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¿Mero recuerdo, la crisis?

Fuentes: Bohemia

Si fuera eso, recuerdo, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, no se habría tomado recientemente el ímprobo, vergonzante trabajo de prevenir acerca de que la economía planetaria va a entrar en una «nueva fase peligrosa este otoño (boreal)». Ni Christine Lagarde, directora gerente del FMI, habría coincidido en que «la capacidad de actuación resulta […]

Si fuera eso, recuerdo, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, no se habría tomado recientemente el ímprobo, vergonzante trabajo de prevenir acerca de que la economía planetaria va a entrar en una «nueva fase peligrosa este otoño (boreal)». Ni Christine Lagarde, directora gerente del FMI, habría coincidido en que «la capacidad de actuación resulta menor que hace dos años».

Es lógico: el crecimiento de la Unión Europea pasó de 0,8 por ciento en el primer trimestre de 2011 a 0,2 en el segundo; el de Estados Unidos, de 0,5 a 0,3; y en Japón la actividad económica se redujo 0,3 por ciento en el segundo trimestre, tras caer 0,9 en el primero. En total, el ritmo de aumento en las 24 naciones más desarrolladas del globo disminuyó de 0,3 a 0,2 por ciento.

Como sentencia David Rey, en luchadeclase.org, si bien la inyección de decenas de billones de dólares a los bancos y grandes empresas ha evitado un colapso similar al de 1929, asimismo ha conducido a la bancarrota de muchos estados, entre los que se cuentan Islandia y Grecia. Amenaza que pende sobre Portugal, Irlanda, Italia, España, y EE.UU., el mayor deudor del orbe, con 14,2 billones de dólares, equivalentes ya al 100 por ciento de su PIB.

Para el citado articulista, el problema central radica en que «las potencias imperialistas retrasaron artificialmente la recesión durante años, por miedo a sus efectos sociales, utilizando durante el boom métodos que solo deben emplearse en una recesión»: el débito público y la contracción de los tipos de interés. De modo que llegaron al hondón insolventes hasta la glotis, situación agravada por el rescate con fondos públicos de sus bancos y otras entidades privadas. ¿Entonces? Están obligadas a introducir ríspidos programas de ajuste en el gasto público. Y entrarán (han entrado) en un círculo vicioso: la mengua de las erogaciones estatales y de la demanda empeora la crisis, como sucede en Grecia, palpable ilustración del desastre.

Ahora, aunque no hay necesidad de fruncir el entrecejo a la manera de miopes empeñados en distinguir a lo lejos, habrá quienes nieguen los «colores» de la catástrofe, apelando al siempre «sano» sentido común. «A pesar de todo, las economías señeras han crecido, ¿no?» Y a ellos les responde desde la ciencia el brasileño Theotonio dos Santos: «Este ciclo positivo deberá agotarse en aproximadamente diez años, cuando deberemos sustituir el actual modelo tecnológico mundial por un nuevo paradigma, cuya introducción exigirá una destrucción masiva de gran parte de la estructura económica mundial y varias estructuras nacionales. En ese momento, la crisis actual parecerá un juego y la idea de caos […] se aproximará bastante a la realidad de este nuevo período».

¿Agorera, nuestra fuente? Sí, con razón. Porque no cabe duda de que el mal requiere tratamiento quirúrgico; amputación, que no paliativos. El capitalismo ya alcanzó sus fronteras. La búsqueda de ganancias conduce a la crisis de sobreproducción en un mercado encorsetado por la capacidad limitada de compra de la sociedad. Y esto constituye estigma de nacimiento y de muerte de un sistema tan orgulloso que, «intelectuales orgánicos» mediante, se ha atrevido a proclamar el «fin de la historia», eufemismo con el que designa su propia «eternidad», al decir de un conocido filósofo crítico.

Pero claro que millonarios y heraldos rechazan la «cirugía», y acuden a la «clínica», las reformas, sin que les importe en demasía el signo ideológico del diagnóstico. Incluso, economistas nada sospechosos de «herejía» comunista (siquiera comunistoide) han clamado por cierto regreso al fundador del socialismo científico. En enjundioso artículo publicado en ALAI AMLATINA, el colega argentino Alberto Rabilotta nos reseña el «descubrimiento» por ellos de que, «al proseguir la búsqueda de ganancias y productividad, las empresas son naturalmente llevadas a emplear cada vez menos trabajadores, creando así un ejército de reserva industrial constituido por pobres y desempleados».

Y como la causa principal de todas las crisis reales sigue siendo la pobreza y el consumo restringido de las masas, los «conversos» aconsejan a los gobernantes ¡poner el empleo en la agenda y considerar otras medidas fuera de la ortodoxia!

Caen así, por gravedad, en un pozo insondable, en una contradicción insoluble. ¿Acaso podrá el capitalismo negarse a sí mismo, renunciar a su esencia, para salvarse a sí mismo, preservar su esencia? Sin duda alguna, la vuelta a Marx no pasa de moda, dictada por la desesperación, y el engreimiento y la propia vida del Sistema podrían durar lo que lo permitan los oprimidos. ¿Mucho o poco? Solo las víctimas -los más- podrían responder.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.