La Cámara de Diputados de Brasil aprobó la noche del martes una reforma del Código Forestal, que representa una flexibilización de la ley que protege a los extensos bosques del país ante el avance de la agricultura. Después de una maratónica sesión, que se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, el polémico texto recibió […]
La Cámara de Diputados de Brasil aprobó la noche del martes una reforma del Código Forestal, que representa una flexibilización de la ley que protege a los extensos bosques del país ante el avance de la agricultura.
Después de una maratónica sesión, que se prolongó desde la mañana hasta la medianoche, el polémico texto recibió 410 votos a favor, 63 en contra y una abstención.
La reforma, que ahora tendrá que pasar por el Senado, fue impulsada por el poderoso sector agrario, ávido por ampliar la frontera agrícola del país y cada vez más acosado por el creciente rigor de los requerimientos de las leyes ambientales. En el propio código fue aumentando el área de bosque nativo requerida a cada agricultor en años recientes.
El Código Forestal vigente, que data de 1965, limita el uso agrícola de tierras, obligando a los propietarios en áreas de bosque a mantener una parte intacta, que llega a 80% en la Amazonía.
El 90% de las propiedades agrícolas del país incumplen el código. Cumplirlo significaría la reforestación de 602.500 km2 de bosque en el país, a un costo de más de 300.000 millones de dólares, denunció el autor de la reforma, el diputado Aldo Rebelo, quien consideró que Brasil ya protege una buena parcela de sus bosques y que esos requerimientos estrangulan a la agricultura.
«Estamos regularizando 90% de las propiedades rurales del país que estaban en situación de ilegalidad y manteniendo las Áreas de Protección Permanente (APP), algo que nadie en el mundo tiene», se felicitó el diputado Aldo Rebelo, promotor del proyecto de ley.
Sin embargo, los ambientalistas aseguran que el código se flexibilizó demasiado y que, no solo no recuperará suficiente superficie de bosque, sino que ya ha impulsado un aumento de la deforestación, que volvió a dispararse en los últimos meses tras años de sensible reducción.
«Aquí lo que quieren es prender la motosierra y cortar lo que les dé la gana», lamentó por su parte el diputado Iván Valente, del Partido Socialismo y Liberdad (PSOL).
El gobierno intentó convertir la reforma en una puesta al día de los agricultores con su deuda ambiental, es decir, aceptar una flexibilización y fomentar la reforestación de al menos una parte de la selva destruida, garantizando su protección futura.
El Partido de los Trabajadores (PT, en el poder), que es mayoría en la Cámara, votó a favor de la última versión del proyecto, buscando revertir sin éxito una enmienda al texto que permite a las gobernaciones y alcaldías disponer sobre APPs ya deforestadas.
Esta disposición no es definitiva, puesto que además de requerir la aprobación del Senado, podría ser vetada por el Ejecutivo, que dijo que actuará si la reforma implica un retroceso en la protección de los bosques.
La presidenta Dilma Rousseff se comprometió en la campaña electoral a no hacer concesiones que permitan más deforestación o pongan en juego los ambiciosos compromisos ambientales internacionales del país.
La Confederación Agropecuaria de Brasil (CAN) celebró por su parte la aprobación del proyecto en un comunicado, difundido la noche del martes. «Esta noche venció la legalidad (…) Los productores rurales brasileños dormiremos confiados en que la ley nos protege, no nos persigue».
«Los valores ambientales serán respetados y habrá reglas para el uso y manejo de la tierra, el cual genera riqueza y contribuyen para el desarrollo nacional», sigue.
Brasil, un gigantesco país de 8,5 millones de km2, tiene 5,3 millones de km2 de selvas y bosques, de los que solo 1,7 millones están bajo protección del Estado, y el resto en tierras privadas de productores rurales o sin propiedad definida.
La reforma se aprueba cuando la agropecuaria brasileña se ha convertido en una de las mayores del mundo, con exportaciones récord de 80.000 millones de dólares en 12 meses. Pero también coincide con una sensible reducción del ritmo de deforestación amazónica, que había llegado a devastar 27.000 km2 en 2004 por el avance de la agropecuaria, madereras y la minería ilegales.
La masiva deforestación convirtió a Brasil en el cuarto mayor emisor de gases nocivos del planeta.