No lo dijo exaltada, ni quejosa. Tampoco fue un reproche. Cuando a Itxaso no terminó de convencerla mi opinión de que en los carnavales cada quien se disfraza de lo que quiere, serenamente me respondió: De lo que quiere no, de lo que hay. Y lo que hay, a veces, es lo que nos prestan, […]
No lo dijo exaltada, ni quejosa. Tampoco fue un reproche. Cuando a Itxaso no terminó de convencerla mi opinión de que en los carnavales cada quien se disfraza de lo que quiere, serenamente me respondió: De lo que quiere no, de lo que hay.
Y lo que hay, a veces, es lo que nos prestan, lo que se puede, lo que vemos, lo que se nos sugiere cuando no se nos impone.
Quizás a ello se deba la elección que, como adultos, adoptamos más tarde, cuando descubrimos que en carnavales sólo mudamos de disfraz y se transforma en Cenicienta el banquero que predicara contra el mal de la usura y en Pulgarcito el rico que amonestaba la culpa del dinero. Los enanitos fueron y volverán a ser patronos que repudian la codicia del lucro; los lobos invertirán en Bolsa y soplarán rumores, y la Caperucita Roja volverá a los estrados a intercambiar sentencias a la carta por su bien retribuida toga.
Los demócratas, debidamente homologados y perpetradas todas las condenas pertinentes con sus correspondientes pruebas y alegatos, negociarán los riesgos de las urnas, a quién debe excluirse, a quién debe sumarse, qué nueva ley les garantiza el fraude; los olvidos ponderarán el fin de la memoria y exhortarán los verdugos a evitar la tortura.
Los embozados policías promoverán el respeto a los derechos humanos; clamarán los militares contra el fin de las guerras y alardeará la muerte de ser humanitaria. Hasta serán demonios los primeros en censurar las llamas del infierno y los cuchillos el filo de sus hojas.
El carnaval tal vez haya dejado en sus pocos días de gloria su ánimo festivo, pero los disfraces siguen en la calle, para que puedan los tahúres exigir el «fair-play», los dementes reclamar la cordura, los impunes ponderar la justicia, los indecentes aplaudir el decoro, los ladrones ensalzar la virtud, los hipócritas proclamar la franqueza, los sinvergüenzas pregonar la moral, y los monarcas brindar por el futuro.