Cuando el vicepresidente del FMI anunció su dimisión para el próximo mes de agosto, prácticamente nadie lo conocía más allá de los muros de la sede del FMI en Washington. Y ahora, unos días después de la anunciada dimisión, John Lipsky se ve convertido de repente en el presidente, aunque sea de manera provisional. Dominique […]
Cuando el vicepresidente del FMI anunció su dimisión para el próximo mes de agosto, prácticamente nadie lo conocía más allá de los muros de la sede del FMI en Washington. Y ahora, unos días después de la anunciada dimisión, John Lipsky se ve convertido de repente en el presidente, aunque sea de manera provisional. Dominique Strauss-Kahn ha tenido que abandonar el cargo en penosas circunstancias. Hasta el nombramiento de un nuevo presidente Lipsky no hará demasiado. Pero con él puede que España e Italia pasen a encontrarse en la lista del FMI de próximos objetivos de las decisiones de la Eurozona, como ha sido el caso ya de Grecia, Irlanda y Portugal.
John Lipsky, de 64 años, ha obtenido su mérito laboral en sus días como jefe de un banco de Wall Street, como economista jefe del Chase Manhattan Bank y en Salomon Brothers. A finales de los setenta estuvo a favor de la intervención del FMI en Chile, sin mostrarse crítico de la dictadura de Pinochet ni sin que aparentemente le importara la presencia del influyente grupo de economistas neoliberales conocido como los «Chicago boys». Antes de entrar en el FMI fue vicedirector del banco de inversiones JP Morgan. Una carrera sin tacha en el mundo de los bancos monetarios y de inversión, a los que se debe de manera significativa la crisis financiera mundial que estalló en el 2008.
Marca de fábrica del FMI
De no haber aportado Dominique Strauss-Kahn nuevos bríos al FMI, éste se hubiera hundido hace tiempo en la irrelevancia. Recapitulemos todo lo que el francés ha llevado a cabo para ver en qué contexto actúa el interregno de Lipsky. Tras el colapso del sistema cambiario en 1973-74 muchos se preguntaron si el fondo todavía era necesario para la economía mundial. Pero su entonces presidente, el holandés Johan Witteveen, tuvo, durante la crisis del precio del petróleo, una idea brillante. El FMI se comprometió en el «reciclaje» de petrodólares y ayudó a los países dependientes del petróleo y pobres en divisas del Tercer Mundo con créditos. Eso causó, junto con los créditos de bancos privados, que la deuda de casi todos los países en vías de desarrollo se disparase. México fue el primero en caer en 1982. Cuando pronto llevó un país tras otro al borde de la bancarrota, entonces aparecía el FMI. El «consenso de Washington» se formuló y permaneció hasta entrado el nuevo siglo como una expresión que horrorizaba a los endeudados de todo el mundo, que veíanse obligados a recortar el gasto público, reducir los salarios, seguir una estricta política monetaria y devaluar sus divisas con el fin de ser competitivos. Esta política de austeridad fue la marca de fábrica de las «condiciones» del FMI. Supuso para los países afectados una pobreza extrema, mientras el Fondo se convirtió en una de las instituciones más odiadas del mundo. Apenas diez años después estalló la «primera crisis financiera del siglo XXI», en palabras del antiguo presidente del FMI Michel Camdessus. En México fueron descubiertas, ya en 1992, las nuevas innovaciones financieras que en los años venideros pudieron pudieron desarrollar su capacidad destructiva en gran medida: 1996 en Asia, 1998 en Rusia y en el 2000 en el boom de la «nueva economía». El FMI se demostró incapaz de controlar estas crisis, especialmente los mediocres directores de aquella época, entre ellos [el actual Presidente de la RFA] Horst Köhler.
Cuando despuntaba la peor crisis financiera conocida hasta la fecha, entró en el 2007 Dominique Strauss-Krahn y, junto con John Lipsky, aprovechó el momento para poner nuevamente bajo el foco de atención al FMI. Su volumen de créditos se encontraba en aquel momento en época vacas flacas, diez mil millones de dólares -a día de hoy sólo el FMI participa en el rescate de Portugal con 26 mil millones de euros-, e igualmente en la provisión de bancarrota para Grecia, Irlanda, Hungría y Letonia. Sin el FMI, según John Lipsky, no habría ningún mecanismo de estabilidad europeo. Lo que no dice es cómo la unión monetaria mostraría así una evidente incapacidad. El FMI ha tomado las riendas, comoquiera que el Banco Central Europeo sigue siendo el responsable de la situación.
De herencia, nada
A este respecto, un cambio en la cúpula del Fondo Monetario no se limita a lo personal. A John Lipsky se le demandará la superación de la crisis europea. ¿Con qué interés, pero sobre todo qué simpatías puede comprometerse un americano, sobre todo si durante toda su carrera estuvo del lado de los creyentes y nunca experimentó las penas de los endeudados? Las declaraciones que Lipsky ha dado ante el comité Bretton-Woods sobre las responsabilidades sociales del FMI suenan poco convincentes. Así se muestra diferente a Strauss-Kahn, también porque éste se imaginaba a punto de saltar de la candidatura de la presidencia. Tenía la sensación de que tanto Francia como Europa habían de tenerlo en consideración. ¿Y Lipsky? Al menos él lo sabía: el punto caliente del mundo financiero es actualmente Europa.
Ya dice mucho que el presidente interino del FMI en julio le deje a un europeo de nuevo la cartera, incluso si el Fondo no es precisamente ninguna herencia. ¿Quién asumirá la sucesión? El ex ministro de Finanzas de la República Federal Peer Steinbrück o el ex presidente del Bundesbank Axel Weber tienen pocas oportunidades y la opinión contraria de los países del sur de Europa, debido a su relación con Merkel. El ex primer ministro británico Gordon Brown ha sido descalificado ya por sus sucesores como alguien «no calificado» para el puesto. Queda Christine Largade. Una francesa evitaría bien que tras la era de Strauss-Kahn regresara la severidad para con los endeudados. La alternativa a todos los anteriores sería alguien de Latinoamérica o China. De no dejarse arrollar fácilmente aspirantes como el presidente del banco central de Pekín Zhou Xiaochuan, la búsqueda de sucesor podría durar. Y en lo que hace a Lipsky, sólo en agosto tendrá que empezar a plantearse la dimisión.
Elmar Altvater es miembro del Consejo Editorial de SinPermiso,