La nana es una de las películas más premiadas del pasado año. Triunfó en festivales muy importantes como Sundance, Huelva, Miami o Cartagena de Indias. En el Sundance Film Festival el largometraje se llevó el Gran Premio del Jurado de Cine Internacional/Ficción y su protagonista, Catalina Saavedra, el Premio Especial del Jurado de Cine Internacional/Ficción […]
La nana es una de las películas más premiadas del pasado año. Triunfó en festivales muy importantes como Sundance, Huelva, Miami o Cartagena de Indias. En el Sundance Film Festival el largometraje se llevó el Gran Premio del Jurado de Cine Internacional/Ficción y su protagonista, Catalina Saavedra, el Premio Especial del Jurado de Cine Internacional/Ficción a la Actuación. En Huelva, uno de los más importantes festivales de cine Iberoamericano, su cosecha fue mayor: Colón de Oro a la Mejor Película, Colón de Plata al Mejor Director y Colón de Plata a la Mejor Actriz. Además fue finalista a los estadounidenses Globos de Oro e Independent Spirit de cine indie. En Chile, país de origen de la cinta, creó cierta polémica el hecho de que a pesar de los premios y su contrastado éxito internacional no fuera enviada a los Oscar para representar a Chile. Aquí, en España, su estreno en cines comerciales se ha pospuesto un par de veces.
¿Con qué nos vamos a encontrar en la pantalla? Con una película muy interesante, de cierto carácter intimista y mucha acidez. El largometraje nos muestra a Raquel (Catalina Saavedra), una mujer agria e introvertida, que lleva 23 años trabajando de nana para los Valdés, una numerosa familia de la clase alta chilena. Un día, Pilar (Claudia Celedón), su patrona, contrata a otra nana para ayudarla porque la ve sobrecargada y con ciertos conflictos, especialmente con la hija joven Camila (Andrea García-Huidobro). Raquel, que siente peligrar su lugar en la familia, espanta a la recién llegada, una niña muy sumisa, con crueles e infantiles maltratos psicológicos. Aparece una segunda candidata más experta y resabida con la que las mismas estrategias no funcionan de la misma manera y terminan en un enfrentamiento violento que obliga a despedir a la candidata. Finalmente llega Lucy (Mariana Loyola), una risueña y espontánea mujer de campo, quien, a pesar de recibir el mismo trato acosador, con cariño y sin prejuicios logra penetrar la coraza de Raquel que va a comenzar a cambiar su forma de ver la vida.
Es, quizá, la perspectiva nublada de la nana hacia la familia el centro de la película. No podrá ser nunca un miembro más, pues, a pesar de recibir un trato familiar cargado de buenas intenciones, tener cierta cercanía con los niños que la consideran una segunda madre y recibir regalos el día de su cumpleaños, existe una distancia infranqueable, marcada porque ella cobra un salario y por tanto su labor en la casa es la de una empleada. Aquí se pierden todos los lazos humanos, el cariño deja de valer cuando se intenta asumir una posición que no corresponde. Sin duda hay un entramado social que la película denuncia, pero que el director niega reiteradamente en las entrevistas. Sebastián Silva sostiene que la película es un reflejo que muestra costumbres que el vivió de niño en su casa y que no va más allá, no tiene un objetivo político. Su familia tenía criada, algo habitual allí donde hay más de 500.000 nanas.
Hay mucho de psicológico en la película, y una parte importante es lo que va pasando por la cabeza de su protagonista la nana, que sufre a una lucha interior. Silva juega con ello, por un lado como centro de la película y como otro como principio de un camino. Cuando Raquel descubre que esa barrera de roles entre patrones y empleados no podrá romperse, se produce la búsqueda de alternativas. Comprará en las mismas tiendas que la señora la misma ropa, pero esto sólo le produce insatisfacción, pues es consciente de que no tendrá oportunidad de lucir las prendas: su vida es igual que la de un presidiario, encarcelada entre las paredes de la casa, atareada con la rutina diaria de su trabajo. Este descubrimiento hace que Raquel se desgaste emocionalmente y comience un camino psicológico hacia los bordes de la depresión. Son unos minutos, pues el director, inteligente comienza un nuevo juego con el que romper la tendencia y atrapar de nuevo al espectador desde otra óptica. Aparecerán diferentes mujeres que van a competir con ella por el puesto. Comienza una lucha por parte de Raquel enfrentándose a ellas. Se sabe unida a la familia por un trabajo que le pertenece y que no va a dejar que se lo arrebaten. Frente a estas mujeres va viendo que el poder que ejerce se le puede escapar. No encuentra soluciones para ella que no es capaz de adaptarse, así que pelea con desproporción y gana, aunque tras la batalla sigue sin poder mitigar su propio conflicto emocional. Es la llegada de Luci la que lo cambia todo. Ella es diferente, no se deja vencer y le ofrece una comprensión que Raquel necesitaba. Se cuela la alegría en la película que lentamente se va contagiando y trasladándose a todas las imágenes.
Su excelente guión, llevado a cabo a través de una buena estructura narrativa, consigue crear una película estupenda que engancha y entretiene. Con algún altibajo, claro, pero ingeniosa y que sabe introducir con acierto el sentido del humor, incluso en las situaciones más desesperadas. Ver a otros aprendiendo a vivir, a romper su cascarón, resulta siempre interesante.
La película se sostiene interpretativamente en el gran papel que realiza la actriz Catalina Saavedra, que transmite generosamente el mundo interior de su personaje con gran eficacia y con cierta parquedad en sus gestos. Son sus ojos, tal vez, los que llenan la pantalla para inquietar. No desmerecen tampoco las actuaciones de Anita Reeves en un agradecido papel de cascarrabias un poco desquiciada, Mariana Loyola dando vida a la inocencia sin complejos, Andrea García-Huidobro creciendo y por tanto cambiando de perspectiva, Alejandro Goic trayendo a la película el egoísmo y la inutilidad, Claudia Celedón representando la cordura y Delfina Guzmán en su corta aparición que simboliza a todas las señoras bien del mundo.
A pesar de que la historia puede resultar a priori algo lenta o introvertida, La nana se podría describir contrariamente como una película ágil. Tal vez sea la magia de una música festiva y alegre la que produce esa sensación y la que nos permite ir escapando de los agobios interiores de su protagonista, tal vez el sentido del humor, tal vez que siempre llegan las sonrisas y domina el optimismo.
A modo de pequeño anecdotario: Sebastián Silva, además de ser el director de La vida me mata y La nana, es un conocido músico chileno que ha formado parte de las bandas CHC, Los Mono, Yaia. De sus amigos y de CHC tomó la inspiración para escribir Pulentos una serie de dibujos animados en 3D chilena, cuya música está enfocada a la formación Los Mono. Para completar su curriculum, Silva también pinta y dibuja profesionalmente.