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La dialéctica no es método ni metodología. La segunda arista de la concepción marxista del mundo: la dialéctica (duodécima aproximación).

Fuentes: Rebelión

La última sección de «Inducción y dialéctica», el curso de posgrado que impartió Sacristán durante el año académico 1982-1983 en la UNAM mexicana, llevaba por título » Crítica de la dialéctica en la tradición marxista o socialista». Dividido en seis puntos, el último era una breve apartado de conclusiones. Presentaba el siguiente desarrollo: «6.1. Algunos […]

La última sección de «Inducción y dialéctica», el curso de posgrado que impartió Sacristán durante el año académico 1982-1983 en la UNAM mexicana, llevaba por título » Crítica de la dialéctica en la tradición marxista o socialista». Dividido en seis puntos, el último era una breve apartado de conclusiones. Presentaba el siguiente desarrollo:

«6.1. Algunos dialécticos marxistas no tematizan, ni menos formalizan la dialéctica: Pannekoek, Neurath.

6.1.1. Para ellos vale bien la concepción de la dialéctica como programa o estilo.

6.2. Otros la tematizan e intentan formalizarla. El ejemplo más interesante es Bobbio.

6.2.1. Rechaza o desprecia dos dialécticas porque ya hacen eso otras metodologías.

6.2.2. También hacen lo tercero, proceso, cambio».

 

Sacristán concluía con su tesis central, básica en su aproximación, una consideración «dialéctica» por la que peleó cultural y políticamente durante décadas. «Conclusión: no hay método dialéctico».

Su posición, crítica con cualquier consideración de la dialéctica como metodología alternativa o consideración afín, fue ilustrada y argumentada en varias de sus intervenciones.

Así, durante el coloquio de la conferencia «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» [1], un asistente le señaló un error que creía común en todas las conferencias del ciclo que se había organizado sobre Marx: no se podía criticar al revolucionario de Tréveris como economista o como sociólogo porque lo que el autor de El Capital había hecho realmente había sido aplicar «el método hegeliano invertido» a la economía, a la sociología, a cualquier otra ciencia social. Se le podría criticar, si ese fuese el caso, por la aplicación del método dialéctico a esos ámbitos, a las disciplinas socials, pero no por otra cosa. El interlocutor citaba a Lukács como otro ejemplo de aplicación de ese supuesto método dialéctico. Historia y consciencia de clase era un ejemplo exitoso de esa operación.

Acabada su exposición, le preguntó a Sacristán qué opinión le merecía sus tesis, las reflexiones que había realizado. Sacristán le respondió directamente y con cierta rotundidad:

«[…] Te acabo de decir lo que opino. Es un disparate lo que acabas de decir… Sí, me parece que hay que dejar las modestias y las cautelas. La idea de alguien que tiene un método y lo aplica es la negación de cualquier actividad científica y Marx ha sido un gran científico. Un método no es un aparato que uno tiene y aplica. Me parece, en cambio, que en tu primera frase sí que hay una cosa vital para la comprensión de Marx, no para la comprensión de la filosofía de la ciencia o de la economía de Marx, [sino] para la comprensión global de Marx. Efectivamente, Marx como científico es siempre redundante. Según he dicho, nunca queda cogido en una ciencia porque la motivación de su trabajo intelectual ha sido manifiestamente una motivación filosófica y política, no una motivación científica. Eso está claro. Por tanto, una comprensión plena de Marx, como me parece cierto en la primera frase que tú has dicho, es necesariamente una comprensión global. Eso no quita que una comprensión global que entienda , que no sea un disparate de pura palabrería, tiene por fuerza que entrar en cada detalle».

Lo que no se podía pretender, señalaba Sacristán, era comprender el todo sin conocer nunca ninguna de las partes que lo componían. Para su interlocutor, seguían estando ante el mismo interrogante, habían dado vueltas sin apenas avanzar: Marx no estaba queriendo hacer economía o sociología, lo que quería realmente era aplicar su método dialéctico.

La afirmación anterior era una frase sin sentido apuntó Sacristán: aplicar un método empezaba por no tener significado alguno si no había ni siquiera un método que aplicar. Sí lo había, insistió el interlocutor. No lo había, no había una serie de operaciones regladas en ese ámbito insistió a su vez el conferenciante, el autor de «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia» [2].

«[…] Nadie puede saber cómo se tiene que negar en la dialéctica hegeliana. Haz el siguiente ejercicio para darte cuenta de que el llamado «método dialéctico» no es un método. Coge y lee una página de Hegel y, antes de pasar página, intenta adivinar lo que va a deducir en la página siguiente, y antes contrata un psiquiatra porque no vas a acertar nunca a menos que ya lo hayas leído. A menos que lo hayas leído no acertarás nunca. En cambio, si tú estás siguiendo una argumentación metódica de cualquier modesta ciencia, cuando pasas páginas sabes, más o menos, de qué, por donde va a ir. El llamado «método dialéctico» no es un método. Es algo mucho más importante que un método. Es una visión del mundo, no es un método. Y una visión del mundo no se aplica. Una visión del mundo se realiza, se concreta. Para eso hay que trabajar, hay que trabajar de verdad».

No tenía ningún sentido decir que se aplicara el método. No, había que trabajar, que estudiar, que investigar.

El interlocutor no se dio por vencido y volvió a insistir: Precisamente esto último, lo apuntado por Sacristán, era lo que Marx había hecho: intentar aplicar el método. Por eso, en su opinión, jamás el coautor del Manifiesto había explicado su metodología.

Sacristán manifestó de nuevo sus diferencias y sus matices:

«[…] Pero hombre no te das cuenta que al decir eso incluso dices más de un absurdo. Dices varios. Por ejemplo, sostienes el siguiente absurdo de anular la aportación de contenido de Marx. Es ridículo. Si economistas no marxistas y de calidad consideran que ahí no sólo hay un método sino contenido material importante de conocimiento, ¿cómo vas reducir [su aportación] sólo a método? No tiene sentido».

Qué diferencia a Marx de otros economistas no marxistas, preguntó el interlocutor. Qué les diferenciaba, respondió a su vez Sacristán. La aplicación del método, volvió a insistir el asistente. Todo científico utiliza métodos, absolutamente todo científico, apuntó Sacristán. ¿Y cuál utilizó Marx?, preguntó de nuevo el interlocutor.

Sacristán, que no oyó bien esta última intervención, prosiguió pacientemente su explicación: «[…] Igual que utiliza Marx. En cambio, lo que le caracteriza no son los métodos, que esos son los mismos para todo el mundo, lo que le caracteriza es la inserción de su trabajo en un punto de vista dialéctico que engloba mucho más campo y busca además una explicación añadida a la explicación de método. Con la utilización de métodos corrientemente en ciencia tú consigues: localizar los hechos de un campo de investigación y enlazarlos entre sí. Eso lo ha conseguido Ricardo, por ejemplo, y Marx coge esos hechos, más otros que él investiga, y los intenta explicar como Ricardo. Hace la explicación que les da Ricardo, ahora estoy simplificando mucho, pero luego le añade otra explicación más, le añade una exposición más. Esa exposición más no es nada que uno pueda repetir mecánicamente, como se puede repetir en principio un método. Eso es algo mucho más inspirado, mucho más artístico, mucho mas filosófico, por así decirlo, es una visión del mundo social».

No era simplemente ciencia, concluyó Sacristán, era más que ciencia por así decirlo. Con los riesgos innegables anexos a todo lo que es más que ciencia. «Como la religión es más que ciencia. Todo eso es más que ciencia». La ciencia era una cosa, señaló algo irritado, en realidad muy modesta, «sólo que es de una modestia muy peculiar que hace que los que estamos a favor de ella suframos mucho el disparate».

Fue también en el coloquio de otra conferencia, ésta de 1973, «De la dialéctica» fue su título [3], cuando se le formuló una larga e informada pregunta sobre la operatividad del pensamiento dialéctico que se centró en el ámbito del derecho y de los condicionamientos sociales. Citó el interlocutor en su exposición a Hesse, a Platón, a Heráclito y a Cerroni. Al final hizo referencia al neopositivismo y a Wittgenstein, y le planteó a Sacristán la posibilidad de realización de los objetivos dialécticos.

La respuesta fue detallada. Casi había que volver a empezar; «quiero decir, esto es todo el tema». Sacristán arrancaba de la aceptación de lo principal, que a él le parecía que era la palabra «sueño»:

«[…] Si hubiera hecho la última parte de la conferencia, que me ha parecido que era oportuno desistir, habría podido exponer lo que es mi comprensión fundamental de la noción de dialéctica. Yo no creo que haya un método dialéctico, usando la palabra «método» en el mismo sentido tecnificado en que la usamos, aproximadamente, desde Descartes. Es decir, la palabra «método» era una palabra cómodamente laxa aproximadamente hasta Descartes. Se encontraba casi con el mismo valor en autores que hoy llamaríamos científicos […] como Arquímedes, o como toda la escuela geométrica de Megara, y en autores que hoy llamaríamos moralistas o pedagogos o, incluso, místicos. En el texto clásico en el que ha nacido de un modo documentable históricamente el problema del método, que es el Poema de Parménides, literalmente está usado en los dos sentidos: se habla de camino hacia el saber, al mismo tiempo que de camino hacia la salvación».

Las metáforas del camino eran tan propias del hombre religioso, del moralista, como del científico o el político, entendido como un tipo especial de moralista el autor de política. «Incluyendo por supuesto en el concepto de moralista a Maquiavelo, no en un sentido parcial de moralismo».

Desde Descartes y desde la cristalización del álgebra moderna, desde Viète y Descartes, la palabra «método» adquiría, en primer lugar, una frecuencia ya natural del uso en plural. Se empezaba a hablar de métodos, no sólo de método: «[…] antes no, era más frecuente el uso en singular, y se consigue luego una gran precisión de descripción: existe el método de los algebristas, existe, sobre todo a partir de Descartes, el método geométrico en el sentido cartesiano, o sea la geometría analítica, el pasar las nociones geométricas a nociones algebraicas. Eso sí que lo habéis hecho seguro en enseñanza media, las ecuaciones de una recta, las ecuaciones de una curva, o de tal o cual curva o de tal o cual recta. En este sentido muy preciso de método, yo no creo que se pueda decir método dialéctico en ese sentido moderno inventado por la cultura burguesa moderna».

Ante eso cabía la opción de decir: no aceptemos este sentido estrecho, rígido, de método que han inventado la ciencia y la filosofía burguesas, y volvamos a una noción antigua. O también, desde luego, sostener que la dialéctica no servía para nada porque el pensamiento dialéctico no era operativo en el sentido señalado por esos métodos.

No eran estas posiciones del agrado y aceptación de Sacristán: «[…] Yo pienso que es equivocado, sectario y anulación de la historia, decir: vamos a suprimir el uso exacto de la palabra «método», es decir, vamos a no llamar ya nunca más método a las varias técnicas, por ejemplo, de resolución de sistemas de ecuaciones. ¿Esto lo tenéis presente de la enseñanza media? ¿Recordáis que se hablaba del método? Alguien que recuerde esto. En el bachillerato, en mis tiempos, solían enseñar tres métodos de resolver sistemas de ecuaciones [de primer grado con dos incógnitas]. ¿Quién tiene esto presente, fresco?»

Un asistente respondió: «Igualdad».Di toda la palabra, qué de igualdad, matizó Sacristán. «¿No decíais «método de igualdad»? Decíais «método» y eso es una serie de operaciones, el de igualación». A eso se llamaba método en sentido preciso desde Descartes, en la cultura burguesa: «[…] a una serie normada de operaciones, de manipulaciones atómicas, por así decirlo, simplicísimas, que toda persona competente puede realizar del mismo modo, obteniendo el mismo resultado, si parte de los mismos datos».

En ese sentido estricto inventado por la cultura, y por la filosofía de la ciencia burguesa, método era un conjunto de operaciones muy simples «[…] normadas en el sentido de que como son muy simples todos las podemos practicar del mismo modo sin necesidad de ser genios ni poetas ni filósofos, nos basta con saber la ciencia básica de la burguesía, contabilidad, que es verdad, no es un chiste, es la pura verdad, sobre esa base está montada, sobre la idea de que las cuentas sean claras, operaciones que están muy normadas por lo claras y porque su orden de sucesión está previsto. Primero se hace esto, después se hace lo otro. Primero se escribe la incógnita, después se escribe la expresión conocida y en medio se ponen dos rayitas horizontales si puede ser de la misma longitud mejor, y que cada cual, por lo tanto, con sólo que sea competente, puede repetir del mismo modo, obteniendo los mismos resultados si parte de los mismos datos».

Éste era, señaló Sacristán, el ideal de método de la cultura, de la sobrestructura ideológica burguesa. Decir «¡fuera!, eso no es método», despreciarlo, le parecía una actitud equivocada. Era perder historia, «sería como rechazar las técnicas de fundición del acero porque han inventado los burgueses las técnicas modernas, porque las ha inventado la cultura burguesa». Sería olvidarse del capítulo del Manifiesto Comunista en el que Marx y Engels hacían el catálogo de los grandes méritos históricos del capitalismo. «[…] Por tanto, creo que es digno de conservación ese uso de la palabra «método» como sucesión normada de operaciones simples tales que toda persona competente, si parte de los mismos datos, puede llegar con su ayuda a los mismos resultados. No me parece abandonable, pero me parece que si uno tuviera que vivir sobre la base de esos métodos lo mejor era pegarse un tiro rápidamente, porque esos métodos no sirven más que para contar, medir y pesar. Aquel que reduzca su vida a contar, medir y pesar o a la sublimación del contar, medir y pesar, que es la operatividad de la filosofía de la ciencia burguesa, ése ya puede ir contento, le basta. Si su vida se reduce a eso, al contar, medir y pesar y a la sublimación del contar, medir y pesar que es la operatividad definida por toda la tradición neopositivista, desde Mach hasta Carnap, entonces ya va bien, le basta. Creo, de todas maneras, que seríamos mayoría los que nos pegaríamos un tiro si nos quedáramos reducidos a eso».

Transitando por este mismo sendero, en su entrevista de 1983 con Dialéctica [4], Sacristán expresaba su propia opinión sobre la dialéctica que él creía inspirada directamente en el «trabajo científico» de Marx, no en sus consideraciones filosóficas sobre el tema, en una tesis negativa y otra positiva. La tesis negativa señalaba que la dialéctica no era lógica propiamente. Había que rechazar la confusión hegeliana entre empiria y lógica. La dialéctica hegeliana era mala lógica porque exigía que la lógica diera de sí contenidos reales y mala empiria porque forzaba a la empiria «a someterse a un esquema lógico desde dentro». Las tesis positivas de Sacristán eran otras: «[…] Mi tesis positiva es que «dialéctica» significa algo, contra lo que tantas veces han afirmado los analíticos, por ejemplo, Popper o Bunge. «Dialéctica» es un cierto trabajo intelectual, que, por un parte, está presente en la ciencia, pero, por otra, le rebasa con mucho, en el doble sentido de que actúa también en el conocimiento ordinario pre-científico y en otro tipo de conocimiento, posterior al científico metodológicamente. Ese tipo de trabajo intelectual existe como programa (más bien oscuro) en la filosofía del conocimiento europea desde el historicismo alemán, tiene en Hegel una realización especulativa y busca en Marx una realización empíricamente plausible».

El estilo dialéctico consistía principalmente en proponerse un objetivo de conocimiento, formalmente excluido por la filosofía de la ciencia desde Aristóteles, según el principio, explícito en unas épocas y tácito en otras, de que no había ciencia de las cosas particulares, de lo concreto: «[…] Tanto Hegel a su manera como Marx a la suya tienen, por el contrario, un programa de investigación que busca el conocimiento de algo particular o concreto: en el caso de Hegel, el discutible concreto que es el Todo; en el caso de Marx, la sociedad capitalista existente (…) pero, a pesar de ello (a pesar de los elementos de abstracción presentes en El Capital ), lo construido en El Capital. .. tiene una concreción desconocida en el ideal tradicional de ciencia, tan eficaz en las ciencias de la naturaleza».

 

Notas:

[1] Puede verse ahora en Manuel Sacristán, Sobre dialéctica . El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2009, pp. 147-164. (edición de Salvador López Arnal)

[2] En el cuarto DVD de «Integral Sacristán», los documentos dirigidos por Xavier Juncosa, se ha incluido la intervención central de Sacristán esta conferencia inolvidable sobre «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia». Es absolutamente recomendable su audición.

[3] Manuel Sacristán, Sobre dialéctica , ed cit, pp. 119-129.

[4] De la primera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón , Los Libros de la Catarata, Madrid, 2004 (edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal), pp. 147-177.

 

Referencia Prólogo:

El prólogo de Sacristán en la red: http://archivo.juventudes.org/node/114

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.