Dan Froomkin, corresponsal del Huffington Post en Washington estaba interesado en las insuficiencias de los grandes medios de comunicación establecidos a la horade informar sobre la situación económica, señaladamente sobre el importante asunto del fraude bancario. Tuvo la excelente idea de preguntar a William Black, acaso el penalista norteamericano más capaz y comptente en materia […]
Dan Froomkin, corresponsal del Huffington Post en Washington estaba interesado en las insuficiencias de los grandes medios de comunicación establecidos a la horade informar sobre la situación económica, señaladamente sobre el importante asunto del fraude bancario. Tuvo la excelente idea de preguntar a William Black, acaso el penalista norteamericano más capaz y comptente en materia de delitos financieros. El lector interesado puede consultar también con provecho una entrevista a Black publicada hace pocos meses en SinPermiso: «Moralidad, derecho penal y negocios empresariales».
Si todavía no estuviera meridianamente claro que el fraude generalizado estuvo en el centro de la crisis financiera y de la subsiguiente catástrofe hipotecaria, las últimas noticias -que los bancos han estado falseando sistemáticamente documentos, ávidos de expulsar a sus propietarios de las casas que los mismos bancos, de forma fraudulenta, les indujeron a comprar, – lo confirmarían.
Sin embargo, en general, los principales medios de comunicación todavía no han puesto en relación los hechos.
Lo que estamos viendo a nuestro alrededor son los efectos continuos de una amplia organización criminal a la que nunca se han pedido responsabilidades, a pesar de estar sirviéndose, como ha dejado escrito el economista de la Universidad de Texas James Galbraith, de procedimientos equivalentes a la falsificación, el lavado de dinero y el contrabando.
Hemos pensado que la persona más adecuada para hablar de esta cuestión es el econiomista y penalista William K. Black, uno de los pocos funcionarios reguladores efectivos en la historia reciente (durante la crisis de ahorros y préstamos de finales de los 80), un reconocido cortador de cabezas, actualmente profesor en la Universidad de Missouri-Kansas City y autor del libro La mejor manera de robar a un banco es ser su dueño.
La primera vez que entrevisté a Black fue en abril pasado. Recientemente repasé la entrevista y le interrogué sobre este problema de la incapacidad de los medios de comunicación para cubrir adecuadamente esta cuestión. Respondió con una impresionante y desalentadora lista de yerros. Hela aquí (ligeramente editada para facilitar su publicación):
«Las cuestiones que a mi parecer son críticas y están poco o nada aireadas son:
1. El sorprendente volumen del fraude hipotecario (literalmente, millones de casos anuales) y como éste hinchó la burbuja y llevó a la Gran Recesión.
2. El hecho de que estos fraudes hipotecarios fueron en su gran mayoría debidos a préstamos conscientemente fraudulentos, respecto a los cuales los ejecutivos de entidades aparentemente legítimas utilizaron trucos contables como «arma preferida» para declarar mayores beneficios y obtener mayores gratificaciones. (George A. Akerlof y Paul R. Romer lo acertaron en el título de su artículo de 1993: Looting: The Economic Underworld of Bankruptcy for Profit (El saqueo: el mundo económico subterráneo de la bancarrota en pos de beneficios.)
3. La desafortunada falta de procesos judiciales como consecuencia de que los reguladores acabaran virtualmente con la práctica de los informes de posible criminalidad, así como la patética «asociación» del FBI con la Asociación de Bancos Hipotecarios (la Mortgage Bankers Association, la asociación de los «perps», o transgresores), que llevó al FBI y al Departamento de Justicia a (implícitamente) declarar como inexistente el fraude por parte de los prestamistas ( y a concebirlos como «víctimas» – que lo son, pero de sus propios ejecutivos). El fiscal general de la Administración Bush, Michael Mukasey, rechazó de manera notoria en junio 2008 la creación de un grupo de trabajo nacional contra el fraude hipotecario basándose en la teoría de que el fraude hipotecario es análogo al «crimen callejero de cuello blanco».
4. Las epidemias de fraude desencadenadas por el efecto «eco» de la primera epidemia de «fraude de control» contable. A su vez, el fraude perpetrado por los altos ejecutivos fue el inicio de una epidemia de fraude entre los corredores de préstamos y peritos tasadores. Los periodistas deberían examinar el concepto de la dinámica tipo Gresham, según la cual la mala ética llegó a constituir una ventaja competitiva y desplazó del mercado a la buena ética.
5. El fraude hipotecario masivo que estamos viviendo actualmente como otra epidemia «eco». Para optimizar su fraude de control contable, los prestamistas eliminaron las subscripciones de seguros. Esto provocó «fraude por inducción» (respecto a los prestamistas), problemas endémicos de documentación y un número extraordinario de incumplimientos. El proceso requirió que decenas de miles de trabajadores del sector de finanzas inmobiliarias tuviera diariamente como función básica la de perpetrar fraudes. Algunas de estas personas están sin empleo, pero muchas de ellas están en el sector y actualmente se dedican al servicio de los préstamos. Ahora que su trabajo consiste en ejecutar las hipotecas y dehauciar a la gentes de sus casas, no hay ninguna razón para esperar que de repente se vuelvan honrados, y no ha sido así.
6. El encubrimiento masivo actual de las pérdidas debidas a malos activos, en especial por las instituciones consideradas «demasiado grandes para caer», a las que yo llamo SDIs («systemically dangerous institutions» o instituciones sistémicamente peligrosas). Esas instituciones, junto con el Presidente del Consejo de Administración de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y el Congreso (a petición de la Cámara de Comercio y sin la oposición de la Administración Obama), forzaron en abril del 2009 al Financial Accounting Standards Board (FASB) [Comité de Normas de Contabilidad Financiera] a cambiar las normas, de modo que los bancos no están ya obligados a reconocer sus pérdidas, a menos y hasta que no vendan los malos activos. Las implicaciones de este encubrimiento son amplias (y rara vez son objeto de información). Como mínimo significa que la campaña de propaganda del Secretario del Tesoro, Timothy Geithner, conforme a la cual el TARP (Troubled Asset Relief Program, o Programa de Rescate de Activos en Dificultades) salvaba al mundo sin virtualmente coste alguno (o quizá incluso con «beneficio»), no tiene sentido – a pesar de su éxito en punto a persuadir al Washington Post y a Los Ángeles Times-. Considérese esto:
A) El reembolso de los fondos TARP no quiere decir que los bancos estén saneados. El valor de sus activos está frecuentemente muy hinchado, lo que significa que su valor neto está muy hinchado. Esto implica que idea de que se han aumentado los requerimientos relativos al valor neto (y que los acuerdos de Basilea III todavía los harán más estrictos) es falsa de toda falsedad. Los requerimientos respecto al valor neto solamente tienen sentido si la contabilidad es honrada.
B) El reembolso de los fondos TARP significa que los bancos quedan libres de cualquier restricción significativa respecto a las gratificaciones de los ejecutivos senior. Hay que notar que sin las trampas contables los bancos frecuentemente declararían pérdidas (e incumplimiento de los requerimientos de capital, si no, directamente, insolvencia); no podrían, pues, pagar gratificaciones a sus directivos y estarían obligados a cerrar en virtud de la ley «Prompt Corrective Action (PCA)» [Ley de Acción Correctiva Urgente.].
C) Ninguna entidad comercial habría firmado los acuerdos TARP en los términos en que los EEUU los redactaron para sí mismos. Los EEUU no solo proporcionaron dinero bueno, sino también una ilimitada garantía de facto (además de autorizar prácticas contables engañosas). Si los EEUU hubieran negociado de forma competente, se habrían convertido virtualmente en propietarios de todas las acciones de cada receptor de TARP (lo que, evidentemente, era imposible políticamente).
D) Las mentiras contables están impidiendo la recuperación. Los mercados no pueden limpiarse rápidamente si se crea un incentivo para poder retener masivamente activos sobrevaluados durante años.
E) Las pérdidas permanecen, pero los contribuyentes están cogidos vía Fannie and Freddie y la Reserva Federal (que se ha hecho cargo de más de un billón de dólares en colaterales tóxicos a precios muy inflados).
7. La ausencia continuada de regulación pública efectiva. Debería considerarse escandaloso que el Presidente Obama mantuviera en sus cargos, e incluso promocionara, a los antirreguladores que permitieron la Gran Recesión. El antirregulador (fallido) de Fannie y Freddie, por ejemplo, continua como director de FHFA (Federal Housing Finance Agency, Agencia Federal de Financiación de la Vivienda). Esto insania harto grave, tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista político. (La Administración parece no tener siquiera antenas para la cuestión de la integridad)
8. La crisis de los estados federados y de los entes locales y la irracionalidad de la oposición de republicanos y demócrtadas conservadores a las propuestas de redistribución de los ingresos conteniudas en la Ley de Estímulos económicos. A eso hay que añadir la locura de la propia Administración Obama, que no luchó por su idea y no denunció explícitamente el daño que la eliminación de esas propuestas redistributivas acarrearía a la recuperación, al empleo y a servicios púbicos vitales.
9. La locura de aceptar el desempleo masivo a largo plazo, en vez de empeñarse el gobierno en procurar trabajos productivos a quienes quieran trabajar (en calidad de empleador de último recurso).
Y no tengo nada más que añadir.»
William Black es profesor asociado de economía y derecho en la Universidad de Missouri-Kansas City. Ha sido director ejecutivo del Instituto para la Prevención del Fraude entre 2005 y 2007.
Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga