Los resultados del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana, conocido como DR-CAFTA (por sus siglas en inglés), han traído más daños que beneficios a Santo Domingo. La historia comienza con la premura del ex presidente Hipólito Mejía de incorporarse al TLC que Estados Unidos congeniaba con Centroamérica mediante el cual […]
Los resultados del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana, conocido como DR-CAFTA (por sus siglas en inglés), han traído más daños que beneficios a Santo Domingo.
La historia comienza con la premura del ex presidente Hipólito Mejía de incorporarse al TLC que Estados Unidos congeniaba con Centroamérica mediante el cual Washington imponía todo tipo de presiones y prebendas para controlar económicamente a la región.
Aunque fue firmado en 2004, con Dominicana no entró en vigor hasta el primero de marzo de 2007 tras los esfuerzos que hizo ante la administración de George W. Washington el actual presidente Leonel Fernández.
En la apresurada adhesión, se negociaron solamente las listas de acceso al mercado, y se prescindieron los temas de las disciplinas comerciales con lo cual desaparecería la posibilidad de discutir cualquier situación desventajosa para el país .
Ya en 2005, un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indicó que «Las autoridades dominicanas aceptaron la propuesta de adhesión sin hacer ningún estudio sobre el impacto que dicho acuerdo tendría sobre la economía del país, las leyes que deberían ser modificadas, los empleos que se perderían o se ganarían, las implicaciones para el comercio exterior, las barreras no arancelarias a resolver, la modificación del entorno comercial.
«La estrategia dominicana, agregó el documento, se limitó a consolidar las preferencias arancelarias y a negociar el motivo de apertura del mercado a los productos estadounidenses».
El acceso al mercado norteamericano ha sido pequeño pues ese país ofrecía bajos aranceles a las importaciones del Caribe y en cuanto a las dominicanas, alrededor del 90 % estaban libres de impuestos en Estados Unidos.
En sentido inverso, la eliminación de aranceles en Dominicana para los productos estadounidenses ha conllevado serias dificultades productivas y en los ingresos fiscales.
El ex director de Aduanas en Santo Domingo, Miguel Coco, denunció en febrero de 2009, que como resultado del TLC, el país dejó de percibir más de 100 millones de dólares en 2008 y para 2009 la cifra se elevaría a 150 millones.
Su actual sucesor en el cargo, Rafael Camilo aseguró en diciembre de 2009 que las provisiones del DR-CAFTA, están afectando a la industria nacional y se pronunció por una «definición clara de los regímenes especiales» del pacto, que también ha provocado quejas de empresarios locales, basadas en desigualdades en el intercambio y asimetrías en la competencia con Estados Unidos
Hasta funcionarios como el ex secretario de Comercio de Estados Unidos, Carlos Gutiérrez puntualizó que desde la entrada de RD en el CAFTA, el déficit comercial de esa nación ha ido en aumento al pasar del 18,05 % en 2006, al 44,35 % en 2007 y al 69 % en 2008.
Agregó que de los 10,310 millones de dólares de comercio bilateral registrado entre ambos países en el 2007, las importaciones dominicanas ascendieron a la cifra record de 6,090 millones dólares, mientras las exportaciones llegaron solo a 4,219 millones, las más bajas desde el 2003.
Para el académico dominicano, Radhamés García, director del Centro Universitario de Santiago, quien participó en el recién finalizado encuentro sobre Globalización en La Habana, los datos actuales «ponen de manifiesto el impacto negativo que ha tenido el RD-CAFTA para Dominicana.
Explicó que desde mayo de 2002 el gobierno abandonó todas las alianzas estratégicas con otros países en materia de negociaciones comerciales e inició una carrera desenfrenada para ser incluida en ese Tratado.
De tal forma, se puso fin con Estados Unidos al régimen de comercio preferencial unilateral para dar paso a un régimen bilateral que promovió limitaciones en los grados de libertad del país para desarrollar la competitividad e impulsar el desarrollo a largo plazo.
El saldo comercial con Washington pasó de un superávit de 169 millones de dólares en 2004 a un déficit de 2 624 millones de dólares en 2008 como resultado de una combinación de baja del valor de las exportaciones y la subida de las importaciones.
Hasta septiembre de 2009 la balanza comercial se comportaba de la siguiente forma: exportaciones hacia el vecino del norte, 2 479 millones de dólares e importaciones desde Estados Unidos, 3 834 para un saldo negativo de 1 355 millones de dólares.
Los datos resultan irrefutables pues en contraposición a las promesas, los dos años de vigencia del TLC son los de mayores deudas en el comercio exterior con Norteamérica.
Radhamés García puntualizó que la imposición de mayor apertura no ha significado un fortalecimiento de la competitividad ni una mejoría de la productividad pues la economía tiene serias dificultades de competencia sistémica por altos costos de energía eléctrica, deficiencias en el servicio, altas tasas de interés, carencia de recursos humanos de calidad y falta de fluidez institucional.
Por su parte, el sector agropecuario afronta problemas de transporte, falta de logísticas en frigoríficos, malas prácticas agrícolas y bajo nivel tecnológico.
La adhesión de República Dominicana a los convenios de libre comercio con el gigante del norte, han perjudicado aún más a los sectores productivos al quedar en desventajas competitivas sin posibilidades reales de reconversión gradual del aparato productivo.
En síntesis, el DR-CAFTA lejos de traer beneficios al pueblo dominicano les ha llevado muchas más dificultades económicas y una mayor dependencia con Estados Unidos.
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