Recomiendo:
0

Geopolítica

Fuentes: Bohemia/Rebelión

Creo que se mostraría cuando menos ingenuo quien no apreciara el verdadero trasfondo de asuntos como la mayúscula presión para que China adopte la revaluación del renmimbi (nombre oficial del yuan), y con ello deje a un lado lo que el Senado estadounidense ha denominado «prácticas comerciales insidiosas» y «manipulación indebida» de esa moneda. Sucede […]

Creo que se mostraría cuando menos ingenuo quien no apreciara el verdadero trasfondo de asuntos como la mayúscula presión para que China adopte la revaluación del renmimbi (nombre oficial del yuan), y con ello deje a un lado lo que el Senado estadounidense ha denominado «prácticas comerciales insidiosas» y «manipulación indebida» de esa moneda.

Sucede que entre las potencias medra el consenso sobre la «necesidad» de reducir la dependencia respecto del gigante asiático como factor financiero, económico y geopolítico, al extremo de que representantes intelectuales del sistema transnacionalizado, como el Premio Nobel Paul Krugman, propugnan para USA aranceles de hasta 25 por ciento más a las importaciones chinas.

Así que los coligados echarán mano a lo imposible para que la tercera mayor economía planetaria no alcance el sitial que, hoy por hoy, ocupan los Estados Unidos. Por ello, tanta insistencia en que el supuestamente devaluado yuan, sin fluctuación libre en el mercado de cambio, fijado al dólar desde hace dos lustros y cotizado a seis y algunas décimas por un «billete verde», favorece las exportaciones propias en detrimento de las occidentales, e influye en los grandes déficits comerciales que asolan a las economías señeras.

Conforme a diversos expertos, los gurúes del capitalismo no quieren entender que si China revaluara la moneda sufriría un ramalazo, pues la baja en la demanda de mercancías, al dispararse los precios de estas, provocaría la caída de la producción de las empresas exportadoras y el consiguiente aumento del desempleo, entre otros males. O sí que lo entienden, pero les preocupan cosas tales como que si, hasta la crisis detonada en 2007/2008, el «ogro desencadenado» fue fuertemente «adicto» al mercado norteamericano, ahora esté reduciendo las importaciones de este y compensándolas en el Sudeste asiático.

Y que si las exportaciones y los enormes superávits del comercio exterior resultaron cruciales para el crecimiento de la economía de China, en el presente el consumo esté sobrepasando a la inversión como porcentaje del producto interno bruto. En otras palabras, hay coincidencias en que el esperado aumento del PIB en el orden del 10 al 12 este año será solventado por el consumo interno, gracias al mantenimiento de bajas tasas de interés, un impresionante programa de infraestructura y servicios, y un plan de salud que cubrirá a casi la totalidad de la población campesina (700 millones de personas), complementario de la reforma agraria iniciada a fines de 2008, que habilita a vender o arrendar las tierras que se trabajan. A modo de colofón, las inversiones de las corporaciones ya no están destinadas masivamente a productos de exportación, sino al mercado nacional (poco más de mil 300 millones de seres), tal subraya más de un observador.

Como si resultara poco -y según el colega Alberto Cruz, entre otros-, al parecer China ha decidido «dar un puñetazo encima de la mesa» y desempeñar un papel más enérgico, protagonista, en la arena internacional. Gesto que Pekín se resistía a realizar por lo menos hasta 2027, cuando preveía alcanzar la paridad estratégica (política, económica y militar) con EE.UU., para lo cual venía tejiendo una cuidadosa red de influencia en todo el mundo, que ilustrarían ejemplos como el reciente ofrecimiento de un paquete multimillonario de asistencia técnica y financiera a los gobiernos africanos, y el afianzamiento de los nexos con sus aliados estratégicos: Corea del Norte, Irán, Rusia…

A guisa de «tercer frente», América Latina, donde su inversión asciende ya a 50 mil millones de dólares, sin contar que acordó otorgar a Venezuela un financiamiento de gran volumen y a largo plazo, con una primera partida de 20 mil millones de dólares, reservada para obras de desarrollo. Sin condiciones leoninas, al decir del presidente Hugo Chávez, y con el presupuesto de que la nación sudamericana devenga su cuarto abastecedor de hidrocarburos.

¿El golpe en la mesa? Forzoso, ante la arrogancia gringa de la reciente venta de moderno armamento a la separatista Taiwán, por seis mil 400 millones de dólares; el recibimiento en la Casa Blanca del Dalai Lama, postor de la desvertebración del territorio nacional; y «asuntillos» como el abierto apoyo de la Casa Blanca a Google, en un conflicto que resume el que la nación asiática mantiene con multinacionales yanquis acusadas de infiltrar y subvertir el país.

A pesar del proclamado Consenso de Pekín -«guantes de seda» en estos procelosos tiempos-, China se ha visto obligada a responder con la cancelación de visitas de jefes castrenses a Washington, la advertencia de suspender las relaciones en esa área, la renuencia en el Consejo de Seguridad a las acciones contra Irán, y la denuncia de que los Estados Unidos son el más grande manipulador de los tipos de cambio en el orbe… Nada, que el gigante se despereza en toda la largura de su anatomía porque se sabe imprescindible.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.