producción inmaterial y la subordinación total de la vida al capital (acumulación bioeconómica). Se trata de cambios que requieren unas medidas para solucionar la crisis distintas de las que se experimentaron con el New Deal rooseveltiano después del 29.

¿Qué influencia tuvo, en su incapacidad para evaluar la probabilidad de la crisis, la predilección de los economistas establecidos por la formalización matemática a despecho del conocimiento de la historia del análisis económico y de la historia en general?

Mucha, al punto que Roger Bootle, director general de Capital Economics, uno de los más importantes centros de consultoría económica de la City de Londres, declaró que gran parte de la moderna teoría económica «es un desastre y una desgracia» (The Observer, 18 de octubre).

La ciencia de la economía ha representado siempre un «saber» fundamental para la gestión del gobierno político y social. Y a menudo se ha presentado como «objetiva» y «neutral» y, con este propósito, la lógica formal no se ha limitado a ser un instrumento de análisis sino que ha llegado a ser, asimismo, una «sustancia» con elementos autorreferenciales, con el resultado de convertir modelos teóricos en funcionales a la estructura de poder, sí, pero totalmente incapaces de interpretar la dinámica de la realidad. Concretamente, en lo que atañe a los mercados financieros, las teorías desarrolladas en los últimos cuarenta años, que fueron los fundamentos de las operaciones de estos organismos, hoy están en crisis. Unas teorías que, por otro lado, han deparado en los últimos decenios muchos premios Nóbel a sus autores. En 1977 el premio Nóbel de Economía fue otorgado a R. Merton y M. Scholes por su desarrollo de «un nuevo método para la evaluación de los derivados» (3) (modelo de Black, Sholes, Merton). En 2003, el premio Nóbel de economía fue, en cambio, para R. Engle y C. Granger, por el desarrollo de «métodos de análisis de las series económicas históricas con volatilidad variable en el tiempo» aplicados luego a los mercados financieros.

Desde hace tiempo, algunos comentaristas autorizados hicieron notar que la libre y frenética circulación de capitales (resultado de la liberalización y desregulación de las finanzas) mina las mismas bases de la democracia económica, esto es, de la propia democracia. ¿Cree que hoy el papel de la política debería ser sólo el control de los mercados o que debería ir más allá?

La libre circulación de capitales es el resultado de la desregulación de los mercados financieros y no casualmente alcanza su máximo desarrollo en los años ochenta, cuando comienza la transición al capitalismo cognitivo. Los mercados financieros son hoy el corazón del capitalismo.

Estos mercados son los que financian la actividad de acumulación, sobre todo en el caso de la producción cognitiva inmaterial (conocimiento y espacio). En segundo lugar, en presencia de plusvalías, los mercados asumen el papel de multiplicadores de la economía y de redistribución, aunque distorsionada, de la renta. En tercer lugar, reemplazan al Estado como asegurador social (canalización forzosa de porcentajes crecientes de las rentas del trabajo: TFR (4),  asistencia social, educación y salud).

Desde este punto de vista los mercados financieros suponen la privatización de la reproducción de la vida. Son un auténtico biopoder. Por último, son el lugar donde se intenta medir, desde el punto de vista capitalista, el valor de la cooperación social (de aprendizaje y de red) que es hoy la base de la acumulación. Basándonos en estas consideraciones es necesario tener presente que ya no hay separación entre el área productiva y el área de las finanzas. La transición al capitalismo bioeconómico cognitivo fue la reacción política (sea conservadora o de centroizquierda) para salir de la crisis del capitalismo industrial fordista de los años setenta. Por lo tanto, es evidente que si hoy la política se limita a ser un instrumento de control del capitalismo contemporáneo (mejor dicho, una tentativa de control), hablar de regulaciones de los mercados financieros está fuera de lugar y es hipócrita. En este contexto, hablar de democracia es puro ideologismo. La democracia (entendida aquí como supremacía de la res pubblica/commonia sobre la res oeconómica) murió en los años setenta.

Muchos creen que la solución a la crisis sólo puede producirse en el eje Washington – Pekín. ¿Puede asumirse que el modelo europeo de estado social, si todavía se puede hablar de un modelo europeo, puede ser un referente para políticas económicas alternativas tanto al Consenso de Washington como al capitalismo de estado chino? ¿O se corre el riesgo de que en el futuro orden político económico mundial Europa (con el sur del mundo) quede confinada a una posición marginal?

La crisis actual pone en entredicho la hegemonía financiera de los Estados Unidos. Sin duda la salida de la crisis determinará un desplazamiento del centro de gravedad financiero hacia Oriente y, en parte, hacia el Sur (América). A escala comercial los procesos de internacionalización ya han puesto en evidencia un desplazamiento cada vez mayor del centro productivo hacia Oriente y hacia el Sur del mundo.

Desde esta perspectiva, la crisis financiera actual pone fin a una especie de anomalía que había caracterizado la primera fase de diseminación del capitalismo cognitivo: el desplazamiento de la centralidad tecnológica y del trabajo cognitivo hacia India y China mientras se mantenía la hegemonía financiera en Occidente. La preponderancia tecnológica y financiera tienden a reunirse también a escala geoeconómica. Así las cosas, también aumenta la inestabilidad internacional, ya que no se vislumbra en este momento una jerarquía internacional de divisas estable (un imperio sin hegemonía). En esta situación de «disputa» Europa podría desempeñar un papel fundamental, pero no está en condiciones de hacerlo porque sufre las consecuencias de haber priorizado exclusivamente la unión monetaria (ha puesto las consideraciones económicas por delante de las consideraciones sociales) sin preocuparse por crear las bases de una política fiscal europea con un presupuesto independiente de la influencia de los estados nación miembros. No existen los instrumentos para una intervención socioeconómica coordinada que pudiera amortiguar las repercusiones de la crisis económica. Este es un síntoma a posteriori de las falencias de la construcción económica de Europa.

El aumento actual en el gasto público no tiene relación con el gasto social (educación, salud, pensiones y subsidios por desempleo) sino con el rescate de los bancos, de las sociedades financieras y de los grandes grupos empresarios. Esto se logra reduciendo los ingresos derivados del trabajo (salario real y pensiones): ¿una intervención sobre la oferta, y no sobre la demanda, es la estrategia adecuada para salir de la crisis volviendo a niveles aceptables de desocupación?

Usar el gasto público tiene por objeto devolver la capacidad de control de los mercados financieros. La actual crisis financiera demuestra que no es posible un manejo institucional de los procesos de acumulación y distribución basado en las finanzas. Los intentos de control (efectivamente puestos en práctica) en los últimos meses ya no pueden incidir sobre la crisis en curso. Y no puede ser de otra manera si se considera que el Banco de Pagos Internacionales (BPI) (5)  estima en 556 millones de millones de dólares el valor total de los «derivados» en circulación (equivalente a 11 veces el Producto Interior Bruto de todo el mundo). Durante el último año este valor se redujo un 40%, destruyendo liquidez por más de 200 millones de millones de dólares. Lo que ha significado la destrucción real de liquidez de 18 millones de millones de dólares (datos del BPI). Pero las intervenciones monetarias que han inyectado nueva liquidez en los mercados de todo el mundo no superan los 9 millones de millones de dólares, un monto insuficiente para compensar las pérdidas. Esta diferencia explica por qué, pese a los temores generalizados, no se ha visto hasta ahora ningún efecto inflacionario. El monto de nueva moneda creada es inferior al de la destruida por la crisis.

Sin embargo, a partir de junio de 2009, la caída del PIB tiende a frenarse. El achicamiento de los salarios y las rentas ha no ha hecho más que empeorar la crisis. Habría que revitalizar, por el contrario, la cooperación social en la base de la acumulación actual con medidas dirigidas a garantizar la continuidad de las rentas, el acceso a los bienes comunes de relación, formación y aprendizaje (commonfare) (6). Pero estas medidas (que se traducen en una regulación salarial basada en la propuesta de una renta básica universal y en una capacidad productiva basada en la libre y productiva circulación de conocimiento) socavan en su base la naturaleza misma del sistema capitalista, que es el carácter chantajeable de las rentas del trabajo y la violación del principio de la propiedad privada de los medios de producción (ayer las máquinas, hoy los conocimientos). En otras palabras, un compromiso social (new deal) adaptado a las características del nuevo proceso de acumulación es sólo una ilusión teórica, y es impracticable desde un punto de vista político. Entonces estamos en un contexto histórico en el que la dinámica social no da lugar al desarrollo de prácticas y sobre todo «teorías» reformistas. De ello se deduce que, como es la praxis lo que guía la teoría, sólo el conflicto y la capacidad de crear movimientos «desde abajo» podrán permitir ―como siempre― el progreso social de la humanidad.

¿Cuál será el precio que las futuras generaciones tendrán que pagar por las formas y las dimensiones del endeudamiento al que han recurrido los gobiernos en su intento de que la economía mundial no naufrague?

El precio que las futuras generaciones tendrán que pagar es inversamente proporcional a su capacidad de movilización y conflicto, hoy y en el futuro inmediato.

Notas de la traducción :

1 Capitalismo cognitivo: El capitalismo cognitivo es el nombre que se le han otorgado a las prácticas económicas sobre las producciones de conocimiento enmarcadas en el capitalismo globalizado de finales del siglo XX y principios del XXI. Junto al capitalismo relacional y al capitalismo de los afectos es considerado la base del capitalismo sobre bienes inmateriales.

El surgimiento del capitalismo cognitivo está profundamente ligado a la justificación de la expresión «propiedad intelectual», que implica que la producción de conocimiento y bienes inmateriales están sujetos a la lógica de la escasez artificial. Esta justificación se consigue equiparando los bienes materiales en los que ya se ha interiorizado el concepto de propiedad privada basada en la antagonía («si yo tengo un material entonces tú no lo tienes») y la exclusividad («si es mío, entonces yo decido que tú no lo puedes disfrutar») con los inmateriales, que hasta entonces se relacionaban con la creatividad, la originalidad y cobraban valor por sí mismos en el acto directo del comunicado público (fuente Wikipedia).

2 Fordismo y Taylorismo: El fordismo (por Henry Ford y su novedosa manera de fabricar el automóvil Ford T) es la puesta en práctica de las ideas del ingeniero y economista Frederic Taylor que propugnaba aplicar métodos científicos en la industria con el objetivo de maximizar la eficiencia de la mano de obra y de las máquinas y herramientas mediante la división sistemática de las tareas, la organización racional del trabajo en sus secuencias y procesos, y el cronometraje de las operaciones, más un sistema de motivación mediante el pago de primas al rendimiento, suprimiendo toda improvisación en la actividad industrial.

3 Derivados: Se trata de productos financieros derivados de otros valores (ya sean materias primas u otros productos financieros) y fueron desarrollados para controlar mejor el riesgo empresarial en la obtención de beneficios. En realidad estos derivados se convirtieron en una manera indirecta de crear nuevos valores (como si se emitiera moneda) y contribuyeron enormemente a la creación de burbujas como la hipotecaria que estalló en 2008.

4 TFR Trattamento Fine Rapporto o «Indemnización por fin de contrato» cuya normativa fue modificada en 2007 por los legisladores de Italia.

5 El Banco de Pagos Internacionales (BPI) (en inglés: Bank for International Settlements BIS) fue fundado por los Acuerdos de La Haya de 1930 y es el «banco central de bancos centrales» con sede en Basilea (Suiza). Es una organización internacional que fomenta la cooperación financiera y monetaria internacionales y sirve de banco para los bancos centrales. No rinde cuentas ante ningún gobierno. El BPI lleva a cabo su trabajo a través de los subcomités, de los secretariados que alberga y a través de la Asamblea General de todos sus miembros. También presta servicios bancarios, pero solamente a bancos centrales o a organizaciones internacionales, como el propio BPI.

6 Commonfare: Se refiere a una riqueza que coincide a su vez con el sujeto de su producción, una materialidad que comprende la forma de la riqueza y la acción (conjunto de las actividades sociales) que la produce. Una riqueza que, además, debe ser común en tanto que ya es producción común.

Fuente: http://www.infoaut.org/articolo/una-vita-activa-fondata-sul-debito