El mundo económico aún sigue sin encontrar soluciones a la convulsión financiera iniciada por la quiebra de Lehman Brothers. La transfusión constante de capital a la banca mundial no ha tenido efecto en la economía real
Si existe un 11-S para la economía, ese parece la quiebra de Lehman Brothers. «Wall Street se desveló entonces como un castillo de naipes», asegura, en uno de sus estudios, Nouriel Roubini, el profesor de economía de la Universidad de Nueva York, famoso por anticipar la crisis. La onda expansiva de Lehman estuvo a punto de llevarse por delante en Estados Unidos a Goldman Sachs y Morgan Stanley, los otros dos gigantes financieros que se quedaron a centímetros de la tumba.
A este lado del Atlántico, el desplome de Lehman comenzó a desestabilizar las tripas de la mayoría de los gigantes bancos europeos. Días antes del 11-S económico, el 14-S de 2008, el Banco Central Europeo recogía la exposición europea a las hipotecas subprime norteamericanas: 176.000 millones de euros . «Aquellos días parecían el Apocalipsis. La economía se llenó de muchas preguntas, demasiadas dudas, un pánico feroz y escasas soluciones», recuerda Alejandro Inurrieta, economista jefe del Instituto de Estudios Bursátiles.
El Gobierno Bush y la Unión Europea optaron por salvar al sistema financiero como vía de escape de la economía mundial. Nacionalizaciones, inyecciones parciales de liquidez, aumento de las dotaciones de los fondos de garantía de depósitos, avales en las garantías de los préstamos interbancarios… «En eso quedó la famosa reformulación del capitalismo de la que tanto se habló. Ayudas al sistema financiero mientras se dejaba cada vez más de lado la economía real», señala Juan Antonio Maroto, catedrático de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad Complutense de Madrid.
La factura ha consumido ya en Estados Unidos y Europa un total de 1,99 billones de euros , el doble del PIB anual español, en ayudas estatales a bancos sobrevalorados por su marca, pero con sus activos en caída libre. En Estados Unidos, la Universidad de Harvard se mostró muy crítica con el sobreprecio (254.000 millones de dólares) que pagó la Reserva Federal en la compra de bonos y acciones bancarias que el mercado había depreciado ya a 176.000 millones.
En paralelo, tanto la Reserva Federal norteamericana como el Banco Central Europeo no han parado de inyectar liquidez al sistema interbancario para evitar el colapso. 2,5 billones de euros en el caso de la Fed; medio billón, por parte del organismo que dirige Jean-Claude Trichet. Pero la foto del mundo económico no ha cambiado en exceso. Incluso se ha difuminado aún más. ¿De qué ha servido entonces salvar la banca mundial a costa del dinero de los contribuyentes? ¿ Era la única salida posible ante la quiebra de Lehman Brothers ?
«Los gobiernos decidieron reafirmar los principios del capitalismo financiero. Pensaron que al insuflarles capital iban a seguir encontrando la misma rentabilidad de siempre olvidándose de la solvencia de las entidades», insiste Maroto. «Fue una huida hacia adelante que se ha demostrado que no ha servido para nada», asevera el catedrático de la Universidad Complutense.
1,35 billones en Europa
Según las ayudas aprobadas por la Comisión Europea, la UE ha empleado ya 1,35 billones de euros (el 11% de su PIB) en salvar la banca. Entre las entidades con mayor apoyo público destacan Royal Bank of Scotland y Lloyd’s, que cuentan con 52.609 y 23.165 millones de euros de capital del bueno (Tier 1)de procedencia estatal. «Las ayudas que se han dado desde la caída de Lehman sirvieron para parar la sangría. En caso contrario, las pérdidas hubieran sido más cuantiosas. Pero no ha servido para sanear ni para imponer nuevos y mejores principios de gestión de la banca», confirma Santiago Carbó, catedrático de la Universidad de Granada.
Tanto Europa como Estados Unidos se han quedado a medias en las exigencias a las entidades rescatadas. Sólo en Islandia, a la restricción de elevados salarios y exacerbados bonus para los directivos, transparencia absoluta en la nueva gestión, obligación de devolver los préstamos a unos determinados tipos de interés, que oscilan del 7 al 9% según el país, y más exigencias de solvencia, se ha unido la responsabilidad penal de los directivos ante su mala praxis.
En Europa, las nuevas exigencias de solvencia de Basilea III, que exigen a las entidades contar con un Tier 1 del 7%, se dilatan hasta 2019. Un calendario que el Banco de España ha adelantado a marzo de 2012. Entonces, todas las entidades que coticen o tengan más de un 20% de inversores privados deberán tener un capital principal del 8%. En el caso de los bancos y cajas que no cumplan con ninguna de esas dos exigencias, deberán tener un 10%.
El debate de la solvencia, tan elevado el pasado julio con la publicación de los test de estrés a la banca europea, ha quedado pospuesto. «Ahora lo importante es sobrevivir en la tormenta perfecta que se nos avecina», explican desde un banco de caja, que el pasado jueves entregó la última versión de su plan de recapitalización al Banco de España.
La crisis de deuda soberana, el castigo continuado a los valores financieros en las bolsas y, sobre todo, la posibilidad de un impago de Grecia, a pesar de que el Ejecutivo de Yorgos Papandreu ha presentado un nuevo plan de recortes para convencer a sus socios de la liberación del segundo tramo del rescate, obliga a un nuevo plan B para la banca mundial. «Grecia podría llegar a destruir el sistema financiero mundial de forma mucho más agresiva de lo que lo hizo la quiebra de Lehman Brothers», advierte en una de sus cátedras Robert Shiller, economista y profesor de Yale.
Para evitarlo, Europa diseña fórmulas para salvar a la banca ante la eventual caída de Grecia. Mientras, España, Italia y Francia impulsan la creación de un mecanismo para recapitalizar de forma coordinada todas las grandes entidades, y Alemania, con el acuerdo de Holanda y Finlandia, ya ha presentado su plan a la Comisión Europea. Según el semanario Der Spiegel, la opción teutona contempla dos instrumentos. Por una parte, se abrirían líneas de crédito preventivas a los países con problemas, que podrían usarlas si no logran capital en los mercados financieros. Por otro lado, se inyectaría capital a los bancos afectados por la insolvencia griega para estabilizarlos.
Las cuentas del FMI, matizadas el sábado por su directora gerente Christine Lagarde, hablan de 200.000 millones de euros para recapitalizar a los bancos europeos. En Bruselas, aún no se detallan cifras. La factura de Lehman sigue acumulando ceros.