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Tomado del libro en gestación “Cuentos que no nos contaron”, a medias entre Koldo Campos Sagaseta e Irene Campos Fernández

La reina, Blancanieves y el espejito mágico

Fuentes: Rebelión

A toda velocidad, la reina condujo su carruaje tirado por cuatro caballos sorteando obstáculos hasta que, visiblemente enojada por no hallar su valet-parking, lo aparcó en doble fila frente a la puerta principal de su castillo y, aún más rauda, subió de tres en tres la escalinata que conducía a su alcoba. Detrás de ella, […]

A toda velocidad, la reina condujo su carruaje tirado por cuatro caballos sorteando obstáculos hasta que, visiblemente enojada por no hallar su valet-parking, lo aparcó en doble fila frente a la puerta principal de su castillo y, aún más rauda, subió de tres en tres la escalinata que conducía a su alcoba.

Detrás de ella, buscando inútilmente que le prestara atención, su asistente personal enarbolaba una roja manzana al tiempo que le advertía no haber encontrado a Blancanieves, la destinataria de la fruta.

-Ahora no tengo tiempo para oírte…Esta estúpida debe estar en el bosque ¡Sigue buscándola! -refunfuñó la reina antes de cerrar de un portazo.

Cuando todavía su atribulada asistente no se había recuperado del regio exabrupto, la reina abrió la puerta, asomó su corona y gritó:

-¡Y no estoy para nadie…así que nadie me joda!

Después, a solas en su alcoba, tras desnudarse, se sentó frente a su tocador, peinó su larga melena con un revolucionario cepillo de cerdas de jabalí de La Boutique del Peluquero que marcaba perfectamente las ondas y daba volumen a la raíz y a las puntas, se empolvó la nariz con esencia de magnolia, dio tersura a sus labios con extracto de aguacate y, finalmente, se puso un vestido de gala de la casa Virginia, long dress, con aplicaciones de piel que, sobre el negro estampado, jugaba con una gama de rojos invernales combinados con toques de azul turquesa.

Sólo cuando, ya relajada, confirmó su satisfacción frente al espejo, invocó a su asesor de imagen.

-¡Espejito, espejito, respóndeme de una vez, si en este reino hay mujer más bella que la que ves!

Al mágico conjuro de la reina, su imagen fue diluyéndose en el espejo hasta desaparecer. Del vaho que se formó en su luna, una andrógina voz requirió la confirmación de la pregunta.

-¿De verdad quieres que te responda?

-¡Sí Sasha, sí, claro que quiero que me respondas! -insistió la reina.

-Bueno, pero luego no me vengas con tus vainas, que te conozco -le respondió el espejo- ¡Mira, mi amor, tras el último sondeo Blancanieves sigue siendo más bella que tú, pero esa no es la única mala noticia que te tengo porque también tienes por delante a La Cenicienta, a Ricitos de Oro, a Caperucita, a La Sirenita, a Cruella de Vil, a La bella Durmiente, a Alicia Maravillas, a Gretel, a Wendy, a Belén Estevan… ¡Has bajado en el ranking al puesto 88 y casi estás a la par con el Jorobado de Notre Dame. ¡Debiera darte vergüenza… y perdóname que te lo diga!

Desolada, la reina encajó en silencio la mala nueva.

-Y la culpa es tuya -remachó el espejo- porque no haces caso de lo que te digo y ya me tienes harta. Te sugerí que llevaras una dieta más sana, que esas tartas de manzana que te zampas son las que te tienen así, pero no me haces caso, querida, y cuando no es el chocolate te bajas unas patas de puerco con patatas fritas y luego pretendes que con una faja anticelulítica vas a disimular los michelines, pero no, mi amor, no es así, el espejo lo ve todo ¿me oyes? ¡Todo!

-¿Y entonces…qué puedo hacer? -preguntó la reina entre sollozos.

-Pero cálmate niña, cálmate que no es para tanto -la consoló el espejo- Seguro que has oído decir que hay que sufrir un poco para estar bella, y nadie dijo que sería fácil amorcito, así que no te me desesperes ahora, que estamos cerca. Es más, ya las recomendaciones que me quedan por darte son poquitas…. Niña, no te desanimes que vamos muy bien…

-Sí… ¿pero qué hago?

-Yo que tú me haría la lipo -recomendó el espejo- porque, seamos honestas, ya no tienes 20 años y necesitas resultados más rápidos. No importa los trapitos que te pongas encima, la grasa siempre te va a acabar desnudando, así que llévate de mi y encomienda tu cuerpo a la cirugía. Te recomiendo un lifting frontal y un lifting facial y cervical. Y ya que estamos en eso, también una rinoplastia, aunque tampoco te vendría mal un aumento mamario subfascial y submuscular. En California, me dicen, hacen ahora unas liposucciones postmenopáusicas divinas, y algo que, actualmente, está haciendo furor es la mesoplastia. Un lujo mi niña, y sin cirugía. Sólo te inyectan vitaminas antioxidantes, ácido hialurónico, oligoelementos y toxinas botulínicas y, si sobrevives, tu piel rejuvenece y vuelves a los quince. Y la mesoplastia también efectúa filling de los labios y de la cola de las cejas. Un palo, mi amor. Hazme caso y pórtate bien.

Acabada la consulta, la reina abandonó su alcoba, siempre con su asistente, manzana en ristre, reclamando su atención.

-¡Ahora no puedo atenderte! -recriminó la reina su insistencia- ¡Blancanieves debe estar escondida en casa de los enanos, así que llévale la manzana y asegúrate de que se la coma!

Dos meses más tarde y luego de haber visitado las más prestigiosas clínicas de cirugía estética, cuando ya no le quedaba a la reina un centímetro de piel que no hubiera sido sometido a algún lifting o liposucción, regresó a su palacio.

Como era costumbre, su asistente, todavía con la manzana en la mano, le salió al encuentro.

-¡Sí, ya sé… -la interrumpió la reina- todavía no has dado con Blancanieves, pero más te vale que le entregues la manzana si no quieres empezar a buscar otro trabajo! ¡Inepta, que eres una inepta!

A solas y desnuda en su alcoba, se aplicó tres manos de baba de caracol en el cutis, disimulando las ojeras y la palidez de sus mejillas con crema de zanahoria. Cuando dio por bueno el maquillaje, luego de desechar un vestido de gala de Stefano Galbana y otro de noche de Ives Saint-Laurent, se decantó por un nuevo modelo de Oscar de la Renta cuya propuesta en base a telas vaporosas en la que no faltaban las gasas con bordados florales y cristales de Swarouski, a juego con los pendientes, realzaba su figura. Además, la novedosa utilización de plisados, texturas y drapeados, tanto en el velo como en el tocado, le daba un cierto aire de sofisticación que la reina consideró infalible.

Una vez se ajustó el cierre del vestido, la reina se sentó frente al mágico espejo e invocó a su genio.

-¡Espejito, espejito, respóndeme de una vez, si en este reino hay mujer más bella que la que ves!

A la invocación de la reina acudió Sasha, al parecer, no muy feliz de lo que veía.

-¿Pero tú te estás volviendo loca? ¿Y qué haces con esos trapos encima? Pero mi amor… ¿Tú te crees que estamos en carnaval?

La reina, conturbada, balbuceó una respuesta.

-Es de… Oscar de la Renta…

-¡Ajá! ¿Y…? Mira, hazme el favor y quítate esa ridícula vaina antes de que te vea alguien. ¿Es lástima que quieres dar?

-Quiero que sepas Sasha… -replicó la reina mientras se arrancaba el tocado, corona incluida, de la cabeza- que no he parado en todo este tiempo…No hay cirujano que no me haya tratado ni clínica estética que no sepa de mi cuerpo…

-Sí, lo sé -le interrumpió Sasha- y sé que también te has aprendido las 50 reglas de Nutrintelligent para lograr los 60 centímetros de cintura comiendo lo que te gusta y sin sufrir con dietas aburridas; sé que has estado consultando con sus nutricionistas on-line las 24 horas y que Nutrintelligent es el primer quemador intensivo de grasas que, además, elimina completamente el apetito; sé que cuentas con la aprobación de 10 reconocidos nutricionistas, y que su plan Ultimate Reductor, fat burner- apetite away es infalible… pero esto lleva tiempo, amorcito, esto no es de la noche a la mañana que se consigue y en tu caso necesitamos algo más rápido, más booom, algo divine, más voila.

-También -agregó la reina- estoy siguiendo la dieta Atkins y tomando té chino antes de acostarme. He comprado un lote completo de cremas adelgazantes y anticelulitis, además de cremas antiarrugas, exfoliantes y tonificantes. Todos los sábados voy al SPA y me someto a masajes reductores, baños de lodo y mascarillas de sábila, más un poco de botox y extensiones de cabello…

-Eso está bien… pero sigue siendo insuficiente.

-¿Y en el ranking… -preguntó la reina- cómo estoy?

-Olvídate de eso…al menos de momento. Has bajado dos puestos más, hasta el 90, y Blancanieves, querida, y mira que está gorda, te sigue llevando mucha ventaja.

-¿Y entonces…qué puedo hacer?

-Te voy a poner a hacer ejercicio -contestó el espejo.

-Es que no tengo tiempo Sasha… no tengo tiempo.

-Pues usa Power Plate. Su modelo My3™ es el más estilizado del mercado y la manera más económica de realizar los ejercicios de acceleration training en cualquier espacio Y aún puedes obtener resultados más rápidos con el Power Plate Pack de Accesorios o usar el Power Shield para reducir las vibraciones. Si a eso le añades una bicicleta Spinning y aplicas un programa Gym Planner con equipamiento de Fitness, en un par de semanas estás para la pasarela Cibeles. ¡Ponte las pilas, mi amor, ponte las pilas que vamos a arrasar!

Hasta los impuestos se vio obligada a aumentar la reina a sus súbditos para obtener los recursos que le permitieran importar toda clase de artefactos y ungüentos con los que mejorar su posición en el ranking y superar por fin a Blancanieves.

No conforme con ello aún fue más lejos y, después de cenar su habitual combinado proteínico y hacer sus ejercicios estáticos, la reina también se dedicó a correr alrededor de su castillo y a saltar, incluso, de almena en almena, sus cuatro torreones hasta caer desfallecida.

Ni siquiera dormía porque, antes de que saliera el sol, se zambullía en las heladas aguas del foso de su castillo completando tres vueltas más, sin que nunca la hicieran desistir el frío o los cocodrilos.

Cuando pasado un tiempo prudencial consideró el momento de volver a encarar a su asesor de imagen, entró en su alcoba y, como acostumbraba, se desnudó.

Reparó entonces en que, a sus espaldas, siempre con la manzana en la mano, se encontraba su asistente.

-¿Y bien? -inquirió la reina- No le has dado la manzana a Blancanieves… ¿verdad?

-Estuve con ella, su majestad…y por cierto está gordísima… pero cuando me disponía a entregarle la manzana tuve que atender una llamada por el móvil de vuestra excelencia, que quería saber si le había entregado la manzana y, para cuando me di cuenta…Blancanieves subió a una carroza y desapareció… ¡pero ya sé donde vive!

La reina, muy seria, como si ya no le importara el último fracaso de su asistente, volvió a darle la espalda sentándose en el tocador y agregó sin mirarla:

-¿Cómo es que te llamas?

-¿Por qué me lo pregunta, su majestad? -contestó su asesora.

-Porque me gusta saber a quien despido…pero ya es igual. ¡Fuera! ¡Estás despedida!

Compungida, la asesora real dejó la manzana sobre el tocador y entre hipidos y sollozos salió de la habitación.

La reina observó sus ojeras en el espejo, cada vez más marcadas, y trató de disimularlas con néctar de butifarra. Después chupó un limón agrio hasta exprimir la última gota, retocó su peinado, se vistió con un traje de gala de Domenico Dolce y, ya lista para el encuentro, invocó a su duende mientras se calzaba sus nuevos tacones Lamborghini a juego con el vestido.

-¡Espejito, espejito, respóndeme de una vez, si en este reino hay mujer más bella que la que ves!

-Pero… ¿qué es esto mujer? ¿Qué te has hecho? ¡Mírate por Dios, pareces una muerta viviente! ¿Y esas ojeras? ¡Mon Dieu! ¿Dónde está ese culo voluptuoso que tenías? ¡Estás en los huesos! ¿Cómo puedes mear sin deshidratarte? ¡Hasta van a decir las malas lenguas que estás anoréxica, que estás bulímica, que te has vuelto un espantajo!

La reina, lejos de desmoronarse ante el vendaval de críticas de su asesor de imagen, buscó justificarse en un puntual e inevitable desahogo.

-Óyeme Sasha… ya ni sé los años que llevo untándome toda clase de potingues, subiéndome a toda clase de artefactos, aplicándome todo tipo de cremas, siguiendo toda suerte de dietas…todas seguras, recomendadas, infalibles. Paso mi vida contando las calorías, los carbohidratos, los azúcares de cada alimento, asistiendo a sesiones de masajes reductores y tomando té laxantes tres veces al día. Me he comprado todas las fajas del mercado, he apelado a todas las cirugías, he llenado mis armarios con modelos y accesorios de todos los grandes modistos de este reino y de los vecinos…y te sigo, todavía, escuchando que Blancanieves me saca ventaja a pesar de que, me dicen, esa condenada está más gorda que una chancha preñada.

-De eso se trata precisamente -le interrumpió el espejo- Blancanieves no está gorda sino embarazada. Por lo que sé, ha conocido a un príncipe muy apuesto y muy rico, y se van a casar.

La reina ahogó en su interior un grito de rabia, incluso dos, hasta tres y, finalmente dijo:

-¡Nooooooooooooooo!

-Pues sí, y feliz que está -confirmó Sasha los peores augurios.

-Pero… -trató la reina de recuperar el color perdido con los ojos aguados.

-¡Pero nada! ¿Cómo no te has dado cuenta? ¿Cómo has llevado esto tan lejos! ¡Si hasta la corona te queda grande ya! ¡Qué horror… vas a acabar con tu vida y, lo que es peor, con mi reputación!… ¡Hasta van a decir que consumes drogas!

La reina ya no quiso escuchar más. Súbitamente, en un sorprendente gesto de física destreza, levantó sus escuálidas piernas a la altura del mágico espejo y, de un solo golpe, descargó sus dos furiosos lamborghinis sobre la luna.

Un estrépito de menudos fragmentos de cristal ahogó para siempre la voz de Sasha. Como una muñeca rota, inservible, la reina quedó en la silla, frente a su tocador, sollozando en silencio su desgracia. También su vida había acabado. Ya nunca sería la más bella. Y para colmo de desdicha, Blancanieves era feliz.

Tomó la roja manzana del tocador y volvió a sonreír al escuchar su crujido al morderla, ese agridulce sabor que la estremecía de placer, esa jugosa textura que tanto habían evitado sus labios. Al carajo, pensó. Ya que importaba unas cuantas calorías más. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.