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Cultura de codicia bajo ataque

Fuentes: Toronto Star/ICH

*Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Cualquiera que haya tenido la esperanza de que algún día hagan entrar en vereda a los titanes financieros de Wall Street no pudo dejar de sentirse deprimido cuando Barack Obama defendió la última vuelta de bonificaciones bancarias de una dimensión grotesca.

«Yo, como la mayoría del pueblo estadounidense, no envidio el éxito o la riqueza de la gente. Forma parte del sistema de libre mercado» dijo el presidente en una reciente entrevista con BusinessWeek, al comentar las bonificaciones multimillonarias pagadas a Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, y a Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs.

Lo que fue más inquietante en el comentario de Obama fue su aparente creencia en que Wall Street se parezca de alguna manera a un libre mercado -en lugar de un casino protegido en el cual los banqueros pueden llegar a ser increíblemente ricos tentando a la suerte y cuentan con el gobierno para que los rescate si la rueda de la fortuna gira en su contra.

«Conozco a los dos» dijo Obama, refiriéndose a Dimon y Blankfein. «Son hombres de negocios muy espabilados.»

Claro está, es más fácil ser espabilado en los negocios si se puede contar con que el gobierno ayude en cuanto es necesario. Por ejemplo, después de la catástrofe financiera de 2008 -provocada en parte por las actividades de JP Morgan, Goldman y otros grandes bancos- JP Morgan recibió una inyección de 25.000 millones de dólares de los contribuyentes de EE.UU.; Goldman obtuvo 10.000 millones.

Pero la semana pasada hubo un rayito de esperanza de que los titanes de Wall Street puedan terminar por recibir su castigo merecido. La Comisión de Valores de EE.UU. (SEC, por sus siglas en inglés) presentó acusaciones de fraude contra Goldman por vender inversiones tóxicas sin informar a los compradores de que las inversiones fueron inventadas con ayuda de un cliente -un cliente que era administrador de un fondo de inversión libre (hedge fund) y apostaba a que fracasarían.

Inversionistas crédulos perdieron miles de millones, mientras el presidente del hedge fund, John Paulson, se llevaba personalmente 1.000 millones de dólares. (Paulson no ha sido acusado, aunque algunos, incluido el profesor de administración de empresas del MIT Simon Johnson, instaban a que se presentaran acusaciones en su contra.)

Las inesperadas acusaciones de la SEC han provocado especulación de que Washington pueda terminar por actuar para que el casino/parque de juegos de Wall Street se ponga bajo supervisión adulta.

Hasta ahora ha habido pocos progresos en la reintroducción del tipo de regulaciones que dominaron en la especulación financiera durante muchos decenios después del crash del mercado de 1929.

Y ha habido poco cambio en la cultura de codicia y privilegio que dio luz verde a los abusos bancarios mientras presenta a los multimillonarios de Wall Street como personajes edificantes que muestran al resto de los mortales cómo se vive el Sueño Estadounidense.

De la misma manera, un éxito de ventas del periodista del Wall Street Journal Greg Zuckerman verdaderamente celebra el mismo comercio que se encuentra en el centro de las acusaciones de la SEC contra Goldman. El entusiasmo de Zuckerman es obvio por el título del libro The Greatest Trade Ever (El mayor negocio de todos los tiempos).

En la narración de Zuckerman, Paulson, el presidente del hedge fund que ayudó a crear las inversiones tóxicas vendidas por Goldman, adquiere cualidades heroicas como un «desamparado» que superó obstáculos y «triunfó sobre la arrogancia» de Wall Street.

«Paulson no era un jugador de un solo batazo, temeroso del riesgo» escribe Zuckerman fuera de aliento. «Su premonición de un colapso del mercado de la vivienda -y todo lo que significaba- le dio la posibilidad de lanzar la pelota fuera del estadio y así ganar la ovación que se merecía.»

El hecho de que el tiro de Paulson también haya ayudado a abatir los mercados financieros, y causado el sufrimiento de millones de personas en todo el mundo, aparentemente no impide que un «periodista» concluya que la fama y la fortuna sean la debida recompensa para Paulson.

Otro sentimiento, probablemente compartido por más gente, lo expresa un letrero manuscrito portado por manifestantes que marcharon hacia Wall Street: «¡Salten, hi**s de p**a!

© Copyright Toronto Star 1996-2010

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article25269.htm