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Se publica por primera vez ‘Estrella roja', novela de ciencia ficción que anticipó la Revolución de octubre de 1917

Comunistas en Marte

Fuentes: Público

Test rápido. ¿Qué personaje histórico pronunció estas palabras? «Si lográramos establecer comunicaciones interplanetarias, todos nuestros conceptos filosóficos, morales y sociales tendrían que ser revisados. En tal caso, el potencial técnico, no reconociendo más límites, impondría el fin de la regla de la violencia como medio y método de progreso». ¿Carl Sagan? No. ¿El doctor Jiménez […]

Test rápido. ¿Qué personaje histórico pronunció estas palabras? «Si lográramos establecer comunicaciones interplanetarias, todos nuestros conceptos filosóficos, morales y sociales tendrían que ser revisados. En tal caso, el potencial técnico, no reconociendo más límites, impondría el fin de la regla de la violencia como medio y método de progreso». ¿Carl Sagan? No. ¿El doctor Jiménez del Oso? Tampoco. ¿Lenin? Sí, y no es broma. Se lo dijo al escritor H. G. Wells en 1920, durante una visita a Moscú del autor de La guerra de los mundos y La máquina del tiempo.

Puede sonar extraño que ese titán del materialismo llamado Vladímir Ilich Uliánov Lenin disertara sobre la existencia de platillos volantes, pero tiene su lógica: los extraterrestres le habían enseñado la vía hacia la revolución. O al menos eso se podría deducir de la lectura de Estrella roja, novela de Alexander Bogdánov (Bielorrusia, 1873-1928) sobre el triunfo del comunismo en Marte editada por primera vez aquí por Nevsky Prospects.

Una relación estrecha

Publicada en Rusia en 1908, Estrella roja es una alegoría sobre la creación de un Estado soviético socialista, profecía que se haría realidad en 1917. El nombre del protagonista de la novela -un militante que viaja a Marte para conocer el socialismo marciano- deja lugar a pocas dudas: Lenni.

Lenin y Bogdánov mantenían una relación de amor/odio político cuando se publicó Estrella roja. Bogdánov era uno de los líderes de la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (germen del futuro Partido Comunista ruso bolchevique) en los primeros años del siglo XX. Una vanguardia política revolucionaria en la que hasta el más tonto hacía relojes. Literalmente. No es que Bogdánov fuera un hombre formado, es que su currículum roza la parodia: científico, poeta, novelista, filósofo, economista y revolucionario marxista en sus ratos libres.

Los dos estadistas se acabaron tirando los trastos a la cabeza al final de esa década. Mientras Lenin se hacía poco a poco con el control del partido, Bogdánov se dedicaba a imaginarse la revolución que lideraría este nueve años más tarde.

La trama de Estrella roja es sencilla. Durante una visita de reconocimiento a Rusia, un infiltrado marciano de aspecto humano confiesa al militante revolucionario Lenni que Marte se rige bajo un sistema socialista. La revolución triunfó allí hace muchos siglos; en parte por unas circunstancias históricas más propicias que las de la Tierra. «La historia en Marte había sido más pacífica. Por supuesto que habían ocurrido guerras entre las distintas tribus, incluso lucha de clases. Pero la guerra jugaba un papel marcadamente menor, y no tardó en ser abandonada. Los marcianos tampoco habían conocido la esclavitud, y el feudalismo parecía una opción aislada e inusual. Nada parecido a nuestros ejércitos había sido creado», se lee en el libro.

Un sistema ideal

El terrícola viaja al planeta rojo (nunca mejor dicho) para analizar la sociedad marciana. Una argucia argumental utilizada por Bogdánov para plasmar su visión de una sociedad industrializada sin clases de un modo didáctico. Su Marte es una nación avanzada que combina un sistema de trabajo planificado con amplias dosis de libertad personal. Hombres y mujeres trabajan sin rechistar sin que nadie les obligue a ello; quizás porque la jornada laboral marciana es de, prepárense a vibrar, cuatro a seis horas diarias.

La ciudad marciana donde se aloja Lenni tiene parques kilométricos y una gigantesca sala de reuniones de uso común. Todas las casas son iguales: viviendas de dos plantas con techos transparentes que permiten el paso de luz celeste «de efecto tranquilizador». Niños de todas las edades crecen juntos en una serie de instituciones estatales (en compañía o no de sus padres). Todo aquel que desee suicidarse u optar por una «muerte pacífica y sin dolor» puede hacerlo en una habitación especial de los hospitales, de nombre tétrico (Salas de la Muerte) pero ambiente agradable: «La habitación tenía una vista increíble a través de sus paredes transparentes de un lago, un bosque y montañas distantes. Estaba decorada con estatuas artísticas y muebles lujosos y elegantes».

No menos vanguardista es su idea de la sexualidad del futuro, que no desentonaría en un ensayo actual sobre teoría de género y androginia; no sólo se ha alcanzado la igualdad laboral, sexual y afectiva sino que los dos sexos son indiferenciables a simple vista: «Por todas partes se veían pequeños de ojos grandes y género imposible de precisarse, ya que tanto los niños como las niñas vestían la misma ropa. Es más, incluso entre los marcianos adultos resultaba complicado distinguir a los hombres de las mujeres».

Predicciones acertadas

La futura revolución rusa no fue la única predicción acertada por el autor. También adelantó asuntos como la automatización de la producción, la fusión atómica y ¡el cine en 3D!: «Mediante la utilización de técnicas estereoscópicas, conseguían que la imagen del cinematógrafo apareciera en relieve […] Frente a cada butaca en el auditorio estaban colocados unos binoculares estereoscópicos para lograr que las dos imágenes parecieran unidas y causaran la impresión de las tres dimensiones».

También resaltan sus comentarios sobre los métodos de rejuvenecimiento marcianos. Los ciudadanos viven una larguísima juventud gracias a técnicas de renovación del tejido vital como las transfusiones de sangre entre personas. «Si se observan las condiciones apropiadas, no conlleva peligro alguno. Simplemente, la sangre de una persona continúa viviendo en el cuerpo de la otra, causando una profunda renovación de todos los tejidos de su cuerpo». Algo que el propio Bogdánov se encargó de convertir en una profecía autocumplida. Veamos.

Experimentos extraños

El escritor fue invitado a abandonar el partido durante la conferencia bolchevique de París (1909). Pero no podía parar quieto. Unió fuerzas con Gorki para crear una Escuela Proletaria en Capri, competencia directa de la abierta por Lenin en París. En 1913 abandonó la militancia revolucionaria para centrarse en la escritura de Tectología. La ciencia de la organización universal (1913-1922), un titánico esfuerzo conceptual por unir todas las ciencias sociales (cognitivas, físicas y biológicas) en una única categoría. Un anticipo claro de la cibernética.

Tras el triunfo de la revolución se convirtió en profesor de economía de la Universidad de Moscú y en director de la Academia Socialista de Ciencias Sociales. Fundó el movimiento de arte proletario Proletkult, que pasó de recibir el apoyo de las autoridades a ser purgado intelectualmente: Pravda les acusó en 1920 de ser una pandilla de «pequeños burgueses». El científico soviético perdió su asiento en el Comité Central en 1922.

A partir de entonces se dedicó en cuerpo y alma a la ciencia. En 1925 fundó el Instituto de Hematología para la Transfusión de Sangre con el objeto de replicar la larga juventud de los marcianos de Estrella roja. Maria, hermana de Lenin, fue una de las más entusiastas voluntarias de estos experimentos. Bogdánov se sometió a 11 transfusiones. Su antiguo compañero de viaje revolucionario, Leonid Krasin, llegó a escribir a su mujer para asegurar que «Bogdánov parecía 10 años más joven».

En un giro bizarro de los acontecimientos, Bogdánov y Krasin propusieron al Comité Central crionizar el cerebro de Lenin (muerto en 1924) para resucitarlo en un futuro pero, pese a comprar los artilugios necesarios para hacerlo, su extravagante propuesta fue rechazada. Pero nada ni nadie podía detener a estas alturas a un desmelenado Bogdánov, que llegó a escribir esos días que soñaba con rejuvenecer a Stalin (una inquietante posibilidad que daría para un guión de terror y ciencia ficción: Stalin 2010. Más joven que nunca).

Pero el sueño de un revolucionario soviético de vida eterna se esfumó trágicamente: Bogdánov murió en 1928 tras inyectarse sangre de un estudiante (L. I. Koldomasov) con malaria y tuberculosis cuyo grupo sanguíneo no coincidía con el suyo. ¿Accidente o suicidio? Nunca se supo, pero siempre nos quedarán libros como Estrella roja. «En un momento en el que la burguesía se ha olvidado de cómo mantener la esperanza por un futuro mejor, e incluso sus fantasías son fantasías de devastación, la novela abiertamente utópica de Bogdánov nos invita a imaginarnos un mundo diferente», zanja Edmund Griffiths en el prólogo de la novela. Conclusión: otro Marte es posible.

http://www.publico.es/culturas/311454/comunistas/marte