Una exitosa gira del Presidente Hugo Chávez por 7 países en 3 continentes ha producido 69 nuevos acuerdos que fortalecerán al desarrollo nacional y consolidarán la mejor defensa frente la permanente agresión imperial: la unión de los pueblos El ideólogo imperialista más influyente del siglo XX, Henry Kissinger, decía en los años setenta, frente la […]
Una exitosa gira del Presidente Hugo Chávez por 7 países en 3 continentes ha producido 69 nuevos acuerdos que fortalecerán al desarrollo nacional y consolidarán la mejor defensa frente la permanente agresión imperial: la unión de los pueblos
El ideólogo imperialista más influyente del siglo XX, Henry Kissinger, decía en los años setenta, frente la expansión socialista en el hemisferio occidental, «Si Estados Unidos no podía controlar a América Latina, ¿cómo iba a dominar al mundo?» Hoy, esa preocupación de Kissinger ha vuelto a tormentar las fuerzas imperiales, pero ésta vez, sus garras conspirativas no logran silenciar al despertar de los pueblos en revolución.
El desespero imperial en aquel momento para subordinar a los países de su «patio trasero» impulsó una seria de golpes de estado, sabotajes, dictaduras brutales, asesinatos políticos, desaparecidos, torturados y la implementación de modelos neoliberales capitalistas que causaron la mayor pobreza, exclusión, alienación y miseria conocida en la región en toda su historia.
Dentro de la visión limitada de las fuerzas imperiales, sus tácticas y estrategias de agresión lograron su objetivo a finales del siglo, y en todos los países latinoamericanos, con la excepción de la Cuba revolucionaria, fueron implementados gobiernos subservientes a los intereses de Washington, junto al modelo económico-político de la democracia representativa neoliberal.
Cuando un revolucionario soldado venezolano, Hugo Chávez, lideró una rebelión contra el gobierno corrupto, asesino y criminal de Carlos Andrés Pérez – ejemplar lacayo imperial – el 4 de febrero de 1992, Washington lo subestimó. Un informe secreto, ahora desclasificado, del Departamento de Estado de la noche del 4 de febrero de 1992, decía que «el intento de golpe parece haber sido el trabajo de un grupo de oficiales del ejército de mediano nivel…No hay ningún indicio de apoyo popular a los conspiradores del golpe…»
Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense reconocía que sus propias encuestas realizadas en secreto en Venezuela revelaban que «El incentivo para seguir apoyando a Carlos Andrés Pérez es mínimo, una encuesta reciente mostró que goza de menos de 20% del apoyo del electorado…» En otras palabras, el pueblo no apoyaba al modelo neoliberal que estaba siendo impuesto en su país por intereses ajenos.
Luego, otro informe secreto del 10 de marzo de 1992 reveló la verdadera preocupación imperial frente a las movilizaciones populares en Venezuela, «Un golpe de estado* exitoso en Venezuela impactaría de manera muy grave a los intereses estadounidenses en el hemisferio. A pesar del impacto negativo de corto plazo sobre la clase pobre y la clase media, nosotros creemos que las políticas económicas de Carlos Andrés Pérez son exactamente lo que se necesita para reformar la economía venezolana…El derrocamiento de Carlos Andrés Pérez mandaría un mensaje frío a la región sobre la viabilidad de implementar la reforma económica. Un golpe en Venezuela también sería un precedente perturbante…[para otros países en la región]». [*Aunque Washington clasificó la acción como un «golpe de estado», Hugo Chávez decía que era una «rebelión popular contra una dictadura disfrazada de democracia»].
Parafraseando a Kissinger, si Estados Unidos no podría controlar a Venezuela, ¿cómo podría dominar la región? La preocupación principal de los intereses imperiales no era si la clase pobre crecía y la clase media desaparecía, sino si su modelo neoliberal se implementara, a cualquier precio, porque solo así se garantizaba su dominación permanente.
Cuando Hugo Chávez ganó la presidencia de Venezuela en 1998, Washington no sabía que hacer. Su política oficial era «esperar y ver que sucede» antes de actuar. Intentaron «comprar» al recién electo presidente venezolano varias veces, pero sus tentaciones no dieron frutos: Venezuela había escogido un camino irreversible hacia la independencia, la soberanía y la dignidad revolucionaria.
Con los primeros cambios transformadores – la Asamblea Constituyente, la reforma de la ley de hidrocarburos y el rescate de la OPEP – los intereses imperiales fueron afectados y su poder sobre Venezuela comenzó a derribarse. La voz de Hugo Chávez empezó a escucharse en toda la región, resonando como un canto rebelde y un «toque de diana» despertador de los pueblos.
LA AGRESIÓN PERMANENTE
Poco después, se activó la conspiración permanente para neutralizar lo que Washington había pensado que no era posible: una revolución verdadera, anti-imperialista y socialista, del siglo XXI, justo al sur de su frontera.
Vino la ola de agresiones – el golpe de estado de abril 2002, el sabotaje petrolero y económico, intentos de magnicidio, subversión y financiamiento multimillonario a grupos opositores, intervención electoral y una brutal guerra psicológica a través de los medios de comunicación – pero no lograron su objetivo y las fuerzas revolucionarias comenzaron a levantarse por todo el continente.
El nacimiento de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (ALBA) en 2004, abrió el camino hacia una nueva política exterior fundamentada en principios de cooperación, integración y solidaridad entre pueblos. Nuevas relaciones entre países hermanos en la región comenzaban a tejerse, fortaleciendo el lazo entre estados que compartían una visión colectiva de la humanidad, y construyendo un nuevo modelo de comercio continental que impulsaba el beneficio mútuo y el desarrollo integral.
DE LA ALBA AL MUNDO PLURIPOLAR
De la ALBA nació la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), promovida por Venezuela con el objetivo de fortalecer el intercambio regional, y crear un bloque de poder continental capáz de enfrentar a los nuevos desafíos mundiales – económicos, políticos y sociales.
Mientras más la revolución en Venezuela se consolidaba, más se intensificaba la agresión imperial. En 2005, Washington lanzó una campaña internacional para aislar al gobierno venezolano y clasificarlo como un «estado forajido». «Hugo Chávez es una fuerza negativa en la región», declaró la Secretaria de Estado Condoleezza Rice en enero 2005, comenzando el bombardeo de mentiras y manipulaciones contra Venezuela ante la opinión pública internacional que hasta hoy no ha cesado.
Apenás un año después, el entonces Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, comparó al Presidente Chávez con Adolfo Hitler, y junto al Director Nacional de Inteligencia, John Negroponte, lo denominaron la «mayor amenaza a los intereses estadounidenses en la región». Ese año colocaron a Venezuela en la lista de «países que no colaboraban con la lucha contra el terrorismo» e impusieron una sanción prohibiendo la venta de armamento con tecnología estadounidense al país suramericano.
El Presidente Chávez, reconociendo el intento de neutralizar y debilitar a las fuerzas armadas de su país, buscó otros socios internacionales, no sujetos a la dominación imperial. Rusia fue el primer país que ofreció reemplazar los equipos militares que necesitaba Venezuela – nación con las reservas petroleras más grandes del mundo – para mantener por lo menos un mínimo de capacidad de defensa territorial.
Por primera vez desde la caída de la Unión Soviética, un país latinoamericano comenzó a crear relaciones con Rusia sin la mano estadounidense metida por el medio. Esa inicial compra de equipos militares fue la apertura de una nueva relación comercial y estratégica entre Venezuela y Rusia, gracias al bloqueo estadounidense.
Luego de Rusia, Venezuela comenzó a estrechar relaciones con China, Belarús, Irán, Malasia, la India, Japón, Siria, Libia y otros países africanos, árabes, asiáticos y europeos. La política exterior del gobierno de Hugo Chávez inició una transformación radical y colocó a Venezuela en el mapa. Como dijo el Presidente Chávez en sus «Líneas de Chávez», «Se trataba de cambiar radicalmente las reglas del juego: queríamos relacionarnos con todo el mundo y no con una parte de él. En realidad y en verdad, por aquel entonces, estábamos aprendiendo a caminar con nuestros propios pies en el escenario internacional. No se olvide que nosotros no teníamos una política exterior propia, soberana: nuestra política exterior se trazaba desde Washington».
CAMBIANDO EL BALANCE DEL PODER
La integración y unión de los pueblos construye un escudo frente a la agresión imperial, y al mismo tiempo que crea una defensa casi inquebrantable, también debilita el asimiento del poder estadounidense sobre el mundo.
La gira del Presidente Chávez a Rusia, Belarús, Ucrania, Irán, Siria, Libia y Portugal realizada del 13 al 24 de octubre de 2010, es una muestra del nuevo mundo pluripolar naciente. De los 69 acuerdos firmados con estas siete naciones, Venezuela tendrá frutos sumamente valorosos que impulsarán, de manera equilibrada, la construcción de miles de nuevas viviendas, el desarrollo agrícola, el intercambio educativo y científico, la diversificación y el crecimiento económico, y la producción energética – todo para el máximo beneficio posible para el pueblo venezolano y la prosperidad humana.
Y en ninguno de estos 69 convenios existen elementos explotadores que podrían colocar a Venezuela en una posición de desventaja. La nueva política exterior de la Venezuela Revolucionaria no permite la explotación ni la contaminación venenosa capitalista que solo busca saquear a los pueblos, sin ofrecerles beneficio alguno para su desarrollo propio.
En Belarús, por ejemplo, Venezuela no solamente comprará vehículos de carga pesada y de transporte público, sino también creará empresas mixtas con los socios bielarrusos para montar las fábricas en territorio venezolano, asegurando una transferencia tecnológica importante que ayudará diversificar a la económica venezolana y a sus industrias productivas, al mismo tiempo que creará nuevas fuentes de trabajo para el pueblo.
El banco binacional ruso-venezolano, creado en esta visita a Moscú, reducirá la dependencia económica de las instituciones financieras internacionales explotadoras, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y permitirá la financiación de proyectos productivos de manera soberana e independiente. El acuerdo con Rusia para el desarrollo de una planta de energia nuclear – con fines pacíficas – ayudará a Venezuela a diversificar sus fuentes energéticas nacionales, reduciendo la dependencia de la energía hidroeléctrica que casi dejo al país con una crisis inaguantable a causa de una sequía inesperada al principios del año.
Con Siria, se abrirán nuevas rutas marítimas que permitirán un mejor flujo de comercio e intercambio entre Suramérica y el Medio Oriente. Y gracias a los nuevos acuerdos con Rusia, Belarús y Siria, Venezuela no solamente exportará su petróleo, sino también su café y cacao – los mejores del mundo.
En casi todos los países visitados, la prioridad principal de los acuerdos firmados fue la vivienda para el pueblo venezolano. El fruto de esta gira resultará en la construcción de cientos de miles de viviendas modernas para los más necesitados en Venezuela, con diversas técnicas y tecnologías iraníes, rusas, bielorrusas y sirias.
EN UN MUNDO PLURIPOLAR NO HAY IMPERIOS
«Venezuela debe obedecer», declaró el Presidente Barack Obama en referencia al acuerdo con Rusia para el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficas. «Estamos monitoreando los acuerdos entre Venezuela e Irán para ver si violan las sanciones» [impuestas por Estados Unidos], anunció el vocero del Departamento de Estado, Philip Crowley, en un tono arrogante e imperialista, como si aún Washington fuera la policía mundial.
El desespero de Washington es producto del agotamiento de su poder global -su tiempo está acabando y el nuevo mundo pluripolar está en el horizonte. La pesadilla de Kissinger se está haciendo realidad – Estados Unidos ya no puede dominar a América Latina, y menos al mundo entero. Ese soldado revolucionario que tanto subestimaron se ha convertido en el símbolo de la resistencia mundial frente a a la agresión imperial, y ha dado un aliento de esperanza e inspiración a millones.
El clamor de los pueblos – para su independencia, su levantamiento, y su dignificación – se escucha, se siente, se respira y se vive en la pasión con la cual reciben al Presidente Hugo Chávez desde las zonas más remotas de Africa y Arabia, hasta las ciudades cosmopolitanas de Europa.
Decía el gran luchador africano, Franz Fanón, «La humanidad está esperando algo de nosotros que no sea una imitación de otros modelos, lo cual sería casi una caricatura obscena». El mundo pluripolar es la invención de los pueblos en revolución – es la creación de un modelo justo, equilibrado, sin imperios, sin dominación, sin explotación. Un mundo donde reina la prosperidad humana por encima de las ambiciones egoístas – un mundo donde el beneficio mutuo conduce las relaciones, y el fervor de la destrucción global es enterrado en la historia.
Las fuerzas imperiales no cesarán en sus agresiones e intentos de neutralizar y aplastar este nuevo mundo en construcción. Las amenazas que rodean a Venezuela – y a la vida del Presidente Hugo Chávez – se intensificarán en los próximos días. Pero, el camino de los pueblos hacia la justicia social no tiene vuelta para atrás – es irreversible. Se ha alzado la gloriosa bandera de Venezuela ante el mundo y más nunca será derribada.