Romaric Godin

Artículos

Es una obra que se repite una y otra vez en el espectáculo general de la economía. A intervalos regulares, un armario se abre y un ministro de finanzas descubre con horror la existencia de instrumentos de deuda que él mismo ha colocado en el armario. Sobreviene un pánico general bien ensayado, con portazos y todo el mundo clamando bancarrota, apelando a la responsabilidad y amenazando con un ataque a los mercados financieros.

A pesar de una profunda crisis económica, los tres partidos en el poder en Berlín -Liberales, Verdes y Socialdemócratas- se han puesto de acuerdo en una política de recortes agresivos del gasto. Una estrategia arriesgada, tanto económica como ecológicamente.

La crisis parece no tener fin en el país del Sol Naciente, que ha sido superado por Alemania en la clasificación del FMI de las mejores economías del mundo. Aunque esta «clasificación» es discutible, revela los defectos de un gobierno que se esfuerza por encontrar soluciones a los problemas a los que se enfrenta desde hace décadas.

Tres años y medio después del inicio de la crisis sanitaria, la economía mundial no ha recuperado el impulso de antaño. Y las perspectivas no son nada tranquilizadoras.

Henryk Grossman fue un economista y militante que, desde Alemania en 1929, intentó describir el funcionamiento del capitalismo a partir de su tendencia al colapso. Pero su texto, nunca traducido al francés, es ante todo una reflexión sobre la organización de las luchas y las crisis. Un tema de gran actualidad.

En el verano de 1923, el banco central alemán, el Reichsbank, emitió los primeros billetes en millones de marcos. Tres meses más tarde, se contarían por cientos de miles de millones. Una mirada retrospectiva a un acontecimiento traumático para Alemania que ha sido instrumentalizado durante mucho tiempo.

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