«Aunque discrepamos del informe del Senado, nos tomamos muy en serio los asuntos examinados por el Subcomité.» Comunicado de Goldman Sachs sobre la investigación del Senado. Fui a ver Inside Job, el documental sobre los culpables de la crisis, y me quedé hasta el final de los títulos de crédito esperando a ver las tomas […]
«Aunque discrepamos del informe del Senado, nos tomamos muy en serio los asuntos examinados por el Subcomité.»
Comunicado de Goldman Sachs sobre la investigación del Senado.
Fui a ver Inside Job, el documental sobre los culpables de la crisis, y me quedé hasta el final de los títulos de crédito esperando a ver las tomas falsas. Pero no las había, tal vez se las reservan para la edición en DVD.
Porque estoy seguro de que hay tomas falsas, en las que se le escapa la risilla tonta a alguno de los que en pantalla balbucean, enmudecen, improvisan excusas o sudan ante las preguntas comprometedoras sobre sus chanchullos. «Ay, perdone, que me ha dado la risa cuando me ha preguntado por qué no hicimos nada para evitar la crisis…» «Ay, no me hable del timo de las subprime, que me parto…»
Y es que, por encima de la mucha e interesante información que contiene Inside Job, por encima de su retrato de la codicia criminal de banqueros, inversores, catedráticos y miembros del gobierno; por encima incluso del terror que da ver en qué trampa nos habían metido, yo tenía la sensación, viendo la película, de que se estaban riendo de mí.
No que se hayan reído durante años, ni que se sigan riendo hoy, sino que incluso se están cachondeando de nosotros mientras miran a cámara. Porque en el fondo, lo que vemos en la pantalla son triunfadores: tipos que se han forrado locamente, que han vivido una gran fiesta y les hemos pagado la factura, que han hundido la economía mundial, y que no sólo se han ido de rositas sino que siguen en sus puestos, con sus sueldazos y rehabilitados por el gobierno Obama.
La cara de tonto no es la de quienes en pantalla tartamudean, acorralados por una pregunta que no se esperaban. La cara de tonto es la que se nos queda a los espectadores cuando salimos y nos vamos para casa a seguir viviendo. Porque hasta donde yo sé, no consta que a la salida del cine se haya organizado ninguna manifestación ni que nadie haya tirado un adoquín. Ya me dirán si no es como para que se sigan riendo.
Yo hasta me imagino que esos mismos delincuentes económicos organizan pases privados de la película para verla y reír juntos, tal vez en los mismos prostíbulos de lujo donde se hartan de coca a nuestra salud. Que siga la fiesta.
http://blogs.publico.es/