La Cámara de Representantes de Estados Unidos se lanzó con todas sus fuerzas contra la República China para tratar de que el país asiático reevalúe su moneda, el renmimbi (RMB) o yuan, situación a la que Washington atribuye la mayoría de los males económicos que padece. En su creciente política agresiva, que podría provocar una […]
La Cámara de Representantes de Estados Unidos se lanzó con todas sus fuerzas contra la República China para tratar de que el país asiático reevalúe su moneda, el renmimbi (RMB) o yuan, situación a la que Washington atribuye la mayoría de los males económicos que padece.
En su creciente política agresiva, que podría provocar una guerra económica entre los dos países con posibilidades de extensión mundial, la Cámara aprobó un proyecto de ley que permitiría imponer sanciones comerciales a China como represalia a la política cambiaria de esa nación.
Desde hace varios años, Estados Unidos ha persistido en tomar medidas contra Pekín porque, según ha manifestado, el enorme déficit comercial con China se debe a la subvaluación del yuan pues se abaratan las exportaciones desde esa nación.
Como consecuencia, indicó la actual presidenta de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi, esta situación es una desventaja competitiva pues abarata los productos chinos exportados en contra de las fabricaciones estadounidenses y ha supuesto «la pérdida de dos millones de empleos en el país en la última década».
La prepotencia hegemónica de los congresistas llegó al extremo cuando argumentaron que el proyecto de ley se dirige contra todo país que manipule el valor de su divisa. Es decir, solo Washington esta «autorizado» a hacer lo que desee con su moneda (dólar) como lo ha hecho desde la terminación de la Segunda Guerra Mundial.
El documento, para convertirse en ley, debe ser sancionado por el Senado y después por el presidente Barack Obama, aunque los analistas consideran que tiene pocas probabilidades de triunfar pues la Casa Blanca esperará primero a que pasen las elecciones legislativas de noviembre y en segundo lugar, no desea una confrontación comercial con el gigante asiático.
Al mismo tiempo, el Departamento de Comercio y 36 importantes compañías estadounidenses han manifestado que de ser aprobado el proyecto, se profundizaría la crisis económica, se reduciría el crecimiento y aumentaría el desempleo, además de violar los compromisos en el marco de las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que estipulan el cálculo de impuestos antidumpling y los tipos de subsidios sujetos a derechos compensatorios.
Pekín sostiene un tipo de cambio del yuan subvaluado frente al dólar estadounidense, lo cual le permite disminuir el costo de sus exportaciones e incrementar el superávit comercial que disfruta sobre Estados Unidos y Europa. Tras el último ajuste hecho en junio por China, el cambio actual se sitúa en 6,7980 yuanes por dólar.
China mantiene ese nivel cambiario con la compra de dólares por yuanes, y después coloca parte de esos billetes en el mercado de deuda estadounidense, los llamados títulos del Tesoro Público de los que ya posee 900.000 millones.
De esa forma, pone freno a la subida del yuan y aunque la hace dependiente del dólar, también la convierte en el mayor acreedor de Washington.
Como ambas economías se retroalimentan directamente a China tampoco le conviene que el dólar caiga en picada, mientras que un incremento acelerado del renmimbi haría a su industria menos competitiva, afectaría su mercado laboral al subir los precios de sus mercancías y bajaría la demanda con la consecuente reducción de la producción en las empresas exportadoras.
A principios de 2010, las reservas de divisas de China alcanzaron los 2,4 billones de dólares, o sea, más del 30% de la totalidad del orbe.
Si Pekín dejara de comprar bonos del Tesoro, se produciría una caída en el valor del dólar que traería grandes repercusiones para el sistema financiero y la economía mundial, incluyendo principalmente a estas dos naciones en litigio.
Estados Unidos está atado de pies y manos ya que tiene una deuda externa de 13 billones de dólares y para mantener sus abultadas importaciones, necesita la entrada diaria de miles de millones de dólares que recibe de China, Japón, Corea del Sur y varias naciones petroleras árabes.
En el trasfondo existen dos razones para que Estados Unidos presione a China: tratar de impedir que el gigante asiático continúe con un vertiginoso crecimiento y pueda en unos 20 años compartir o convertirse en la primera economía mundial que le quite esa hegemonía a Washington, y segundo, que el dólar continúe como la moneda principal de intercambio mundial por encima de cualquier otra.
La vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Jiang Yu, afirmó en conferencia de prensa que el proyecto de ley es «imprudente y miope» y que la apreciación de la moneda no resolverá el problema del déficit comercial estadounidense.
Jiang, al igual que el Ministro de Comercio, Chen Deming, puntualizaron que Estados Unidos debe hacer esfuerzos para disminuir los controles de las exportaciones a China y que si se quiere reducir el déficit, debe autorizar las ventas de productos de alta tecnología a su mercado lo que conllevaría a realizar compras más costosas.
La depreciación del billete verde en los últimos años provocada por la crisis del sistema capitalista estadounidense, sus enormes gastos de guerra en Iraq, Afganistán, la baja en la productividad y el aumento del desempleo, entre otros males, han motivado que grandes bancos internacionales estén promoviendo el uso del yuan en sus transacciones comerciales con Pekín.
El diario británico Financial Times informó recientemente d que bancos como el Citigroup, HSBC, JP Morgan y BBVA (este último español) realizan campañas en Asia, Norteamérica, América Latina y Europa para que las compañías utilicen el renmimbi que ya se abre paso en el comercio internacional.
Por su parte, China permite a naciones vecinas realizar negocios con su propia moneda sin necesidad de convertirla en euros o dólares lo cual evita las fluctuaciones en los tipos de cambio.
También Pekín ha firmado convenios en América Latina con Brasil y Argentina donde la moneda de intercambio es el yuan, mientras que Perú y Chile están interesados en acogerse a esas transacciones.
Ya no son tiempos de unipolaridad, y tanto la Cámara de Representantes estadounidense como la Casa Blanca, tendrán que adaptarse a las nuevas realidades mundiales o sufrirán las consecuencias.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR