La infografía [1] que ocupa la primera página del diario londinense The Independent del 25 de mayo de 2010 representa en forma de montaña el monto total de la deuda pública de Gran Bretaña (la mayor de Europa) y, comparativamente, los recortes del gasto público anunciados por el nuevo gobierno liberal-conservador de Su Majestad. Estos […]
La infografía [1] que ocupa la primera página del diario londinense The Independent del 25 de mayo de 2010 representa en forma de montaña el monto total de la deuda pública de Gran Bretaña (la mayor de Europa) y, comparativamente, los recortes del gasto público anunciados por el nuevo gobierno liberal-conservador de Su Majestad. Estos recortes que en buena parte afectan (cómo no) al gasto social del Estado británico y que ascienden a 6.250 millones de libras (más de 7.300 millones de euros) para el ejercicio fiscal 2010-2011, parecen muy poco si lo comparamos con la montaña de libras que eleva la soberana deuda del Estado británico a la estratosférica cifra de 893.400 millones de libras. Las cifras de esta montaña producen vértigo, pero más aún si echamos un rápido vistazo a lo que en realidad suponen.
Los gobiernos de la Unión Europea, con el español y el griego a la cabeza, han dado el pistoletazo de salida a la aplicación de una enloquecida (por inviable) política económica impuesta por el FMI, basada en unas medidas similares a las perpetradas por determinados gobiernos delincuentes en Rusia y Latinoamérica en la década de 1990. Sus resultados, como deberíamos recordar, fueron verdaderamente desastrosos. Los únicos objetivos de estas políticas son reducir el gasto público y engordar el sector privado de la economía a golpe de más privatizaciones y de reducción de salarios, pensiones y derechos sociales; dando la espalda a la única posibilidad cabal (por factible) de reducir el déficit aumentando los ingresos mediante nuevas leyes fiscales verdaderamente progresivas y medidas efectivas contra el fraude fiscal (90.000 millones de euros al año sólamente en España), la evasión de divisas y la llamada economía sumergida, el principal sector económico en países como España e Italia. Merecerían un capítulo aparte las medidas que en el ámbito internacional podrían ser adoptadas contra los microparaísos fiscales con Estado propio. Entre ellas (es sólo una idea) microintervenciones de fuerzas de Naciones Unidas que de una forma rápida, barata, sencilla e incruenta a ser posible acabaran de raíz con el problema en estos auténticos microestados gamberros.
Por lo que se ve, recursos para sanear de forma efectiva las arcas públicas, haberlos, haylos… Pero, ¿dónde se esconden?
Un sistema canallesco
En el aspecto fiscal el caso del Reino Unido es especialmente ilustrativo del canallesco sistema en que estamos inmersos hasta el cuello. Para la Hacienda de este país hay tres castas de ciudadanos:
a) Los multimillonarios extranjeros, inmigrantes de lujo que han fijado su residencia en el Reino Unido y están legalmente exentos del pago de impuestos por sus ingresos. Para ellos todo el territorio de las Islas Británicas es, hablando en plata, un macroparaíso fiscal del tamaño de Castilla… y ancha es Castilla.
b) Los potentados británicos y sus escurridizas empresas. Mediante operaciones de ingeniería financiera creativa, amparadas por un capitalismo global con sede en la city financiera londinense y un poder judicial tan ciego como la alegoría de la Ley, evaden ingentes masas de dinero a microparaísos fiscales (¡gran parte de ellos bajo bandera británica!) como Gibraltar, Islas Vírgenes o Bahamas y así eluden el pago de impuestos por sus ingresos.
c) En último lugar, pero no menos importante, los trabajadores y la mayoría de los pequeños empresarios. Es decir, la inmensa mayoría de los ciudadanos británicos que viven, trabajan y pagan sus impuestos en el Reino Unido a cambio de unos servicios públicos cada vez más degradados.
O nos movemos o nos embisten
De momento, al igual que Don Tancredo, los pueblos europeos occidentales permanecen expectantes, inmóviles y perplejos ante estas medidas que no han hecho más que empezar y que lesionan gravemente los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos. Con honrosas excepciones esto es así porque piensan que si se mueven pondrán en peligro el llamado Estado de bienestar y su modo de vida privilegiado frente a una masa de cientos de millones de desheredados que a duras penas sobreviven en otros continentes como la vecina África o, sin ir más lejos, en los países que antes formaron el área socialista europea, naciones que desde su regresión al pasado capitalista se enfrentan a fenómenos hasta entonces inexistentes como la mendicidad, la miseria, la quiebra de servicios públicos esenciales, el empleo basura o el abandono infantil. Los pueblos europeos occidentales no se dan cuenta de que mientras permanezcan inmóviles seguirán siendo embestidos y corneados precisamente por éso, porque siguen postrados o, en el mejor de los casos, inmóviles.
Resulta curioso constatar que las medidas que actualmente adoptan los gobiernos occidentales para hacer frente a la crisis global del capitalismo confirman una certera frase de Marx -que vivió y murió precisamente en Londres- escrita muchas décadas atrás en el Libro I de El Capital: «La única parte de la llamada riqueza nacional que realmente entra en la posesión colectiva de los pueblos modernos es… su deuda pública». [2]
El gráfico que da motivo a este texto ilustra de forma nítida la inviabilidad de una política de reducción efectiva de la deuda sobre la única base de recortar el gasto público en Gran Bretaña (o España, Grecia o Italia) sin poner en peligro el actual statu quo de paz social entre clases… A no ser que los trabajadores europeos estén dispuestos a asumir con todas sus consecuencias estas políticas y pasar hambre para que una reducida minoría de parásitos sociales pueda mantener su ostentoso tren de vida y sus privilegios. [3]
En la Península Ibérica, en el sur de Francia y en las Islas Británicas hay verdes montañas de apacible aspecto que en su día fueron volcanes. ¿Acabará transformándose la montaña de la deuda pública europea en un volcán? o -como diría el otro Marx (Groucho)- llegaremos a alcanzar las más altas cotas de miseria.
Ciudad futura <http://ciudad-futura.net/>
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[1]: Traducción del texto de la infografía: «Esta es la montaña de 893.400 millones de libras de la deuda británica. Si la mira muy de cerca verá cómo se reduce con el salvaje recorte anunciado ayer». / «(Así que prepárense para un largo y duro ascenso.)». Cada recuadro que compone la montaña representa 1.000 millones de libras [£1bn (billion) en inglés, traducido en algunas ocasiones de forma errónea como «billón» (en castellano, «un millón de millones»)]. Véase la ilustración en: <http://ciudad-futura.net/
[2]: Véase en rebelion.org el texto de John Brown: «Sobre profecías económicas y oráculos neoliberales (recordando un texto de Marx)». <http://www.rebelion.org/
[3]: Véase en Ciudad futura, en relación con un texto de Ignacio Ramonet: «¿Habrá revuelta social?» <http://ciudad-futura.net/
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