El 15 de agosto de 2004 en Venezuela el gallo cantó más temprano. Desde las 2:00 a.m. una marea humana comenzaba a movilizarse para colmar colegios y locaciones dispuestas como centros electorales. En un inédito ejercicio democrático, la población participaría en un proceso electoral para expresar su acuerdo o desacuerdo con una gestión presidencial. Por […]
El 15 de agosto de 2004 en Venezuela el gallo cantó más temprano. Desde las 2:00 a.m. una marea humana comenzaba a movilizarse para colmar colegios y locaciones dispuestas como centros electorales.
En un inédito ejercicio democrático, la población participaría en un proceso electoral para expresar su acuerdo o desacuerdo con una gestión presidencial. Por primera vez un presidente colocaba en las manos del pueblo la decisión de continuar o no en el poder. Se realizaba en esta fecha el primer referéndum ratificatorio en la historia de Venezuela.
Cinco años antes, 56,20% del electorado había decidido romper con los partidos tradicionales, que desde 1958 monopolizaban el poder: Acción Democrática (AD) y Copei. Un pueblo maltratado por la corrupción y la venta de su soberanía, en forma de privatización, inclinó la balanza por Hugo Chávez Frías y su proyecto nacionalista y revolucionario.
Soberanía intransferible
Al llegar a la presidencia, Chávez cumplió con su promesa de llamar a una Asamblea Nacional Constituyente para redactar una Constitución que sustituyera la de 1961, aprobada bajo el manto del llamado Pacto de Punto Fijo, un acuerdo entre factores políticos para garantizar su permanencia en el poder de espaldas a la voluntad y a las necesidades del pueblo.
«Juro sobre esta moribunda Constitución. Juro delante de Dios, juro delante de la Patria, juro delante de mi pueblo que sobre esta moribunda Constitución impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los nuevos tiempos», aseguró Chávez en su toma de posesión el 2 de febrero de 1999. Ese mismo día firmó el decreto de convocatoria a referéndum para la Asamblea Constituyente.
En abril de 1999 se aprueba la propuesta presidencial de convocar a una Constituyente; en julio de ese año se elige a los asambleístas; y en diciembre nace la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.
Reafirmación de la soberanía; cambios en el sistema socioeconómico; establecimiento del Poder Ciudadano y del Poder Electoral; marco de garantía de derechos humanos; y la profundización de la democracia, son algunos de los aspectos celebrados por el pueblo al aprobar su nueva Constitución.
Una de las figuras más representativas de la democracia participativa y protagónica estrenada en la constitución, es el referéndum revocatorio.
Alexander Torres Iriarte, coordinador de estrategias del Centro Nacional de Historia (CNH), resalta que antes de 1999 el país se caracterizó por el poco contacto y conocimiento del venezolano sobre su Constitución, todas ellas elaboradas y aprobadas sin participación del pueblo.
Torres Iriarte destaca que, aunque establecían la democracia formal, ninguna de las constituciones anteriores planteaban el derecho de revocar o ratificar a un funcionario elegido. Por esta razón, explica, la carta magna del 99 es de las más avanzadas en América Latina y del mundo, pues «la soberanía reside en el pueblo pero esta vez intransferiblemente».
Ataques y atajos
La oposición venezolana, integrada por partidos políticos tradicionales, grandes empresarios, la jaraquía de la iglesia católica, medios privados y desprestigiadas cúpulas sindicales, intentó recursos jurídicos contra la Constituyente, llamó a votar en contra de la constitución y, a partir de su aprobación, arreció una campaña de descrédito y desestabilización con el propósito de acabar con el gobierno del presidente Chávez.
Después del golpe de Estado de abril de 2002 y del paro insurreccional de diciembre 2002- febrero 2003, la derecha recurrió a una fraudulenta recolección de firmas para intentar convertir un referéndum consultivo en un revocatorio, que legalmente sólo era posible en el segundo semestre de 2004 y que además debía ser organizado y supervisado por el Poder Electoral.
Ante el fracaso del paro, el 2 de febrero de 2003 la oposición organiza con Súmate, un pretendido Consejo Nacional Electoral (CNE) paralelo, una recolecta de firmas que no cumplió con el marco legal y debió ser realizada nuevamente en noviembre de ese año.
Al constatar que había dudas sobre la validez de más de 30% de las firmas, ya que muchas planillas habían sido llenadas por una misma persona (las denominadas «planas»), otras pertenecían a ciudadanos fallecidas o se habían falsificado identificaciones, el CNE determinó que se repararan en mayo de 2004. Más de 100.000 firmas resultaron inválidas. Aún así el número recolectado alcazaba al mínimo establecido por la ley para activar el referendum revocatorio. El 8 junio, el máximo órgano electoral convocó para el 15 de agosto de 2004, el novedoso mecanismo constitucional.
Explosión democrática
El presidente de la República, Hugo Chávez, con la experiencia de ser víctima de golpes y conspiraciones, se dirigió al país para celebrar que por primera vez la oposición estaba recorriendo un camino democrático, al hacer uso de una herramienta defendida a ultranza por el jefe del Estado.
Se inició entonces una intensa campaña, el pueblo venezolano decidiría la continuidad del mandato de Chávez con la opción «NO» o su salida de la primera magistratura con el «SI».
La oposición mantuvo su línea de ataques al Gobierno y realizó una tradicional campaña electoral, mientras que los seguidores del presidente Chávez estrenaron una atractiva forma de organización denominada Unidades de Batalla Electoral (UBE), con miles de patrullas movilizadas a lo largo del país.
Llegó el día del referéndum y en Venezuela estalló una explosión democrática. La baja abstención fue la característica principal de la jornada. Los centros electorales fueron desbordados, incluso desde antes de la hora establecida para iniciar el proceso, y buena parte de ellos cerró mucho después de la medianoche.
En la madrugada del 16 de agosto, el Consejo Nacional Electoral anunció la victoria de la opción del «No» con un 59% de los votos. El pueblo venezolano había decidido continuar con el proceso revolucionario liderado por Hugo Chávez, a quien ratificaba en la presidencia. Como consecuencia se profundizó el carácter socialista del proyecto bolivariano.
La oposición en cambio, con todos sus medios y la autodenominada «Coordinadora democrática», sufrió una pérdida de credibilidad de la que hasta ahora no se ha podido recuperar, denunció un supuesto fraude y ofreció pruebas inexistentes; al final terminó atacando incluso a observadores internacionales, de la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea y el Centro Carter, que reconocieron la transparencia y la solidez del sistema electoral venezolano.
Tal y como concluye Torres Iriarte, «lo que inicialmente surgió siendo un referéndum revocatorio terminó siendo un referéndum ratificatorio. No sólo ratificó al presidente Hugo Chávez en el poder, sino que ratificó la democracia participativa y protagónica en Venezuela».
Fuente: http://avn.info.ve/node/11022
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