Desde que se crearon las instituciones financieras internacionales (IFIs) en 1944, ha sido la costumbre que el BIRF sea dirigido por un estadounidense y el FMI por un europeo. Este acuerdo informal constituyó un arreglo cupular entre los dirigentes mundiales de la época. Sin embargo, desde la década de los 90 una nueva era está […]
Desde que se crearon las instituciones financieras internacionales (IFIs) en 1944, ha sido la costumbre que el BIRF sea dirigido por un estadounidense y el FMI por un europeo. Este acuerdo informal constituyó un arreglo cupular entre los dirigentes mundiales de la época. Sin embargo, desde la década de los 90 una nueva era está germinando. Los países ricos altamente endeudados son las nuevas economías-problema de hoy. Los países emergentes están en rápido crecimiento, mientras que el estancamiento parece ser el signo de los tiempos de los países más ricos.
De pronto, el problema de antaño de la deuda en los países en desarrollo ha dado un giro hacia el Norte. Desde Japón hasta Francia, desde EE.UU. y Gran Bretaña a Bélgica y similares, el problema de la deuda se ha vuelto una característica de los países más ricos y no existe la arquitectura financiera internacional para hacer frente a estos problemas. Los fondos regionales de estabilización monetaria no han sido tan rápidos ni amables como era de suponer, ni en Asia ni en Europa. Se ha acudido en ciertas ocasiones al FMI para presentar las condiciones de los préstamos de emergencia, concedidos en su mayoría ya sea por el Banco Central Europeo -BCE- o por la Comisión Europea, donde el Fondo ha quedado en el asiento trasero en términos de recursos.
Parte del problema es que la estructura de la economía mundial está empezando a cambiar. Un nuevo grupo de siete economías refleja el 84% del total del PIB de los países del G7. Estas son China, Rusia, India, Indonesia, Singapur, Corea, Brasil, que también suman cuatro veces el nivel de reservas, tres veces la tasa de crecimiento pronosticada, menos de la mitad de la deuda pública, y un ingreso per cápita que en promedio es la mitad de los países más ricos. Según las proyecciones del FMI, a finales de la segunda década del siglo XXI constará sólo un país europeo en la lista de las siete economías más grandes: Alemania. EE.UU. también se mantendrá, posiblemente como la segunda economía más grande, y los otros cinco serán en su mayoría economías asiáticas, más Brasil. Con estas proyecciones, la cuestión de la nacionalidad de quienes encabezan las IFIs es un asunto de importancia.
Otra parte del problema es que los ajustes del FMI provocan estancamiento, concentración del ingreso y la destrucción del Estado de bienestar. La credibilidad del FMI se ha desplomado y la confianza en la institución está muy débil. Para fines prácticos, estaba ya extinto en 2008, cuando había despedido a 1.240 funcionarios. La crisis lo revivió y lo colocó al centro del escenario en Europa.
Mientras tanto, luego del ocaso del colonialismo, la cuestión de la democracia ha pasado a primer plano. La transparencia y la representatividad son importantes. Tanto el FMI como el Banco Mundial son conocidos por ser opacos y por tener procesos electorales que se asemejan más a aquellos de las órdenes religiosas, que a las instituciones democráticas abiertas. Las creencias y la nacionalidad son más importantes que cualquier otra cosa.
El asunto es que el FMI está al centro de un debate global sobre reformas y que dentro de la institución quien las impulsaba era Dominique Strauss-Kahn. Parece que el Gobierno francés está a la cabeza de algunas reformas planteadas para el FMI y de algunos cambios en la arquitectura financiera internacional. En ese contexto, la ministra de finanzas de Francia tiene un papel muy importante. Lagarde está directamente relacionada con el concepto de la Comisión Stiglitz -como se conoce a la Comisión Internacional para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social-, por iniciativa del gobierno francés. Ello se diferencia del Informe de la Comisión de Expertos del Presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre las Reformas del Sistema Monetario y Financiero, en el que también tuvo influencia. Francia detiene también la mayor deuda pública absoluta y podría enfrentar un problema similar al que ya ha surgido en otros lugares cuando suban las tasas europeas de interés.
Varios candidatos han surgido para reemplazar a DSK. Uno en particular ha sido promovido: el Dr. Carstens, gobernador del Banco de México, ex ministro de Finanzas de México y de ex número tres en el Fondo. El Dr. Carstens está muy alejado de la discusión sobre las reformas en el Fondo o en la arquitectura financiera internacional. Más bien es reconocido por haber llevado a México a un decrecimiento del PIB del 6,5% en 2009, el mayor de América Latina y uno de los más grandes del mundo. También es conocido por haber rechazado los consejos de varios premio Nobel sobre políticas anticíclicas, entre ellos Stiglitz. Carstens es un verdadero creyente en las políticas procíclicas.
Cuando el FMI comenzó el debate sobre los controles de capitales a fin de evitar la propagación de la crisis financiera, en caso de producirse reversiones de flujos de capital, la posición que defendía era mantener a los mercados perfectamente abiertos, a la vez que mantener el acceso a la línea de crédito flexible del FMI, para que una corrida monetaria no erosionase la base de reservas internacionales. Carstens es el candidato de México y podría ser el candidato para América del Norte. Es poco probable que sea el candidato para las otras grandes economías emergentes de América Latina, que perciben a México como parte de América del Norte, que siempre toma partido con EE.UU. A finales de abril, el Presidente Calderón en una visita a Lima, dijo que el acuerdo del Arco del Pacífico -que incluye a México, Colombia, Perú y Chile- fue creado con el fin de contrarrestar el peso de Brasil en la región.
¿Puede el FMI convertirse en una institución democrática que refleje la estructura cambiada del poder mundial? ¿La elección del nuevo director ejecutivo abrirá el paso a alguien que pueda liderar las reformas dentro de la institución, que entre otras cosas supone apartarse del pensamiento de la Universidad de Chicago en materia de las recomendaciones de política económica? ¿Podrá el nuevo director ejecutivo del FMI encaminar las reformas en el sistema de reservas internacionales? ¿Es razonable que el nuevo director ejecutivo represente a un país rico altamente endeudado en lugar de una economía de crecimiento sólido? ¿Puede el FMI dejar de ser una entidad Norte-Sur y volver a su sentido multilateral? Es hora de un cambio. (Traducción del inglés: ALAI)
– Oscar Ugarteche, economista peruano, trabaja en el Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Es presidente de ALAI y coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org