Traducción para Rebelión por Susana Merino
Aún entendiendo poco de economía y finanzas no es difícil darse cuenta de que por lo menos cuatro trabas – o cuatro nudos – atan hoy en día las cuentas públicas produciendo una maraña, inextricable y compleja difícil de desenredar. Las consecuencias nocivas y crecientes de este modelo político son fácil y directamente visibles y sensibles en la billetera de cualquier ciudadano, especialmente de aquellos que viven en la base de la pirámide social. No por nada Roger Bastide dejó su testimonio en su obra ¡Brasil, tierra de contrastes!.
Primer nudo
La primera de esas trabas se ubica en el progresivo encarecimiento de los costos de gestión. Se pueden destacar dos aspectos: por un lado la apertura de una puerta del funcionariado público cada vez más amplia para los compañeros, apadrinados y familiares. El nepotismo literal o figurado constituye una realidad que mancha la trama pública brasileña desde sus comienzos pero con particular agravamiento en las últimas décadas. Por otra parte, como si esto no fuera suficiente, los beneficiarios de esa práctica son igualmente beneficiarios de rentas sustanciales regularmente aumentadas por sobre la inflación y por sobre el conjunto de la clase trabajadora.
Los funcionarios públicos de los niveles medios e inferiores del escalafón siguen el mismo sendero que los representantes del nivel más alto de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. En la memoria de los ciudadanos se mantiene vivo y manifiesto el desequilibrio provocado por el aumento de un 60% a los senadores, diputados, ministros, presidente, etc. comparado con las luchas y enfrentamientos desencadenados para alcanzar un salario mínimo de R$ 545,00. Una persona gorda hasta la obesidad no suele ser saludable. Tampoco lo será una máquina de gobierno. Termina por trabarse en los oscuros y subterráneos laberintos de la burocracia.
Segundo nudo
Frente a esta situación se produce el anuncio de un recorte del presupuesto del orden de los 50 mil millones de reales con el objeto de tratar de desarmar el primer nudo. En la historia del país, como bien lo sabemos, el concepto de ahorro ha sido protagonista de no pocos dramas y enfrentamientos. Pero su escenario eran las organizaciones, los movimientos y las movilizaciones populares. Las luchas, especialmente de los trabajadores, vuelven bien conocido este concepto en los años 1970-80, más acentuado en la escena brasileña durante el régimen de excepción. Ahorro era prácticamente sinónimo de reducción salarial. Actualmente aparece en el área de gobierno en referencia a los costos de gestión. Es necesario ajustarse el cinturón cuando se piensa en un ahorro en las cuentas públicas. Es preciso hacer cirugía en la propia carne y «eso va a doler», garantiza el Ministro de Hacienda Guido Mantega. Excepto el área social y las obras del PAC (Programa de Aceleración del Crecimiento), todos los ministerios fueron afectados, además de las enmiendas parlamentarias y la comunicación verbal a los municipios.
Eso, entre nosotros ¿otorga credibilidad al ahorro? Los gastos públicos fueron progresivamente inflados por los sucesivos gobiernos. Se infló demasiado la máquina, siempre había un «puestito» para un amigo, un afiliado, un compañero. Son por demás conocidas las expresiones como: «el tren de la alegría» o «las farras del Planalto Central», o «el uso indiscriminado del dinero público» o «la sobrefacturación de las obras públicas.» Sin hablar del tráfico de influencias o de la corrupción pura y simplemente. Por eso, la noticia de un recorte y del ahorro en las cuentas públicas nos genera en un primer momento críticas y con «una pulga en la oreja», para no decir perplejos e incrédulos.
Normalmente, cuando nos encontramos con noticias, acontecimientos o promesas inéditas, surge de las aguas turbias una frase que se ha vuelto familiar: ¡Freud explica! Aprendimos a desconfiar de las limosnas grandes o de las promesas inmediatas. De allí la invocación medio en serio, medio en broma a Freud, ya sea en relación al pasado que conocemos bien o sea en dirección al futuro en el que depositamos nuestras dudas. En este caso, sin embargo y sin ningún juego de palabras, Freud nos alerta. Según él, ningún ser humano renuncia a un placer al que está habituado. Cabe repetir la pregunta que abrió este párrafo: ¿es posible creer en semejante ahorro? Conociendo la» forma brasileña de gobernar» ¿no es más comprensible imaginar que los habitantes del piso de arriba harán toda clase de malabarismos para trasladar esos costos a los de los pisos inferiores de la sociedad? Adoptando lo dicho por el «padre del sicoanálisis», nadie renuncia a los privilegios y a los bienes acumulados a lo largo de la historia sobre todo y además de todo, cuando se recibe la bendición de leyes creadas por los propios interesados. Es verdad que a esta altura sería vergonzoso aumentar la carga tributaria para cubrir los agujeros por donde se cuela el erario público. Los impuestos brasileños están entre los más voluminosos de todo el planeta en franca contradicción con los servicios públicos que dejan mucho que desear.
Tercer nudo
Hablando de servicios públicos una reciente investigación del IPEA (Instituto de Investigaciones Económicas aplicadas) trató de detectar la opinión de la población con el objeto de realizar una evaluación del SUS (Sistema Unico de Salud) y de los servicios de salud pública. Los resultados fueron los esperados. Salta a la vista la precariedad de la salud pública, especialmente en cuanto atención inmediata, las colas en los establecimientos hospitalarios y en los centros de salud, las listas de espera para estudios y cirugías, hasta de extrema urgencia. De donde resultan las frecuentes muertes en la entrada de esos establecimientos. Uno de los reclamos más frecuentes y previsibles es la falta de médicos. A favor del SUS es necesario decir que la población aprueba la llamada salud familiar y la distribución de medicamentos. Pero lo que resulta evidente es la estridente y enorme distancia entre, por un lado los impuestos que pagan los trabajadores brasileños y por otro el retorno en términos de calidad de vida. ¡Los impuestos de Primer Mundo contrastan con los servicios de Tercer Mundo!
De ese desfase surge la clásica comprobación de Bastide sobre los contrastes que minan el territorio brasileño. En ningún sector como en el de la Salud es tan visible la realidad de «dos Brasil»: hay un sistema privado para el piso de arriba y un sistema público para el piso de abajo, es decir Casagrande y Senzala respectivamente en la expresión de Gilberto Freire. Además de mencionar a R. Bastide y a G. Freire habría que mencionar a Josué de Castro, el teórico nordestino de «Geografía del hambre». Lo peor es que el mismo abismo separa los condominíos cerrados de alto nivel y las favelas, los departamentos de lujo junto a los sórdidos e insalubres conventillos, Shoppings Centers que se disputan el frenesí del consumo con los comercios callejeros o ambulantes; las escuelas para la clase media y alta y el sistema escolar para la población pobre; los honorarios o las remuneraciones estratosféricas de las celebridades, los políticos, los técnicos especializados, etc. frente a los salarios de los trabajadores… Y así sigue!
Cuarto nudo
Una vez más, sin entender gran cosa de economía ni de finanzas, la población intuye que ese estado de cosas tiene algo que ver con las tasas de interés y con el amenazador regreso de la inflación. En ambos casos quienes pagan las cuentas son los trabajadores que son también los consumidores de los productos de primera necesidad. En un país con tan enorme extensión territorial, con un pueblo tan creativo y trabajador, con diversidad de fuentes energéticas, con una envidiable producción agrícola, con un poderoso parque industrial, un comercio dinámico y efervescente, ¿por qué suben los precios de los alimentos, de la energía, de los bienes primarios? Ya sabemos que la respuesta está en la punta de la lengua: los precios son regulados por el mercado internacional.
Pero vale insistir en la pregunta, pero formulada de otra manera: ¿no sería posible desarrollar políticas públicas de protección y defensa del consumidor, especialmente en cuanto a los productos del país, tales como granos, carne bovina y pollos, agrocombustibles, tejidos en general, zapatos por solo citar algunos productos de primera necesidad? Las políticas públicas bien estructuradas además de evitar la dependencia de programas como el de la «bolsa familia», por ejemplo, combaten el virus del populismo, del centralismo y del personalismo, tan comunes en la práctica política brasileña.
Fuente original: http://alainet.org/active/44261