Traducción para Rebelión de Ian J. Seda-Irizarry
Más y más se escucha el sonar de que nada se puede hacer para gravar impuestos a las grandes corporaciones dado la amenaza de cómo reaccionarían. De la misma manera, no podemos evitar sus aumentos en precios, o los subsidios gubernamentales y lagunas jurídicas que los benefician. Por ejemplo, mientras los gigantes petroleros disfrutan de etravagantes ganancias dado los altos precios en el petróleo y gas, se nos dice que es imposible aplicarles una tasa impositiva a sus ganancias o que se detengan los beneficios vía subsidios y fisuras legales. Parece que no hay manera de que el gobierno asegure bajos precios en la energía o que se apliquen y enfuerzen leyes de protección ambiental. Igualmente, con los aumentos en los precios de las medicinas, se nos dice que es imposible subirle los impuestos a las compañías farmaceuticas o que el gobierno aseguro precios más tolerables. Y así por el estilo.
Estos y otros pasos por «nuestro» gobierno se dice que son imposibles o no recomendables. La razón: las corporaciones trasladarían su producción al extranjero o reducirían sus actividades en los Estados Unidos o ambas. Eso le quitaría a los E.U. trabajos y por ende menos recaudos por vía de impuestos. Para ponerlo de manera más explícita: las grandes corporaciones nos están amenazando. Se espera que aceptemos esto y recortemos programas sociales que benefician a millones de personas (programas de préstamos estudiantiles, Medicaid, Medicare, seguro social, programas de nutrición, etc.). Se supone que no demandemos aumentos en los impuestos y menos subsidios para las corporaciones. Tampoco que pidamos acción del gobierno para que bajen sus precios. Si lo hacemos las corporaciones nos van a castigar.
Hay tres grupos que nos comunican estas amenazas. Primero, representantes corporativos que hacen relaciones públicas y nos traen el mensaje desde arriba (desde la junta de directores). Segundo, los políticos que tienen miedo de ofender a sus patrocinadores corporativos y que repiten públicamente lo que los representantes corporativos les envían. Por último, varios comentaristas que nos explican la amenaza. Estos últimos incluyen los periodistas perdidos en la neblina ideológica que siempre traducen lo que las corporaciones quieren para que pase por «sentido común». Estos comentaristas también incluyen profesores que traducen lo que las corporaciones quieren al idioma de la «ciencia económica».
Claro está, siempre hay dos maneras de responder a cualquier amenaza. Una es estar intimidado y amendrentarse. Esa ha sido la decisión dominante de «política pública» del gobierno estadounidense. Es por eso que existen tantas lagunas jurídicas relacionadas a los impuestos corporativos y también explica porqué el gobierno no hace nada para detener el aumento en precios, controlar las decisiones de traslado, etc. No hay sorpresas ahí dado que las corporaciones han gastado enormes sumas de dinero para apoyar las carreras políticas muchos. Esperan que esos políticos hagan lo que sus patrocinadores corporativos quieran. Igualmente importante, esperan que esos políticos convenzan a la gente que el arrodillanors frente a esas corporaciones es «lo mejor para todos».
Y qué con la otra posible respuesta a las amenazas? El gobierno podría hacer una decisión de política pública diferente dentro de una definición distinta de lo que es «mejor para todos». Simplemente podría tratar de perseverar frente a estas amenazas corporativas y ofrecer una contra-amenaza. Cuando las corporaciones digan que van a relocalizar operaciones, o que van a recortar empleos como reacción a aumentos en sus impuestos, el gobierno de E.U. Podría prometer represalias. A continuación una lista parcial de cómo podría hacerlo (con ejemplo ilustrativos concernientes a las industrias de la energía y la farmaceutica):
- Informarle a esas compañías amenazantes que el gobierno de E.U. Le va a comprar productos a otras empresas.
- Informarles que el gobierno va a financear una campaña para pedirle a sus ciudadanos que sigan el ejemplo del gobierno y cambien a quien le compran también.
- Informarles que el gobierno va a proceder a financear y organizar compañías estatales para que compitan directamente con ellos.
- De manera inmediata y estricta imponer todas las leyes aplicables relacionadas con las condiciones de salud y seguridad para los trabajadores, leyes de protección ambiental, oportunidades iguales de empleo y avance en el trabajo, etc.
- Presentar y promover nuevas leyes relacionadas al traslado de empresas (dando a las autoridades locales, regionales y nacionales poder de veto sobre la decisión de relocalización de las juntas de directores corporativas)
- La compra en grandes cantidades de los productos energéticos y farmaceuticos para revenderlos a los consumidores a precios más baratos dado el ahorro obtenido por la compra en masa.
- Confiscar los activos de empresas que buscan evadir o frustrar aumentos en impuestos o reducciones en subsidios.
Algunas de las leyes que facilitan estas acciones existen actualmente en los Estados Unidos y las que no, podrían ser pasadas. En otros países hay modelos fundados en leyes como éstas que se han desempeñado con éxito y por varios años. Sería cuestión de pasar las leyes y ajustarlas a las condiciones de E.U..
Claro está, sería mucho más fácil crear una base más sólida, en vez de las dinámicas de la amenaza y contra-amenaza, para compartir los costos del gobierno entre los individuos y las empresas. Esa base podría ser establecida con una transición a un sistema económico donde los trabajadores en cada empresa se desempeñaran de manera colecetiva y democrática como su propia junta de directores. Tales empresas dirigidas por trabajadores eliminarían la división básica y el conflicto fundamental dentro de las corporaciones capitalistas entre aquellos que hacen las decisiones claves (por ejemplo, ¿qué, cómo y dónde producir?) y aquellos que tienen que vivir y depender de manera inmediata con el resultado de esas decisiones (la masa de empleados).
Un ejemplo concreto puede ilustrar los beneficios de esta alternativa cuando se compara con el escenario de amenaza y contra-amenaza. Las corporaciones han usado en repetidas ocasiones la amenaza como medio para prevenir aumentos en los impuestos que se les gravan y garantizar reducciones en los mismos. De la misma manera, han usado esas amenazas para asegurar el gasto deseado del gobierno federal (gastos militares, subsidios, ayuda financiera, etc). En efecto, las juntas de directores corporativas y los grandes accionistas buscan trasladar la carga contributiva a los empleados. Su éxio durante la pasada mitad de siglo es evidente. Los ingresos vía impuestos del gobierno norteamericano han venido (1) más de los impuestos a individuos que de los impuestos a corporaciones y (2) de los grupos de ingreso mediano y bajo en vez de los ricos. En empresas dirigidas por los trabajadores, el icentivo para esos cambios desaparecería porque la gente que estaría pagando los impuestos de la empresa son los mismos que pagarían los impuestos individuales. El impuesto se convertiría en algo genuinamente democrático. De manera colectiva, las personas decidirían cómo distribuir los impuestos en lo que serían sus propios negocios y sus propios ingresos individuales.
Nota sobre el autor: El doctor Richard D. Wolff (http://rdwolff.com/) es Profesor Emeritus en la Universidad de Massachusetts en Amherst y profesor visitante en el Programa de Asuntos Internacionales de la New School University en Nueva York. Wolff es autor de varios libros, entre los cuales se encuentran New Departures in Marxian Theory (2006) y Capitalism Hits the Fan: The Global Economic Meltdown and What to Do about it (2010).