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Tres años y medio después del inicio de la crisis sanitaria, la economía mundial no ha recuperado el impulso de antaño. Y las perspectivas no son nada tranquilizadoras.
Henryk Grossman fue un economista y militante que, desde Alemania en 1929, intentó describir el funcionamiento del capitalismo a partir de su tendencia al colapso. Pero su texto, nunca traducido al francés, es ante todo una reflexión sobre la organización de las luchas y las crisis. Un tema de gran actualidad.
En el verano de 1923, el banco central alemán, el Reichsbank, emitió los primeros billetes en millones de marcos. Tres meses más tarde, se contarían por cientos de miles de millones. Una mirada retrospectiva a un acontecimiento traumático para Alemania que ha sido instrumentalizado durante mucho tiempo.
El informe sobre la transición ecológica del economista Jean Pisani-Ferry, cercano desde hace tiempo a Emmanuel Macron, se inscribe en un movimiento más amplio de descalificación del concepto de decrecimiento. Estos esfuerzos reflejan una posición de debilidad de los poderosos, que aún está por explotar políticamente.
Un año después de la invasión rusa de Ucrania la resistencia de la economía rusa ha sorprendido a más de un experto occidental. Cuando, a raíz del 24 de febrero de 2022, Estados Unidos, Europa y Japón comenzaron a imponer una batería de sanciones contra Moscú, algunos, como el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, predijeron un colapso total de la economía rusa, mientras que otros vaticinaron una caída del 10% de su PIB.
El pasado 27 de octubre, en el programa de televisión en el que era el héroe, el presidente de la República, Emmanuel Macron, rechazó doctamente la idea de una indexación general de los salarios. Y, como tiene costumbre, usó la pedagogía para explicar su posición: “Si se utiliza una indexación automática para toda la cadena de salarios, se consolida el alza de precios y se produce un bucle precios-salarios que ya no se detiene”. La misa estaba dicha y, al parecer, la ciencia había hablado por boca del presidente.
El verano de 2022 demuestra que la guerra en Ucrania no ha relegado a un segundo plano la tensión entre China y EE UU, sino todo lo contrario. Si a menudo esta tensión se considera, no sin razón, expresión de un combate entre imperialismos que compiten entre sí, también es fruto de las contradicciones de la hegemonía estadounidense sobre el capitalismo. Y de cierta ceguera de esta potencia.
El estallido de la inflación llevó a las élites políticas a removilizar las narraciones de los años 1970. Pero esta crisis es ante todo una crisis profunda del capitalismo contemporáneo, de sus impasses y de su gestión.