El presidente de China, Hu Jintao, acaba de concluir su visita a Estados Unidos y, como es lógico, muchos han aprovechado la ocasión para plantear la cuestión del empleo. La economía estadounidense sigue sufriendo una elevada tasa de paro. Y EE UU sigue manteniendo un enorme déficit comercial con China, mucho mayor que cualquier otro […]
El presidente de China, Hu Jintao, acaba de concluir su visita a Estados Unidos y, como es lógico, muchos han aprovechado la ocasión para plantear la cuestión del empleo. La economía estadounidense sigue sufriendo una elevada tasa de paro. Y EE UU sigue manteniendo un enorme déficit comercial con China, mucho mayor que cualquier otro déficit bilateral en el mundo. Estos dos fenómenos suelen relacionarse con el siguiente razonamiento: China no es un competidor leal; su política económica, incluidas las subvenciones a empresas y la represión de los trabajadores, es una de las razones principales de la destrucción de la industria transformadora de EE UU y de sus puestos de trabajo.
Este enfoque, enmarcado en una visión nacional, pretende que veamos a los trabajadores estadounidenses en competencia directa con los obreros chinos, de manera que lo que ellos ganan, nosotros lo perdemos. Tiende asimismo a propiciar una respuesta simple: obligar a China a acelerar su aceptación de las fuerzas del mercado para que su economía se parezca más a la nuestra. Sin embargo, este enfoque es engañoso y no ayuda a clarificar la dinámica económica actual. Y da pie asimismo a una respuesta contraproducente.
Un planteamiento más correcto ha de partir del hecho de que la dinámica capitalista contemporánea ha llevado a la creación de una red productiva regional en el este de Asia, donde China constituye la planta de montaje final de toda la región para exportar luego los productos a EE UU. Los principales beneficiarios de este proceso son las numerosas empresas multinacionales que han creado la red, y los grandes perdedores son la mayoría de trabajadores de China y EE UU La respuesta adecuada a esta situación pasa por oponerse a la política en que se apoya esta estrategia empresarial, incluidos los acuerdos de libre comercio.
La estrategia de las multinacionales
Las empresas multinacionales han desarrollado una estrategia encaminada a abaratar sus costes de producción, especialmente de los productos de tecnología de la información y comunicación (TIC) y de materiales eléctricos como los semiconductores. Esta estrategia implica dividir los procesos de producción en líneas verticales cada vez más finas y ubicar las diferentes fases en dos o más países, creando las llamadas redes productivas transfronterizas. El crecimiento en este sistema se refleja en el crecimiento del comercio internacional de piezas y componentes. Las estadísticas del comercio también revelan que las multinacionales han situado en Asia oriental el eje central de su nueva estrategia.
La cuota de Asia oriental (incluido Japón) en las exportaciones mundiales de piezas y componentes ha crecido del 27 % en 1992-1993 al 39 % en 2005-2006, a pesar del descenso significativo de las exportaciones japonesas en los últimos años. La cuota de los países en vías de desarrollo del este de Asia aumentó del 17,8 % al 32,3 % en el mismo periodo. En 2005-2006, estos países abarcaron más de dos tercios del comercio total de componentes de todos los países en vías de desarrollo.
Los productos TIC y materiales eléctricos acapararon casi tres cuartos de las exportaciones totales de Asia oriental en 2006-2007. Y de acuerdo con la lógica de la estrategia de producción transfronteriza, una proporción cada vez mayor de esta actividad comercial se centra en piezas y componentes. Además, una parte creciente de este comercio de piezas y componentes se desarrolla ahora entre diferentes países de la región. El Banco Asiático de Desarrollo resume la situación con estas palabras:
«Al desglosar las cifras del comercio de productos industriales en productos acabados por un lado y componentes por otro se ve… [que] el comercio intrarregional en Asia se centra principalmente en piezas y componentes. La cuota intrarregional del comercio de piezas y componentes de los países asiáticos en vías de desarrollo ha aumentado casi un 20 % a lo largo de la pasada década hasta alcanzar un 62 % en 2005-2006, frente al incremento del 8 % del comercio total de productos industriales en el mismo periodo.»
El lugar de China
China ha pasado a desempeñar un papel de primer orden en el funcionamiento global de esta estrategia productiva controlada por las multinacionales. Como explica el Banco Asiático de Desarrollo:
«Hay un grupo de economías muy interdependientes, abiertas y dinámicas en el este y el sureste de Asia… Con la República Popular China en el centro del proceso de montaje y las exportaciones dirigidas principalmente hacia EE UU y Europa, la producción en estas economías y el comercio entre ellas se han ido organizando cada vez más mediante una especialización vertical en redes, con un intenso intercambio de piezas y componentes, especialmente en la industria de productos TIC y de maquinaria eléctrica.»
La cuota de las piezas y componentes en las importaciones de China de productos industriales procedentes de Asia oriental creció del 18% en 1994-1995 al 46 % en 2006-2007. La cuota de importación de piezas y componentes de la categoría de maquinaria y material de transporte (que incluye tanto los productos TIC como el material eléctrico) saltó en el mismo periodo del 46,1 % al 73,3 %.
La posición singular de China como plataforma industrial regional para la exportación de productos acabados se refleja en el hecho de que es el único país de la región que es deficitario en el comercio de piezas y componentes y que exporta en gran parte productos acabados. Es esta posición singular la que ha permitido a China incrementar su cuota en las exportaciones mundiales de productos TIC del 3 % en 1992 al 24 % en 2006, y su cuota en las exportaciones mundiales de material eléctrico del 4 % al 21 % en el mismo periodo. Por supuesto, en realidad no se trata de exportaciones chinas, sino de exportaciones producidas en China. Aproximadamente el 60 % de todas las exportaciones chinas las producen empresas extranjeras; esta proporción asciende al 88 % en el caso de los productos de alta tecnología.
El Banco Asiático de Desarrollo describe el significado de este proceso para la actividad económica del este de Asia del modo siguiente:
«Por mucho que el comercio entre países asiáticos se haya expandido más rápidamente que el comercio de Asia con el resto del mundo, la globalización ha vinculado cada vez más a Asia a los principales mercados mundiales del G3 [Estados Unidos, Unión Europea y Japón]. Esto se debe a la naturaleza del comercio asiático: el comercio entre los países de Asia se basa en cadenas de producción asiáticas integradas verticalmente y el de Asia con el resto del mundo viene impulsado por la demanda del G3 de productos acabados fabricados en esas redes.»
Mayor dependencia de Estados Unidos
El rápido crecimiento de la dependencia de la región con respecto al G3, y en particular al mercado estadounidense, queda bien reflejado en las siguientes tendencias: la correlación entre el crecimiento de las exportaciones intrarregionales de Asia oriental y las importaciones no petroleras de EE UU aumentó de 0,01 en la década de 1980 a 0,22 en la de 1990 y a 0,63 en la primera mitad de la de 2000. De un modo similar, la correlación entre el crecimiento de las exportaciones de Asia oriental y las importaciones no petroleras del G3 aumentó de 0,21 en la década de 1980 a 0,34 en la de 1990 y a 0,77 en la primera mitad de la de 2000.
A la luz de estos datos podemos comprender mejor por qué China protagoniza las preocupaciones comerciales de EE UU Los demás países de Asia oriental han dejado en gran medida de fabricar productos acabados para su exportación a EE UU y en vez de ello produce piezas y componentes para su exportación a China. China, a su vez, también se ha convertido en un país cada vez más exportador, montando los productos acabados destinados a la venta en el mercado estadounidense. A resultas de ello, los déficit comerciales de EE UU con otros países del este de Asia han menguado, mientras que el déficit comercial con China ha crecido. China es la cara visible de un sistema de producción más amplio ubicado en Asia oriental pero dominado por las empresas multinacionales.
En otras palabras, la economía estadounidense está siendo reestructurada en consonancia con las economías del este de Asia.
EE UU está cambiando, al igual que Asia oriental, por efecto de una estrategia empresarial de las multinacionales, que impulsan también grandes empresas estadounidenses. Como se ha indicado, aproximadamente el 90 % de los productos de alta tecnología que exporta China a Estados Unidos los producen empresas multinacionales y muchos de ellos los compran y los venden en Estados Unidos otras empresas de distribución multinacionales.
Los trabajadores chinos no quitan puestos de trabajo
Los trabajadores chinos se enfrentan a las exigencias de las empresas multinacionales de que el gobierno chino mantenga los bajos salarios y unas condiciones laborales convenientes. Y los trabajadores de otros países de Asia oriental también se ven confrontados con el hecho de que sus gobiernos se ven forzados a aplicar unas políticas represivas similares en materia laboral para asegurar que las empresas multinacionales no se vayan. En resumen, los trabajadores chinos no nos están robando los puestos de trabajo. Lo que ocurre más bien es que los trabajadores de Asia oriental y EE UU están expuestos a presiones muy parecidas generadas por la misma dinámica. Por decirlo de forma más simple, nuestros problemas se derivan de la dinámica capitalista actual. Forzar a China a abrirse más al capitalismo no nos ayudará a nosotros ni ayudará a ellos.
Por supuesto, no es probable que este enfoque lo defiendan los medios de comunicación ni la elite empresarial. Prefieren que pensemos que nuestro sistema es estupendo y que el problema radica en que el gobierno chino no se decide a promover plenamente un sistema similar.
Martin Hart-Landsberg es colaborador habitual de la revista Monthly Review y autor del libro China y el Socialismo. Reformas de mercado y lucha de clases, publicado por Hacer (2006). Es profesor de economía y director del Programa de Economía Política de Lewis and Clark College, Portland, Oregón, e investigador adjunto del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Gyeongsang, Corea del Sur. Enseña e investiga principalmente en materia de economía política, desarrollo económico, economía internacional y economía política del este de Asia. También es miembro del Consejo de Derechos de los Trabajadores de Portland, Oregón.
Traducción: VIENTO SUR