Hay sectores en la oposición que aún no tienen claro qué harán ante el desafío de septiembre. Se columpian entre participar a medias, hacerlo a fondo, o apostar de nuevo a la aventura. También en el chavismo hay quienes tienen una visión triunfalista del proceso electoral. Que consideran que basta con la popularidad y el […]
Hay sectores en la oposición que aún no tienen claro qué harán ante el desafío de septiembre. Se columpian entre participar a medias, hacerlo a fondo, o apostar de nuevo a la aventura. También en el chavismo hay quienes tienen una visión triunfalista del proceso electoral. Que consideran que basta con la popularidad y el dinamismo de Chávez para lograr una amplia victoria, y los que controlan el optimismo y reclaman menos voluntarismo y más sentido de la realidad.
En todo caso -y a todo evento-, los pronósticos son complicados. Porque si algo se observa en el panorama electoral es la fluidez. Si juzgamos la situación por la fuerza partidista, el chavismo no debe tener problemas. Su porcentaje de apoyo en las encuestas triplica, prácticamente, el de todos los partidos -juntos- de la oposición. Pero el dato no es suficiente, ya que paralelamente se observa un alto porcentaje de gente no encuadrada en militancias que sugiere resultados impredecibles. Chávez conserva, a más de diez años en Miraflores, una insólita popularidad, ¿pero realmente ésta es transferible en las actuales circunstancias? Por otra parte, ¿en qué medida los problemas surgidos en los últimos meses -agua, electricidad, incremento de la inseguridad-, la reacción provocada por estos hechos en el conjunto de la sociedad afectan la imagen del Gobierno, del Presidente y del Psuv?
Retorno a la fluidez que se observa, y de la cual dan cuenta todas las encuestas. Se estima en un poco más de 40% el número de venezolanos indecisos. Que están a la expectativa, y provienen de las filas del chavismo o de la oposición. Gente que ha votado contra Chávez o a favor de Chávez. ¿Cómo lo hará en las elecciones para la Asamblea Nacional? Por ahora no hay manera de determinarlo. Ese universo de ciudadanos que no milita, hoy por hoy, en el chavismo o en el antichavismo, constituye una incógnita que al despejarse habrá de decidir la próxima composición del Poder Legislativo. Hay quienes califican a ese elevado porcentaje de venezolanos -con un sesgo despectivo-, de ni-ni. Otros se apropian a priori de la decisión que, posiblemente, adoptarán. Unos lo halagan, en tanto que otros lo desprecian. Y lo cierto es que pocos tienen políticas hacia ellos.
No basta creer que el chavismo saldrá airoso de esta nueva prueba comicial. Tengo la impresión de que lo logrará. Más la subjetividad no basta, y muchas veces depara sorpresas. Si vamos juzgar lo que puede ocurrir en la cita de septiembre, a partir del análisis de las ventajas y desventajas de los contendores, habría que concluir que, objetivamente, la ventaja es del chavismo: tiene mayor unidad, intenso trabajo de masas, organización, poderoso liderazgo capaz de aglutinar, y proyecto de país. Mientras que para la oposición la situación es de clara desventaja: muchos aspirantes a las curules -de todo tipo y ubicación-, centro de dirección débil, liderazgo diluido, carencia de propuesta programática. ¿Cómo influirán estos aspectos políticos concretos, por ejemplo, en los llamados ni-ni, en aquellos que tienen dudas?
Hay que considerar además, la particular connotación de la carga ideológica en este proceso electoral. Quizá más que en anteriores experiencias. El Gobierno aceleró en los últimos tiempos la toma y profundización de medidas revolucionarias, y la oposición ha extremado su cuestionamiento. ¿Cuál será la reacción de los electores no comprometidos? ¿De rechazo al ritmo que Chávez le imprime al proceso o de solidaridad? La valoración que una importante parte del electorado tenga en torno a lo que sucede, será determinante. Por ahora se perciben con nitidez dos concepciones en este proceso electoral que resumen aspectos ideológicos, políticos e institucionales, inherentes a la actual situación: a) la oposición asume la campaña en función de la desestabilización; mientras que el chavismo la fundamenta en el marco de los cambios sociales con estabilidad. b) la oposición trabaja buscando conciliar lo legal con lo ilegal; mientras que el chavismo define una linea de defensa del orden legal y democrático. Por eso la complejidad de estas elecciones, cuyo resultado final dependerá del manejo táctico, acertado o desacertado, y de la imagen que los competidores proyecten durante los próximos meses.