Recuerdo, por su interés para la narración, un breve pasaje de las Memorias de Carlos Barral sobre la detención de Gabriel Ferrater y el comportamiento de Sacristán: «(…) Excarcelados esa misma noche, tras una inesperada sesión paternalista en la que la confesión de Manolo convirtió el previsto careo, nos llamaron a San Elías, donde seguíamos […]
Recuerdo, por su interés para la narración, un breve pasaje de las Memorias de Carlos Barral sobre la detención de Gabriel Ferrater y el comportamiento de Sacristán: «(…) Excarcelados esa misma noche, tras una inesperada sesión paternalista en la que la confesión de Manolo convirtió el previsto careo, nos llamaron a San Elías, donde seguíamos acuartelados, y nos reunimos con ellos en casa de Gabriel. Entre vodka y vodka, el héroe [GF] contó la historia con mucho ingenio y lujo de pormenores. Finalmente aliviados, libres de esa fiebre que no sólo es tensión y angustia y que se va dramatizando a medida que dura y se exaspera, a menudo hasta el ridículo, nos divertimos todos mucho. Gabriel parecía emocionado por el gesto del filósofo«.
No hubo más intervenciones ni matizaciones sobre lo sucedido después de la conversación de Sacristán con Josep-Miquel Servià [2]. Sin embargo…
Manuel Sacristán falleció a finales de agosto de 1985. Unos ocho mes más tarde, 8 de mayo de 1986, Joan Ferraté (JF), hermano del poeta, era entrevistado por Rossen Arqués y Toni Munné -quien años atrás había entrevistado también a Sacristán para El Viejo Topo junto a Jordi Guiu [3]- para el diario independiente de la mañana [4].
Joan o Juan Ferraté se había embarcado en Barcelona, el 10 de octubre de 1954, rumbo a La Habana. Su destino último era Santiago de Cuba, en cuya Universidad de Oriente iba a ejercer de profesor titular extraordinario de lenguas clásicas hasta octubre de 1960. Él mismo JF ha hablado de la dictadura de Batista, establecida tras el golpe de estado de 10 de marzo de 1952, y de que «la banda armada (sic) liderada por Fidel Castro» ya había tenido ocasión de atacar el Cuartel Moncada el 26 de julio del año anterior. No le fue fácil adaptarse a aquel medio que le «tuvo sumido un mes tras otro en el mayor desconcierto hasta que, por fin, decidí otorgarme seis meses de vacaciones por motivos de salud» [5]. Con el consentimiento, sin duda generoso, como él mismo reconoce, de la universidad de Santiago de Cuba, Joan Ferraté regresó a España, donde estuvo «otra vez de visita» entre el 20 de octubre de 1956 y el 29 de abril de 1957. La detención de su hermano se produjo en febrero de 1957, mientras él estaba de vacaciones en Barcelona.
En sus declaraciones a El País en mayo de 1986, JF afirma cosas del siguiente tenor: «He visto que se han dicho cosas sobre Gabriel realmente monstruosas, sobre todo en aquel libro del señor Servià…». Entre las cosas más asquerosas, més porques, que aparecían en el ensayo de Servià estaban los comentarios y declaraciones de políticos como Antonio de Senillosa (PP) y Maria Aurèlia Capmany (PSC-PSOE). Pero, prosigue JF, lo que había sido realmente indignante era «la poca vergüenza de Manuel Sacristán». Según JF, Sacristán dio una versión completamente falsa de lo que pasó, una situación, señala, en la que él se vio obligado a intervenir directamente. La siguiente es su versión de lo sucedido:
La policía detuvo a Gabriel Ferrater cuando volvía de Madrid. Lo detuvieron en el tren y lo trasladaron a la Jefatura de Policía de Barcelona. Él, que estaba entonces en la ciudad, se acercó a la comisaría «a ver qué pasaba», así lo cuenta en la entrevista. Pudo ver a su hermano y pudo verificar que no estaba herido, que no tenía nada roto.
JF volvió al día siguiente, sábado por la mañana, recuerda, para hablar con el temible comisario Creix [6], quien le interrogó e intentó hacerle pasar miedo. Fue entonces cuando pudo ver la causa de la detención de su hermano: el artículo sobre la Ora marítima de Alberti. No pudo ver quien firmaba el escrito pero en seguida que vio aquellos papeles «le pareció que la letra de la máquina de escribir era la de Sacristán», la que ya usaba en los tiempos de Laye.
Al salir de comisaría, JF se fue inmediatamente a ver a Sacristán, a quien le explicó la situación sin comentarle inicialmente nada del artículo. Entonces, «sin mirarlo a la cara» (sic), le preguntó: ¿tú has escrito un artículo dedicado a la Ora marítima de Alberti? Sacristán, sin dudarlo («uno o dos segundos más tarde», ¡hasta tal punto es exacta y precisa la memoria de JF tres décadas después de la conversación!), le respondió afirmativamente. JF le comentó que ése era precisamente el motivo de la detención de su hermano. ¿Por qué, le preguntó, un artículo que has escrito tú ha pasado a ser motivo de sospecha contra Gabriel? Según JF, sin precisar esta vez cuanto tiempo tardó en hacerlo, Sacristán le respondió que él había firmado el escrito como «Víctor Ferrater».
(Recordemos que este punto no hay coincidencia con las declaraciones de Sacristán a Servià en 1978 ni con lo que sabemos hoy sobre los nombres de Partido de Sacristán, sus «nombres de guerra», ni tampoco con la prudencia organizativa desplegada por Sacristán a lo largo de sus años de militancia y clandestinidad, especialmente durante los años cincuenta y sesenta).
JF señaló a Sacristán su error, el error de su firma, y le propuso hacer las maletas e irse a París, dejando un papel firmado en el que se hiciera responsable del artículo. Él mismo le comentó que lo llevaría a comisaría dos días después, el lunes por mañana. JF, señala, añadió inmediatamente: «es obvio que si no lo dejas también pienso ir» (Vale la pena retener este punto, al que con ocasión de un artículo posterior el propio Joan Ferraté se referirá).
Sacristán no aceptó la propuesta. Si se puede hablar en estos términos, la mejoró. Le comentó en aquella conversación al propio JF, como ocurriría en otras ocasiones [7], que no deseaba ser un exiliado profesional y que él mismo se presentaría en comisaría el lunes por la mañana. ¡Presentarse voluntariamente en la comisaría de la policía fascista barcelonesa alguien que era en aquel momento, y a pesar de sus escasos once meses de militancia, uno de los responsables del comité universitario del PSUC, el principal partido de la oposición antifranquista, el partido de los fusilados, perseguidos y exiliados, el partido de la Pasionaria y Miguel Hernández!
Así fue, así obró Sacristán. Y, según JF, «se entendió espléndidamente con el señor Creix». El fascista Creix, según JF, le dijo a Sacristán «que él era muy comprensivo y que entendía muy bien que los intelectuales no podían dejar de interesarse por cosas que en manos de otra gente serían muy peligrosas». Etcétera, añade JF.
Es obvio que JF no estuvo presente en el careo de Sacristán con Creix. Estaba probablemente en cama, angustiado por la situación, según contó posteriormente. Es obvio también que Sacristán jamás dio esa versión de la, digamos, conversación. Se dirá: ¿cómo iba a darla? Bueno, puede decirse eso como puede decirse cualquier cosa consistente. Y es obvio igualmente que, en ese caso, JF debió tener como fuentes de información el mismo comisario Creix, cosa improbable; algún policía torturador presente en el encuentro, conjetura también inverosímil; algún comentario de segunda mano de algún funcionario policial, hipótesis poco atendible teniendo en cuenta las relaciones sociales de JF en aquel entonces, o bien, si lo anterior no tiene mucho sentido, ocurrió simplemente que la imaginación de un crítico literario alzó su vuelo al cabo de tres décadas ya que la memoria, nuestra memoria, incluida la de JF, no suele acuñar exactamente algunas monedas.
No acaba aquí la versión del prestigioso crítico. Dejaron ir a Gabriel, prosigue JF en la conversación con Arqués y Munné; Sacristán «es va fer petons amb el Creix», tuvo, pues, una excelente relación, casi de colegas, con el comisario fascista torturador, y tan amigos. Luego vino la celebración. Joan Ferraté, lo cuenta él mismo, «había pasado una semana de tensión inmensa y estaba en la cama». Ellos, Gabriel y Sacristán, llegaron de comisaría a la casa de los Barral en la calle San Elías contentos y libres.
Ahora bien, nuevo giro del que fuera profesor de la Universidad de Santiago, lo que explicó Sacristán en la conversación con Servià -recuérdese: ocho años antes, sin réplica por parte de JF hasta entonces- «sin hacer referencia a mi intervención», señala, es que él había firmado el artículo con el nombre de guerra de Víctor y que fue la gente a la que había pasado su escrito quien había añadido «Ferrater» al pasarlo a otra máquina, «mintiendo sobre la pista que me sirvió a mi para identificarlo como escrito por él».
¿Mintiendo? ¿Por qué? JF parece no tener en cuenta que la policía fascista española pudo obtener, con sus procedimientos habituales, una de esas copias, o acaso ambos escritos, el original de Sacristán -que él pudo ver, sin poder comprobar la firma según había apuntado- y la copia realizada por algún responsable político del PSUC. Ni que decir tiene que la máquina de Sacristán, no estoy en condiciones de asegurar la marca que usaba en aquellos años, no era un ejemplar único en su género en Barcelona.
Después, concluye JF, Sacristán se lamenta en su conversación con Servià, queriendo decir que no tenía motivos para ello, que corriera la voz que él fuera un agente de la policía fascista española. Eso sí, Sacristán no afirma en la entrevista que ese bulo proviniese de Gabriel Ferrater. ¡Menos mal!, añade Ferraté con estúpido sarcasmo.
Xavier Folch respondió a los comentarios de JF pocas semanas después [8]. Explicó en primer lugar las razones que le empujaban a intervenir en la polémica: Sacristán no podía hacerlo y él mismo vivió los hechos desde muy cerca. En aquellos años, en 1957, él tenía trato diario con Sacristán. El responsable de Edicions 62, entonces militante y posteriormente dirigente del PSUC, recuerda que una tarde, sería la tarde del lunes siguiente al sábado en el que JF fue a la comisaría de Laietana a interesarse por su hermano, finalizada la clase de «Fundamentos de Filosofía» de primer curso que Sacristán impartía en el viejo edificio de la UB en la plaza Universidad de Barcelona, siguieron ambos un itinerario insólito y para él inesperado: caminaron juntos hasta la esquina de la Vía Laietana, cerca de la temible y temida Jefatura Superior. Folch recuerda que Sacristán llevaba un maletín con los medicamentos que tenía que tomar para la tuberculosis renal.
Sin poder usar documentación que entonces no estaba a su alcance, basándose en su memoria de lo sucedido, Folch denuncia las calumnias de JF. Ésta por ejemplo: «Sacristán se entendió perfectamente con el señor Creix».
Afirma Folch, por otra parte, que él puede asegurar que los Creix, eran dos hermanos, ambos fascistas y torturadores, odiaban visceralmente a Sacristán, «con una vehemencia difícil de explicar, y con una capacidad de odio» que él sólo había visto en algunos fascistas. En su opinión, la policía dejó a Sacristán en libertad porque la acusación, ser autor del artículo de una revista que circulaba legalmente en Italia, era demasiado insignificante (Folch desconocía en aquel momento que Nuestras Ideas se editó meses más tarde y que el artículo que estaba en manos de la policía no era el escrito editado sino una copia encontrada en lugares singulares y con los procedimientos habituales de la policía fascista). Para Folch, los Creix era fascistas pero competentes en «su oficio». Sabían que el coste político de un proceso contra Sacristán sólo podía resultar rentable si podían condenarlo a unos cuantos años de cárcel.
Joan Ferraté respondió a Xavier Folch una semana más tarde. Los «argumentos» esgrimidos superan cualquier hipótesis imaginable. Vale la pena detenerse con calma en ellos.
Notas:
[1] Carlos Barral, Memorias, Barcelona, Península, pp. 358-359.
[2] Josep-Miquel Servià,. Gabriel Ferrater, reportatge en el record. Editorial Pòrtic, Barcelona, 1978 (pròleg de Josep M. Castellet).
[3] «Una conversación con Manuel Sacristán». Ahora recogida en De la Primavera de Praga al marxismo ecologista. Entrevistas con Manuel Sacristán Luzón. Madrid, Los Libros de la Catarata, 2004 edición de Francisco Fernández Buey y Salvador López Arnal, pp. 91-114.
[4] El País, suplemento Quadern, 8 de mayo de 1986, página 4. Puede verse ahora lo esencial de la conversación en Jordi Cornudella y Núria Perpinyà (eds) Àlbum Ferrater. Barcelona, Quaderns Crema, 1993, pp. 106-107.
[5] Juan Ferraté, Jaime Gil de Biedma. Cartas y artículos, Barcelona, Quaderns Crema, 1994.
[6] Joan Ferraté recuerda la ocurrencia del poeta catalán Joan Oliver, Pere Quart, sobre Creix -‘crece’ en castellano si se toma el significado de la palabra en catalán-, sobre el torturador fascista: «Creix, però no et multipliquis» (Crece, pero no te multipliques).
[7] Véase la entrevista con Ettore Casari para los documentales de Xavier Juncosa, Integral Sacristán, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2006.
[8] El País, suplement Quadern, 1 de junio de 1986. Véase ahora su artículo en Jordi Cornudella y Núria Perpinyà (eds) Àlbum Ferrater. Ed cit, pp. 108-109.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.