W. H. Auden, Chistopher Isherwood, The ascent of F-6, Faber. Decididamente, los thirties están muy lejos. El contenido de estas obras es un porridge de Marx y Freud, de una ingenuidad que hoy no se tragaría ni un discípulo de Manuel Sacristán. Y la forma es inviable… Gabriel Ferrater, Noticias de libros, página 210. Meses […]
W. H. Auden, Chistopher Isherwood, The ascent of F-6, Faber. Decididamente, los thirties están muy lejos. El contenido de estas obras es un porridge de Marx y Freud, de una ingenuidad que hoy no se tragaría ni un discípulo de Manuel Sacristán. Y la forma es inviable…
Gabriel Ferrater, Noticias de libros, página 210.
Meses después de la publicación del segundo volumen de las memorias de Carlos Barral, Manuel Sacristán fue entrevistado por Josep-Miquel Servià. Un ensayo sobre Gabriel Ferrater [1] que fue publicado en 1978 y que estuvo prologado por Josep Maria Castellet -«L’ombra de Gabriel Ferrater»- fue el motivo. El volumen de Servià, un libro de bolsillo de 126 páginas, ganó el II Premio Gaziel de periodismo.
Servià escribió una aproximación a la vida y obra del poeta catalán a partir de sus propias reflexiones y de entrevistas y comentarios de, entre otros, Xavier Amorós, Joan Ferraté, hermano del poeta, Narcís Comadira, Antonio de Senillosa, Antoni Comas, Carlos Barral, José Agustín Goytisolo, J. V. Foix, Joan Vinyoli, Helena Valentí, Joaquim Horta, Eduard Bonet, Josep Maria Nadal y el propio Sacristán. Cerraba el libro una antología de poemas sobre Gabriel Ferrater. Foix, José María Valverde, José A. Goytisolo, Comadira, Costafreda, Vicent Andrés Estellés, Salvador Oliva y Miquel Desclot son algunos de los poetas seleccionados.
Jaime Gil de Biedma, en diálogo con Carlos Barral, comentaba en su aportación: «Yo creo que la poesía, para él [Ferrater], era un continuo seducir. Yo recuerdo, divertido, los choques entre Sacristán y él que eran dos grandes seductores de la juventud. Aparte de sus respectivas y profundas antipatías, se disputaban el mundo de la juventud. Era un problema de seducción. Gabriel hubiera disfrutado viviendo con todos sus amigos en una especie de comuna, donde les hubiera tenido permanentemente a su disposición para hacerles oír su última idea pintoresca». Sacristán comentó matizadamente esta observación sobre seductores en disputa del autor de la «Canción del aniversario».
Su intervención, veintidós años después de la detención del poeta reusense, está recogida en las páginas 45-50 del libro. Probablemente fuera inicialmente sería una entrevista grabada. Josep-Miquel Servià no incluyó sus propias preguntas en la edición de la conversación y es probable que recortara algunos pasajes de los comentarios del entrevistado que considerada no esenciales. No he podido conseguir copia de la probable grabación.
Salvo error por mi parte, Sacristán nunca se refirió a esta entrevista en algún texto posterior. Copio los pasajes recogidos en el libro de Servià siguiendo sus propias separaciones. Añado algunas observaciones para completar la información o para disolver algunos nudos:
1. «Yo había entregado el artículo hacía tiempo al aparato clandestino del PSUC. Ellos lo habían pasado a otro papel, con otra máquina, como es natural, y eso complicó las cosas a la hora de la identificación. Por otra parte, le habían puesto como firma el pseudónimo «Víctor Ferrater». Fue esto lo que llevó a la policía a detener a Gabriel. No sé por qué despreciaron el «Víctor», que era precisamente mi nombre de partido entonces».
Sacristán entregaría el artículo en el segundo semestre de 1956 (pongamos, en octubre o noviembre del año de su vuelta de Alemania, de Instituto de lógica de Münster). Fue uno de los primeros trabajos de crítica literaria marxista escritos por él. El texto que manejó la policía pudo ser el ejemplar entregado por el propio Sacristán al aparato clandestino del partido o, tal como él mismo apunta, la copia realizada con algún responsable del PSUC. La segunda hipótesis es mucho más probable: Sacristán no pudo firmar un artículo sobre un poeta comunista para una revista comunista con un apellido que jamás usó y utilizando, torpeza inconcebible en su caso, el apellido de un compañero de Laye, con el que figuraba como él entre los redactores de la «inolvidable», y con el que, por lo demás, seguía viéndose en la casa de Carlos Barral en Barcelona.
En ningún caso tuvo la policía en aquellos momentos la revista, el ejemplar del primer número de Nuestras Ideas. La detención de Ferrater se produjo en febrero de 1957 y el número de Nuestras ideas donde apareció la aproximación a la Ora marítima de Alberti se editó en mayo-junio de ese mismo año. En el sumario de este primer número de NI puede leerse: «Dificultades diversas de orden técnico, derivadas de las condiciones complicadas en que nos vemos obligados a publicar la revista, han impuesto un retraso en la salida del primer número. A causa de esta circunstancia, que lamentamos, ha transcurrido más tiempo del normal entre la redacción de algunos artículos -la mayor parte procedentes de España- y su aparición. Creemos, sin embargo, que conservan su interés fundamental» [2]
El «nombre de guerra», el nombre de partido de Sacristán, eran tiempo de silencio, resistencia y penumbra, era entonces «Víctor Ripoll». En sus informe al Partido, Sacristán usó a lo largo de 1956 y 1957 el nombre de «Ripoll» [3]. «Víctor» o «Víctor Ripoll» serían seguramente los nombres que pudieron figurar en el escrito entregado por él. El militante del PSUC que hizo copia del texto, pudieron ser varias, cambiaría o añadiría el apellido: por error, por confusion con el nombre de otro compañero del Partido, o bien por alguna extraña razón o asociación cuya génesis no resulta fácil conjeturar.
Sea como fuere, vuelvo a insistir, es imposible de imaginar que Sacristán usara un nombre que nuncó usó y que eligiera, además, el apellido de una persona con la que se seguía viendo con regularidad y con la que «competía en asuntos de seducción de jóvenes». Las normas de seguridad, que siempre tuvo muy en cuenta Sacristán, impiden abonar esa remota posibilidad.
Por lo demás, que el error, que la confusion, fuera del propio Sacristán, que el firmara ‘Ferrater’ donde quiso escribir ‘Ripoll’, es prácticamente imposible.
El artículo dedicado a la Ora marítima de Alberti, publicado como se apuntó cuatro meses después de la detención de Ferrater, usa las iniciales V.F. Ni en el sumario ni en la firma que figura al final del escrito de Sacristán aparece el nombre de «Víctor Ferrater».
2. «(…) Pude arreglar las cosas, aunque tuve que jugar demasiado fuerte. Convencí a la policía de que el autor de aquel artículo era yo, y además quedé en libertad (…) De todos modos, ése ha sido el más difícil de todos los interrogatorios que me han hecho en la Brigada Social, y me hizo bastante daño años más tarde»
Con «bastante años más tarde», creo que Sacristán señala a detenciones policiales posteriores. En una de ellas coincidió en el calabozo con Pere Portabella. Sobre el comportamiento político de Sacristán, sobre su «visita» a la comisaría de Vía Laietana, uno de los principales centros de tortura del fascismo en Catalunya, Miguel Núñez, el malogrado militante histórico del PSUC, por aquel entonces responsable político de Sacristán y su enlace con la dirección del partido, señaló en una entrevista de finales de los noventa [4]: «[…] Para mí, la cuestión, siendo aparentemente incomprensible, es comprensible en la formación que entonces tenía Manolo: cruce de valores falangistas como «honor» y «lealtad» (…) y su sentido de responsabilidad de no consentir que otro pagase por él. Manolo, creo yo, actuó con un impulso moral más allá de cualquier otra reflexión. Se olvidó de que era un dirigente político clandestino y de que se debía a la organización y salió para liberar al inocente. Además, Manolo no se planteó que él pudiera poner en peligro a la organización, porque él estaba seguro de que, llegado el caso, no le arrancarían ni una palabra contra ningún camarada. Si se comprometía por uno, ¿cómo iba a comprometer a otros? Conociéndole, así interpreté yo las cosas en aquel momento. Cuando, tomando las sabidas precauciones, pudimos vernos, él reconoció que su «noble comportamiento» había podido poner en peligro a la organización. Pienso que, tal vez, su manera de actuar fue tan insólita que la policía le consideró más bien como un marxista-leninista teórico que organizativo».
El énfasis es del propio Miguel Núñez. Dejo sin comentar ese cruce de valores al que señala el dirigente comunista. Teniendo en cuenta las caídas del Partido, a las que me referiré en algún escrito posterior, que se produjeron en aquellas fechas, la bronca política que Núñez debió lanzarle a Sacristán no debió ser suave. Los gritos se oorían desde la Mancha.
Desde un punto de vista estrictamente partidista, tiene razón Núñez, la entrega de Sacristán fue una locura; desde un punto de vista moral la acción adquiere otros calificativos muy alejados y una ejemplaridad infrecuente.
3. «Por el momento, en cambio, quedé muy satisfecho. Gabriel me invitó a su casa al salir de Jefatura, bebimos algo y él llamó por teléfono a unos cuantos amigos hablando efusivamente de mí. Me pareció que nuestra amistad ganaba mucho con el incidente. Pero luego quedó claro que en todo aquel asunto, tan condenable desde el punto de vista de las normas de conspiración, el tiro me salía por la culata. Como enseñan las comedias de Marivaux, si quieres que alguien te quiera, tienes que conseguir que te salve la vida él, no salvársela tú. Si haces a alguien un favor demasiado espectacular, el beneficiario acaba resentido contra ti. Hay que añadir a eso que los intelectuales no son gente muy preparada para comprender las motivaciones de la aceptación del riesgo personal. El caso es que el cabo de un año algunos amigos de Gabriel iban diciendo que si yo había conseguido aquel tour de force en Jefatura tenía que ser un agente de la policía. Y eso lo decía buenísima gente, a la que después he tenido la suerte de oír la opinión contraria: por ejemplo, Margarita Petit».
Se comprende la referencia a Marivaux visto lo visto, conocidos los comentarios que circularon en Barcelona sobre una acción, la suya, que sólo merece notas de admiración y caras de sorpresa.
Como veremos, por este mismo sendero, por la infamia, imprudencia o confusión de considerarle un agente, amigo o colega de la policía fascista, pero mucho más grave aún dado el conocimiento que entonces se tenía y las circunstancias que el país atravesaba, transitó el hermano del poeta, Joan Ferraté, en sus declaraciones a El País de 1986, nueve meses después del fallecimiento de Sacristán (agosto de 1985). En mi opinión, un anticomunismo visceral, una animadversión manifiesta, le dificultó la reflexión y el razonamiento discursivo.
Por lo demás, el apunte de Sacristán sobre la satisfacción de Gabriel Ferrater por su comportamiento coincide con lo expuesto por Barral en el segundo volumen de sus memorias.
4. «(…) Para mí, la cualidad más destacada de Gabriel era la gran inteligencia: una excepcional capacidad de abstracción, aplicada, como es debido, a entender las cosas con gran concreción. Eso me enamoraba en él. Dicho sea de paso, mi relación con Gabriel era de enamoramiento no correspondido. He oído a veces decir que entre Gabriel y yo había una competición. Eso no es verdad. Vivíamos en mundos muy diferentes, de modo que no veo que hubiera nada por lo cual pudiéramos competir los dos. La verdad es que yo sentía admiración y gusto por él y él no los sentía por mí. Eso es todo. No creo que sus momentos de hostilidad nacieran de un ánimo competitivo. Creo más bien lo que una vez opinó al respecto un amigo común: Gabriel me reprochaba en el fondo mi actividad militante ilegal por el riesgo que ella supusiera para otros. Creo que él pensaba -magnificando lo que yo hacía y subestimando la autonomía de la decisión de otros- que en cualquier detención, tortura o condena de universitaria yo había de ser un poco culpable. Es un típico giro mental conservador (el mismo exactamente que razonó mi expulsión de la Universidad), pero, en todo caso, es más noble que la competición entre intelectuales».
Sacristán se refiere aquí a los comentarios de Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma quienes, abonándose mutuamente en la valoración, han hablado como hemos visto de esta competencia entre seductores intelectuales.
Con hipótesis algo arriesgada, creo que el amigo común al que se refiere Sacristán es Xavier Folch.
Es probable que Ferrater no tuviera gusto por Sacristán pero tengo dudas sobre la inexistencia de admiración por su parte. Tampoco estoy convencido de que la consideración de Ferrater sobre la militancia de Sacristán y los riesgos que en otros comportaba se mantuviera inalterable.
5. «(…) De todos modos, yo me hago la ilusión de que desde finales del 67 mejoró nuestra relación, probablemente desde su encuentro con los neovanguardistas en Vallvidriera y desde que, en una conversación que tuvimos sobre unos versos de Da nuces pueris, pudimos aclarar algunos equívocos organizados por distinguidos correveidiles»
Sacristán y Gabriel Ferrater coincidieron en 1970 en el encierro de Montserrat. Todos los testimonios conocidos, Pere Portabella es uno de ellos [5] pero no es el único, hablan de cordiales relaciones entre ambos
Salvo error por mi parte, la versión alemana del manifiesto que se editó y aprobó en el encierro defendiendo a los procesados en el consejo de guerra de Burgos fue escrita a la limón por ambos.
6. «(…) Yo no soy lingüista, ni conozco bien el trabajo de Gabriel en lingüística. De todos modos, creo que lo mejor suyo es la poesía. En ella se realizó su delicado modo intelectual, su capacidad de reconstrucción de concreciones a través de mucho filo analítico y de mucha abstracción. Y tan buenos como su poesía eran los mejores ratos de su conversación».
No se conservan en Reserva de la Biblioteca Central de la UB anotaciones de Sacristán sobre la poesía de Gabriel Ferrater.
Por otra parte, Sacristán se suma aquí a los que han admirado los buenos momentos de conversación del poeta. Gil de Biedma, por ejemplo, coincidió en su juicio sobre este punto con Sacristán.
7. «(…) Sí, era muy esencial en todo. El que dejara las cosas a medio hacer no quiere decir que no fuera esencial. Recuerdo que, cuando él empezaba a interesarse por la lógica, le dejé un ejemplar de la primera edición del tratado de Hilbert-Ackermann, que ya entonces era un rareza bibliográfica. Yo acababa de conseguirlo en anticuariado y todavía no lo había abierto. Cuando me lo devolvió, Gabriel había corregido cuidadosamente las erratas. La impresión de que fuera superficial porque dejaba cosas a medio hacer es engañosa. Gabriel era concienzudo, y esta condición no siempre es favorable para el currículo».
Sacristán se refiere aquí al ensayo –Elementos de lógica teórica, Grundzüge der Theoretischen Logik– que publicó Tecnos en la colección «Estructura y función» que dirigió Enrique Tierno Galván. La traducción del texto alemán corrió a cargo de Víctor Sánchez de Zavala y se editó en 1962 con reimpresión en 1968 (La segunda edición castellana fue en 1975). Sin poder precisar fecha, el préstamo de Sacristán pudo ser hacia mediados o finales de los sesenta.
Sin poder afirmarlo con total rotundidad, el ejemplar anotado del volumen de Hilbert y Ackermann por Gabriel Ferrater al que se refiere Sacristán está depositado en la Biblioteca de la facultad de Filosofía de la UB.
8. «(…) Yo creo que, lejos de ser muy seguro de sí mismo, era muy tímido. Era desaforadamente pudoroso -así lo habría dicho él de otros-, muy afectivo y con mucha necesidad de comunicación. Por eso exageraba, por compensación, y entonces podía parecer arrogante…(…) Su muerte me apabullo como un desastre. No la esperaba. Al contrario. Desde que creía comprender la seguridad de su poesía, tenía la impresión de que su vida estuviera ya pacificada. A mí me parecía que Gabriel estaba mejorando. Los últimos años de su vida no estaba ya tan púdico, ni tan crispado».
La muerte de Gabriel Ferrater coincidió con una época difícil en la vida de Sacristán, entonces saliendo poco a poco de una fuerte depresión. Pudo ser un duro golpe también para él.
Al hablar de los últimos años de su vida, acaso Sacristán se estuviera refiriendo a su relación durante el encierro de Montserrat.
9. «(…) No, de mi relación con él no me arrepiento de nada. O quizá me arrepiento de una cosa: de una comprensión utópica de la amistad, un orgullo tonto que impide pelear contra la mezquindad. Tal vez si yo hubiera condescendido a refutar mentirillas malévolas, Gabriel se habría equivocado menos en algunas cosas».
Públicamente, esta conversación fue la única vez que Sacristán habló de la detención de Gabriel Ferrater y de su comportamiento. Ni siquiera en su correspondencia con amigos que pudieron conocer lo sucedido habló de este tema en alguna ocasión.
Ocho años más tarde, nueve meses después del fallecimiento de Sacristán, el hermano del autor de Les dones i els dies, Joan Ferrater, hacía unas declaraciones a El País. Sin que fuera la única ocasión, las críticas infundadas, los ataques a Sacristán, no eran notas menores de una página muy escondida.
Notas:
[1] Josep-Miquel Servià,. Gabriel Ferrater, reportatge en el record. Editorial Pòrtic, Barcelona, 1978 (pròleg de Josep M. Castellet).
[2] Puede verse una reproducción del sumario de este primer número de Nuestras Ideas en Jordi Cornudella y Núria Perpinyà (eds), Àlbum Ferrater. Quaderns crema, Barcelona, 1993, p. 104.
[3] Debo estas informaciones, y varias pistas decisivas, al historiador Giaime Pala, al que me referiré en alguna otra ocasión.
[4] Entrevista personal con Miguel Núñez, inédita en papel. Se conserva el manuscrito en Reserva de la BC de la UB, fondo Sacristán. Sin inconsistencia sobre este nudo, véanse sus declaraciones para los documentales «Integral Sacristán» de Xavier Juncosa.
[5] Véanse sus declaraciones a Xavier Juncosa para los documentales «Integral Sacristán» (El Viejo Topo, Mataró-Barcelona, 2006)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.