El recientemente difunto sociólogo y economista Italiano radicado en los EEUU, Giovanni Arrighi, finaliza su obra célebre ‘El largo siglo veinte’ con un reflexión que resulta de la mayor importancia para la comprensión de las tensiones sobre política comercial y monetaria que existen actualmente entre China y EEUU. Por primera vez en ca . 500 […]
El recientemente difunto sociólogo y economista Italiano radicado en los EEUU, Giovanni Arrighi, finaliza su obra célebre ‘El largo siglo veinte’ con un reflexión que resulta de la mayor importancia para la comprensión de las tensiones sobre política comercial y monetaria que existen actualmente entre China y EEUU.
Por primera vez en ca . 500 años, señala el italiano, el control de la plusvalía económica mundial ha pasado en gran medida a países no-occidentales.
Aún existe una amplia ventaja en capacidades militares de los países del centro de la economía-mundo occidental, organizados bajo el liderazgo conspicuo de los EEUU en la OTAN. Sin embargo, el poderío economico de la gran potencia asi ática está equilibrando la balanza de poder mundial, fortaleciendo además, un importante mercado regional.
Los países con grandes superávit en la balanza de pagos con los EEUU, siendo China el principal entre ellos, han acumulado una cantidad enorme de activos financieros denominados en dólares (mayormente en forma de bonos de deuda del Tesoro, entre otros títulos con respaldo federal), que de cierta manera, son títulos de propiedad sobre los excedentes (o activos ya existentes) del país emisor del pagaré.
En otras palabras, los países exportadores de petróleo , y los grandes exportadores de bienes de consumo guardan cada vez mayor cantidad de pagarés en dólares como parte de sus reservas de divisas internacionales, que les otorga, uno pensaría, derecho a redimir estos títulos en el país emisor. Sin embargo, los EEUU pareciera negar la validez de sus propios bonos como legítimos instrumentos de pago para ciertas transacciones comerciales.
Tal como ha señalado en varios artículos de los últimos meses, y en sus libros seminales de la década de los 70 reeditados hace unos años, Michael Hudson sostiene que existen pocas otras alternativas de inversión para aquellos países que han acumulado una cantidad importante de dólares, debido al superávit en su balance comercial con los EEUU, más allá de reciclarlos en pagarés oficiales del Departamento del Tesoro, con sus tasas de interés a niveles históricamente bajos .
Mientras existió la burbuja en el sector inmobiliario, muchos países invirtieron inoportunamente sus excedentes en dólares en los títulos con respaldo hipotecario ( mortgage-backed securities, en adelante MBS ) de las instituciones con patrocinio gubernamental Freddie Mac y Fannie Mae , que para mediados del 2008, eran propietarias o respaldaban oficialmente la mitad de las hipotecas en el mercado hipotecario estadounidense, valorado para aquél entonces en 12 billones de dólares , (hoy en cambio, aproximadamente 27% de las casas unifamiliares valen menos de lo adeudado por ellas, y se calcula que 11% de todas las viviendas están desocupadas)
El gobierno estadounidense, por medio de esas instituciones, ayudó a crear un mercado hipotecario secundario, adquiriendo las hipotecas de las instituciones que las originaban (en su mayoría bancos comerciales), para juntarlas en MBS , que vendía luego a inversores de todo tipo.
Esta estrategia, como bien se sabe, ayudó a expandir el crédito en el mercado inmobiliario a niveles sin precedentes, incentivando a las instituciones hipotecarias a prestar y re-financiar cantidades enormes de hipotecas (que luego empacaba en MBS para vender en cantidades masivas en el mercado secundario), con el supuesto fin de ofrecer crédito a personas que jamás habrían recibido un préstamo para adquirir una casa, dada su situación económica empobrecida.
Luego se descubrió que en realidad muchos de estos préstamos eran fraudulentos – en los últimos 5 años incrementaron en un 400% las investigaciones por fraude hipotecario llevadas por la FBI – y más bien sirvieron para endeudar a una mayor cantidad de personas a los grandes mortgage servicers , en su mayoría, bancos comerciales privados.
Además de estas inversiones a simple vista nada atractivas, siempre ha existido la posibilidad de reciclar los excedentes en dólares en los mercados bursátiles de los EEUU, toda vez que no se caiga en la osadía de adquirir una proporción de acciones que permita una toma de control sobre alguna de las compañías consideradas de interés nacional.
Mercados blindados a la inversión extranjera
En efecto, los EEUU prohibe a sus acreedores comprar activos estratégicos en su territorio, a pesar de exigir a los países de la periferia, en su función de acreedor, garantías tangibles de altísimo valor, como reservas minerales, o compañías públicas de servicios básicos.
Existen dos casos notorios relativamente recientes de esta política doméstica estadounidense palpablemente contraria a su política oficial en temas de comercio internacional.
A mediados del 2005 hubo un intento de compra de la empresa estadounidense de hidrocarburos UNOCAL, por la empresa estatal china CNOOC. A pesar de haber ofrecido $700 millones más que el oferente competidor, la empresa estadounidense Chevron, CNOOC tuvo que abandonar su puja debido a un ambiente político abrumadormente hostil. Para nadie fue una sorpresa cuando Chevron finalmente recibió el beneplácito para ejecutar el takeover.
El otro caso reciente recordado fue la revocación de la inicial aprobación de la toma de control por adquisición de las operaciones de 22 puertos en los EEUU (incluidas las más importantes instalaciones portuarias de Nueva York, Nueva Jersey, Baltimore, Philadelphia, Nueva Orleans y Miami) por una compañía del reinado de Dubai -con el apoyo, dicho sea de paso, del entonces presidente, George W. Bush-.
La compañía DP World con sede en los Emiratos Árabes Unidos, tras sufrir una campaña de desprestigio que involucró sospechas de vulnerabilidad ante ataques terroristas por ser una corporación de deuños árabes, tuvo que ceder el control de los puertos a la ahora infame AIG , que carecía de experiencia alguna en manejo de instalaciones portuarias, por una suma no revelada .
El caso más reciente de interferencia política en inversiones de compañías Chinas en los EEUU, ocurrido el mes pasado , es el caso de la compañía de equipo móbil de telecomunicaciones Huwei a quién se le prohibió adquirir activos de su contraparte estadounidense 3Leaf .
El Comité de Inversión Extranjera en los EEUU (CFIUS, por sus siglas en inglés) le ‘sugirió’ a Huwei , la tercera compañía de telecomunicación móbil más grande del mundo detrás de Ericsson y Nokia Siemens , que se despojara de los activos adquiridos a 3leaf .
Era la tercera vez desde el 2008 que Huwei encontraba resistencia tanto para adquirir activos en compañías estadounidenses, como para participar en licitaciones.
Todo esto muestra la reticencia de las autoridades políticas estadounidenses a la apertura real de su economía doméstica, en particular cuando sus principales acreedores intentan canjear sus activos líquidos por activos productivos.
Las compañías estratégicas d el sector energético, del sector de telecomunicaciones, o en general, la infraestructura primaria productiva, no estarán disponibles para aquellos acreedores extranjeros que quieran redimir sus pagarés oficiales, títulos que se suponen de validez incuestionada (a final de cuentas, el dólar es la moneda internacional de arreglos de pagos, ¿no es cierto?)
En cambio, cuando se trata del mercado inmobiliario o de las bolsas de valores, las autoridades políticas aceptan con gusto la repatriación de aquellos dólares enviados al exterior para saldar sus duedas crecientes (el costo únicamente de los intereses de la deuda nacional será de 600 mil millones de dólares para el 2012).
Como bien se sabe, para mantenerse a flote estos mercados requieren atraer cantidades crecientes de capital líquido del extranjero, estando situados en un país con una economía cada vez menos industrializada y productiva (i.e., hyper – financiarizada ) .
Solo así se logra mitigar la caída en los precios de los activos en el mercado inmobiliario y en las bolsas de valores, de donde vienen la mayor cantidad de rentas de la oligarquía financiera de Wall Street.
El ocaso turbulento del país hegemón
No cabe duda que las élites políticas y económicas de los EEUU de cierta manera intentan resistir su irreversible declive de la posición de única superpotencia mundial con la continuación de políticas de excepción.
Se e xige que los demás países del mundo abran sus mercados domésticos a sus inversores, para quienes el precio del capital oscila entre 0.00 y 0.25% , con el fin de intentar mantener estables sus flujos de ganancias corporativas, en un período económico mundial difícil. Entre tanto, prohibe la venta de activos estratégicos en su territorio a sus acreedores extranjeros.
Lo cierto es que por más que intente pasarse como una entidad allende a los procesos históricos, los EEUU encuentra cada vez mayor dificultad en sumar socios para su proyecto de mundo, que resumidas cuentas consiste en que 1) el complejo militar-industrial tenga la libertad para vender armas en buena parte de los países del mundo , para lo cual hace falta crear el mercado debido, y que 2) Wall Street reciba participación, i.e., rentas, de buena parte de los negocios lucrativos de los países en vías al desarrollo .
Sin duda, la hegemonía estadounidense resulta cada vez menos armónica en materia comercial con los intereses tanto de sus posibles rivales, como de sus socios.
Por ello, no deja de ser preocupante que los EEUU posea, no tanto poderío militar, como capacidad de destrucción. Desde hace ya unas décadas no puede ganar guerras, sin embargo, posee la capacidad (i.e., las armas de destrucción masiva) de aniquilar a sus enemigos, que como bien se sabe, son dos cosas muy diferentes.
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