Los más de sesenta muertos y más de doscientos heridos habidos ayer en Irak en una cadena de ataques en nada menos que 15 ciudades del país, más allá de la evidente capacidad de sus autores y el caos y la que vive la población, reflejan un gran fracaso. Un fracaso de dimensión internacional pero […]
Los más de sesenta muertos y más de doscientos heridos habidos ayer en Irak en una cadena de ataques en nada menos que 15 ciudades del país, más allá de la evidente capacidad de sus autores y el caos y la que vive la población, reflejan un gran fracaso. Un fracaso de dimensión internacional pero cuyas consecuencias más terribles las padecen los iraquíes.
Los atentados de ayer no han sido un hecho aislado, ni mucho menos, ya que los ataques, muchos de ellos con víctimas mortales, vienen siendo habituales, aunque la prensa tienda a no hacerse eco de ellos. Los de ayer, no obstante, han tenido lugar tras el compromiso del Gobierno iraquí, hace dos semanas, de negociar con el estadounidense el mantenimiento del contingente de alrededor de 50.000 soldados para después de finales de 2011. En cualquier caso, tengan o no relación con esas negociaciones, estas explosiones, como las anteriores, son en primer lugar el claro síntoma de un fracaso, el de Estados Unidos y los países que esgrimiendo una flagrante falsedad que ellos mismos llegarían a reconocer, se aliaron para invadir aquel país. Un fracaso militar, económico y, sobre todo, humano, una verdadera catástrofe cuyo principal y más doloroso indicador son las incontables vidas humanas perdidas, y que no atisba su final. Un fracaso similar al de quienes con provocaron una catástrofe similar en Afganistán, ésta extensiva a todo Occidente. Fracaso de quienes querían instaurar la democracia, decían, y el resultado, también en ese aspecto, no ha podido ser más desolador. Sin embargo, tal desolación no ha servido para reconocer error alguno, y la intervención en Libia, donde el supuesto objetivo de proteger a la población civil ha causado la muerte de incontables «protegidos», revela que no se trataba de errores.
Irak sigue desangrándose, y la tarea de cortar la hemorragia se presenta verdaderamente difícil. De momento, el balance de la invasión de aquella alianza «democrática» no puede ser más negativo…. excepto para las empresas occidentales que controlan el petróleo.