Cuando expresé en un artículo titulado «Mensaje de año nuevo: Mr. Obama, la guerra no es algo que se gana, pues se pierde siempre», lo hacía convencido de que en las guerras injustas el fin de la misma es la verdadera victoria. Hoy y siempre, y más cuando se analizan los acontecimientos que amenazan a […]
Cuando expresé en un artículo titulado «Mensaje de año nuevo: Mr. Obama, la guerra no es algo que se gana, pues se pierde siempre», lo hacía convencido de que en las guerras injustas el fin de la misma es la verdadera victoria.
Hoy y siempre, y más cuando se analizan los acontecimientos que amenazan a nuestro mundo convulso, uno no puede dejar de expresar sus deseos de una vida mejor y feliz para amigos y extraños, para los semejantes cercanos o lejanos, para los seres íntimos y para todos los seres que forman la humanidad, esa patria común. Y uno no puede dejar de pensar que la paz constituye un bien preciado para todos y es el basamento de la vida mejor y la felicidad.
Como es conocido la paz, ese derecho e ideal de los hombres y de los pueblos, es representada simbólicamente por una paloma blanca. Pero en estos tiempos, como en muchas épocas anteriores de la humanidad, la paloma vuela gravemente herida y con el alma triste y enlutada por tanta insania e insensatez de quienes apelan a la guerra injusta para alcanzar, por esta vía, un sueño imposible de lograr, aunque en realidad se trata de ambiciones de supremacías infinitas propias de enajenados por el poder.
A pesar de tantos problemas acumulados de las más variadas naturalezas, algunos tan graves que amenazan la existencia misma de la especie humana, tal parece que la locura, la necedad y la irracionalidad no dejan comprender a los dirigentes de las naciones poderosas que el crimen contra la naturaleza y las guerras contra naciones, librados a expensas de fabulosos gastos de recursos de todo tipo, y con horrendos resultados en víctimas humanas, en destrucción desoladora y en sufrimientos sin cuento, no solucionan los graves padecimientos y dolores de la humanidad sufriente ni del medio ambiente deteriorado, sino los agravan en forma mortífera.
En estos años de guerras despiadadas en Afganistán e Irak, de amenazas reales de otras, de agresiones de diversas índoles contra muchos países, todo lo que se ha conseguido, hasta ahora, es un montón de derrotas y penas, humanamente menores en los agresores e infinitamente mayores en los agredidos, pero moralmente mayores en las huestes de los agresores.
Nada bueno ha ocurrido desde el primer día en que se ordenó el estallido de esta hecatombe guerrerista, que amenazaba a extenderse a más de sesenta oscuros rincones del mundo. Las tumbas de los caídos de todos los bandos, el sufrimiento de sus familiares y sus pueblos, son el más impactante y sensible indicio de todo lo terrible y malo que ha acontecido en este lapso luctuoso de la historia humana.
Este año del 2010, a finales de Agosto, se ha producido la retirada prometida por Obama de dos tercios de las tropas de combate presentes en Irak. Se trata, por lo tanto, de una retirada parcial en cuanto al número de efectivos. El tercio restante, unos cincuenta mil militares con sus medios de guerra quedan en suelo iraquí, según se afirma, para continuar el entrenamiento de las tropas nacionales del país invadido. Quedan en sus bases, bien parapetados y resguardados, con lo cual deben sufrir menor número de bajas entre muertos y heridos. Está por ver si en el 2011 retirarán el contingente que aún permanece en su misión de conquistadores después de más de siete años de la invasión ilegal, al amparo de las más colosales mentiras esgrimidas por el presidente Bush, la cúpula dirigente de los Estados Unidos, y los gobiernos aliados serviles representados por Blair y Aznar.
En las actuales circunstancias, Obama debiera olvidarse de las macabras aspiraciones mesiánicas de guerras infinitas de W. Bush, debiera recordar, por el contrario, con veneración y fidelidad a Martin Luther King, quien defendió un sueño sublime y luchó hasta dar la vida por los derechos civiles para los norteamericanos negros y por la paz, y quien, sin duda alguna, desbrozó el camino que hizo posible, a partir de la conquista del reconocimiento esencial de la igualdad entre blancos y negros, la llegada a la Casa Blanca, unos años después de su asesinato, de un representante, el primero, de la raza históricamente esclavizada, explotada, empobrecida, discriminada y hasta encarcelada, asesinada y linchada en una proporción significativa en el país que blasonaba hipócritamente, desde su fundación, de reino de la democracia y la libertad. ¿Alguien podría afirmar que hay algo incierto en lo expresado anteriormente?
Dígase lo que se quiera decir sobre esta retirada, que tranquiliza en cierta forma al pueblo norteamericano, y afianza la credibilidad del presidente Obama, es inobjetable que ha tenido el carácter de una escapada o huida disfrazada hacia Kuwait, en una operación manejada con cautela y secreto, con medidas extremas de seguridad, para evitar que durante la misma ocurriera un atentado cruento por parte de la resistencia iraquí.
Al partir del país invadido -¿no dijeron que fue liberado?- no hubo nada de ceremonias oficiales de despedidas ni ríos humanos de iraquíes dando vivas y ofreciendo flores ni manos alzadas en gesto de saludos ni abrazos íntimos que reflejaran la fraternidad entre dos pueblos. ¡Qué poca o nula cosecha de gratitud por parte de una población liberada hacia una tropa que se ha sacrificado durante más de siete años! ¿No parece extraña esta realidad? ¿Alguien duda sobre las razones para que esta partida de Irak haya tenido tales características, que denuncian el carácter ofensivo de los conquistadores en tierras árabes? Se han ido éstos y se irán los otros, al fin se irán todos sin nunca arribar a las metas o destinos propuestos, no importa el tiempo que eso tarde.
Se ha cumplido aquello que dijimos hace años: «cuando salgan, años más o años menos, no podrán cantar victoria.» El tiempo de permanencia de una tropa extranjera con su poderío descomunal en el territorio de un país invadido, en contra de su voluntad soberana, y que los desafía con su resistencia todos los días, no significará nunca una victoria, incluso si lo acompañara un período relativo de paz. Sólo bastaría para la derrota del invasor, el sentimiento de antipatía y odio y la conciencia, en el pueblo invadido, de que se trata de tropas enemigas con un comportamiento cruel y genocida. Y todo eso lo ha cosechado el ejército invasor norteamericano y el de otras nacionalidades. Involucrados en una guerra injustificable e ilegal, con fines espurios, han caído en una emboscada en que ni la marcha hacia delante ni la retirada pueden conducir a un destino cierto y salvador. La lección de la historia es valedera en cualquier época histórica: los invasores no tienen ni tendrán futuro.
El ejército invasor saldrá de Irak, derrotado en lo militar, en lo político y en lo moral. Y el actual gobierno iraquí o sus sucesores, serán a la larga también barridos del escenario político, por un nacionalismo que no les perdonará el haber servido de instrumento servil de los invasores, y por el entorno de los países árabes, que también les será adverso.
Pero queda una pregunta esencial: ¿cómo saldrán los invasores de Irak? La respuesta puede ser escueta: Saldrán derrotados y con la moral por el suelo?
La retirada definitiva de las tropas que quedan en Irak pudiera ocurrir dentro de unos meses, dentro de uno, diez o cien años, y el resultado sobre cómo saldrán será el mismo: derrotados. Pues el tiempo de la conquista no significará nunca la magnitud de una victoria legítima. Sin embargo, bastará que el sentimiento de odio y antipatía de los dominados sea generalizado, que exista conciencia sobre que los ocupantes son enemigos a los cuales se debe resistir tenazmente un día tras otro hasta desgastarlo, para que la derrota sea evidente y real. Si bien se puede afirmar con absoluta certeza que saldrán derrotados, vale la pena profundizar sobre todo lo que lleva implícito ese cómo llamado derrota.
A pesar de su inmenso poderío y de haber provocado pérdidas cuantiosas y desproporcionadas en vidas y recursos materiales de Irak, las tropas norteamericanas y aliadas, militares y civiles, saldrán con pérdidas significativas en vidas. El luto ha llegado también al pueblo norteamericano multiplicado en muchos más miles de padres, hijos, esposos y esposas, hermanos, parientes, amigos y vecinos de los caídos. También ha llegado el luto, en menor cuantía, a los pueblos cuyos gobernantes decidieron acompañar a Bush en su nefasta aventura invasora.
Saldrán las tropas invasoras anatematizadas por el genocidio practicado, que hoy se calcula en más de casi o más de un millón iraquíes muertos y heridos, y millones de desplazados. Muchos invasores, vaya usted a saber cuantos, saldrán calificados como criminales de guerra de lesa humanidad, aunque nunca puedan ser juzgados ni pierdan un pelo.
Saldrán como ejecutores de actos condenados por los pactos internacionales de derechos humanos y del derecho humanitario. Asesinato, violaciones, torturas, irrespeto y afrenta a las creencias, valores y dignidad de las personas y de las nacionalidades, persecuciones, cacerías, secuestros, desapariciones, exterminios, terrorismo, destrucción de hogares y de ciudades, así como de bienes patrimoniales de la humanidad
Saldrán como entronizadores del terror, la ilegalidad y las tropelías infinitas, incluyendo secuestros internacionales, cárceles secretas y cárceles de nuevo tipo o territorios amurallados, desconocimiento de los derechos de los detenidos y de las normas de tratamiento justo y civilizado.
Saldrán como soldados que con sus botas violaron principios sagrados de los pueblos como son la independencia, la soberanía, la autodeterminación y la paz, cumpliendo los dictados de la potencia imperial que desató una guerra ilegal e injustificable a pesar de la protesta del mundo y del propio pueblo norteamericano.
Saldrán heridos físicamente: sin piernas, sin brazos, tuertos y ciegos, en fin, con mutilaciones físicas diversas.
Saldrán traumatizados sicológicamente: ya sea con mentalidad de asesinos y torturadores, con sentimientos de odio, de miedo, de terror, de desconfianza, de culpa, de suicidio. En fin, saldrán con penas del alma que durante sus existencias quizás nunca sanarán. Padecerán de recuerdos y de pesadillas horribles.
Saldrán con pérdida o modificación de valores humanos esenciales que quizás los lleve o ya los han llevado a la autodestrucción (suicidio) y a la destrucción de sus familias o de otros ciudadanos (homicidios individuales o colectivos).
Saldrán con un sentimiento de haber sido engañados, de haber defendido intereses espurios de una clase política y de un gobierno mediocre y estúpido, pero criminal, de la inutilidad y de lo indefendible de la guerra librada. Saldrán defraudados y con las vendas de la patriotería caídas. Saldrán con el heroísmo y el patriotismo herido, por la traición de sus propios gobernantes. Los arrepentidos serán humanamente bien aventurados. Los fieles creyentes de las conquistas imperiales, seguirán siendo una amenaza para el pueblo norteamericano y la humanidad.
Saldrán acompañados de todas las mentiras propaladas por el gobierno norteamericano de Bush sobre las causas sobre la guerra, sobre fantasiosos rescate de soldados y heroínas, sobre supuestas muertes heroicas en combate, sobre los show propagandísticos, sobre los miles lados claros y oscuros de la guerra y sus consecuencias.
Saldrán con un record absurdo de afectación económica para su país, que será culpa del gobierno de los Estados Unidos. Los costos económicos ascenderán a miles de millones de dólares o más de un millón de millones, a fin de mantener los gastos diversos de la guerra y, por supuesto, la corrupción galopante de todos los tipos de funcionarios y de las empresas ligadas a los intereses gubernamentales. A su vez, ¿cuántos costará esta aventura a la economía iraquí?
Saldrán como victimas o victimarios del llamado «fuego amigo», incluyendo a soldados y hasta periodistas.
Saldrán con cientos de desertores que, por sus razones legítimas de no ser partícipes de un crimen, más que condena merecen honor.
Saldrán con un sentimiento contrario y de condena de los hombres y mujeres de todos los pueblos del mundo, que en nombre de la paz y los principios que rigen en las Naciones Unidas, se han opuesto desde el principio o en etapas posteriores a esta guerra absurda que aplicó el terrorismo más ignominioso y brutal en nombre de un supuesto y engañoso combate contra el terrorismo «made in USA».
Saldrán repudiados, condenados, odiados, denunciados, castigados por sus actos.
Pero, en fin, sólo ellos individualmente, como soldados y oficiales, sabrán en lo más íntimo de sus conciencias como realmente saldrán, según sus vivencias y valoraciones personales, aunque jamás lo confiesen.
En resumen, los invasores de Irak saldrán desmoralizados y derrotados desde cualquier punto de vista que estos hechos sean analizados. Una vez más la historia confirmará que los conquistadores no han tenido ni tendrán futuro.
Recuerden eso, conquistadores y soldados de la fortuna o mercenarios en otras tierras del mundo.
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