Arracimadas, las malas nuevas amenazan con provocar más de una cefalea, más de un infarto del miocardio, entre políticos y empresarios, en las «fuerzas vivas» de Europa. La sombra del default (incumplimiento de pago) cernida sobre Grecia, la posibilidad real de insolvencia de España y Portugal, las draconianas medidas de ahorro en Alemania, el euro […]
Arracimadas, las malas nuevas amenazan con provocar más de una cefalea, más de un infarto del miocardio, entre políticos y empresarios, en las «fuerzas vivas» de Europa. La sombra del default (incumplimiento de pago) cernida sobre Grecia, la posibilidad real de insolvencia de España y Portugal, las draconianas medidas de ahorro en Alemania, el euro en su mínimo histórico, los déficits públicos galopantes, el paro situado sobre el 10 por ciento… ¿Alguien dudará de que esto es crisis? ¿Crisis descarnada hasta los huesos?
Creo que ni los jefes de Estado, algunos proclives a experimentar con la misma pasión y semejantes resultados que los alquimistas, como en sempiterna y estéril búsqueda de la piedra filosofal, que trasmute los «metales vulgares» en oro. Señores estos -los mandatarios, no los alquimistas- que ahora han probado lo humano y lo divino, porque «han combinado fórmulas liberales con keynesianas (reforzando las políticas fiscales), incluyendo planes de estímulo a costa de elevados endeudamientos públicos y disciplina fiscal» (agencia de noticias DPA ).
Sobre el tapete, recordemos, descansa un programa de rescate de Grecia cifrado en 110 mil millones de euros, amén de los 750 mil millones destinados a apuntalar la moneda única y un rimero de astronómicos planes de ahorro, como el de 80 mil millones aprobado por Alemania, que estipula reducir tanto los costos de Defensa, suprimiendo 40 mil puestos, como los gastos sociales: más de la mitad de los gastos públicos. Para ello, Bonn modificará la política de subsidios a desempleados y personas con derecho a ayuda para el alojamiento, constreñirá el concedido por hijos y borrará nada menos que entre diez mil y 15 mil plazas laborales.
Pero fuera del ámbito del euro no queda a la zaga ni la orgullosa Albión. El gabinete británico prepara dolorosos recortes, al decir del flamante premier, David Cameron. Recortes que resultan un (otro) intento de atajar el creciente déficit de 156 mil millones de libras esterlinas (más de 226 mil millones de dólares).
A todas luces, Europa está sufriendo un ramalazo de la crisis universal, que muchos temen se replique con renovado vigor por doquier. Y que incluso un miope profundo puede distinguir sin necesidad de lentes, pues aparece trasuntada en la deuda pública continental, estimada en ocho billones de euros (algo más de diez billones de dólares). Crisis que, si sinceros y objetivos (nadie es neutral), esos mismos expertos relacionarían, como Eduardo Lucita lo hace en el sitio digital Rebelión , con un hecho sumamente paradójico: mientras los principales acreedores son los bancos de Alemania, Francia y Gran Bretaña, los fondos para el salvamento griego y el llamado blindaje europeo han sido (son) aportados por los Estados (dinero público) para auxiliar a otros Estados, para que estos a su vez… les paguen a los bancos (capital privado) de los países prestadores.
Conclusión: «Se enfrenta la deuda publica con más deuda pública», en un círculo vicioso que obliga a los gobiernos a descargar el enorme esfuerzo sobre los trabajadores, las clases «subalternas», llevándose por delante, cual empeñosos paquidermos entre vidrios, el resto de las redes sociales heredades del Estado de bienestar.
Ahora, en esta trepidante, paranoica carrera por ajustar cuentas en aras de situarse otra vez por debajo del 3 por ciento de déficit fiscal, tope impuesto por los Acuerdos de Maastricht, los 16 países que componen la Eurozona afrontan el peligro de estallidos sociales y crisis políticas en cadena, que no encadenadas. Ya el espectro se corporizó en Grecia, desbordante de huelgas y protestas varias. Ya, en un escenario de crack financiero y desempleo masivo, el resquebrajamiento de la «gobernabilidad» se acentuó en los comicios de la UE de junio pasado, signados por el abstencionismo, en los cuales la derecha y las tendencias xenófobas (antiinmigrantes) barrieron con la debilitada y decadente izquierda europea, tal la juzga Manuel Freytas.
Y la «bomba» se activa a ojos vista, en un panorama de Estados quebrados por la crisis fiscal, de alguna manera aún en la recesión, desacelerados; mercados financieros volátiles, por la desconfianza del «sube y baja»; contracción del crédito orientado a la producción; consumo sin recuperación; caída de la recaudación y elevaciones siderales del déficit, del desempleo y de los ajustes…
Sí, la crisis financiera, que derivó en recesiva para desdoblarse en fiscal y en social, representa la premisa, la causa última de una augurada disolución del sistema de gobernabilidad política y económica del área. Ello, a despecho de draconianas medidas de ahorro y ciclópeos planes de salvamento. Porque no hay recurso que valga cuando los males son estructurales. ¿Acaso las penas no se «agolpan unas a otras»? Claro, a diferencia de aquellas de la vieja tonada, estas definitivamente matan.
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