Bastante se ha hablado sobre América y sus rostros. Sobre la identidad de nuestro continente o sobre su no identidad. Sus herencias, sus originalidades y sus legados. Aun no hemos comprendido América; no nos resignamos, en las academias, en las escuelas, en la escritura, a ser lo que somos: americanos. Este escrito es la reseña […]
Bastante se ha hablado sobre América y sus rostros. Sobre la identidad de nuestro continente o sobre su no identidad. Sus herencias, sus originalidades y sus legados. Aun no hemos comprendido América; no nos resignamos, en las academias, en las escuelas, en la escritura, a ser lo que somos: americanos. Este escrito es la reseña de uno de esos hijos de nuestro continente, para comprenderlo a través de sus voces. Pero hay que empezar por el final si no se quiere confundirlo todo.
Generaciones de latinoamericanos crecimos con la canción de Silvio Rodríguez sobre un Unicornio Azul. Silvio, excelente músico, demuestra estar a la altura de la mejor poesía de Cuba. ¿Ha comprendido la juventud latinoamericana que quiere decir Silvio con su metáfora del Unicornio Azul? ¿Siguen creyendo ustedes que es un amor que se ha ido, una mujer muy bella o un caballo con un cuerno en la frente?
Sigan creyendo que es una canción triste (lo es) que es una lamentación de amor (lo es también) pero por favor no acepten que hay mil interpretaciones para esa letra, porque eso sería un crimen con el personaje de nuestro relato. Y por favor, no la dediquen. No es una canción para dedicar, mejor para recordar.
Silvio Rodríguez tenía en mente un amigo suyo, otro poeta, casi desconocido hoy entre nosotros y proscrito de las universidades donde el esteticismo, la «interpretación» y las «bellas letras» han enterrado a algunos de los mejores escritores de la historia. Silvio hablaba de Roque Dalton, escritor y revolucionario Salvadoreño, de los mejores representantes de la poesía del Boom en los 60 y quizá uno de los personajes más interesantes y apasionantes de las letras latinoamericanas del siglo XX.
Profesor ¿Por qué no hemos leído nada de Roque Dalton en la universidad? Porque fue guerrillero, jovencita. ¿Por qué fue guerrillero, profesor? Porque en el Salvador de los años 50 escribir versos libres o incluso hablar de poesía era una actividad revolucionaria. Los militares incendiaron la Universidad del Salvador en 1956 por considerarla un nido de la subversión, para que nos hagamos una idea. Para entonces Roque era un joven estudiante de derecho, preguntándose por la creación artística y por los sucesos que sacudían su patria desde los años 30: Qué papel debía jugar el poeta en ese rosario de dolores que apenas empezaba para las repúblicas centroamericanas.
Tras leer sus líneas de estudiante se verán las pasiones y los odios, la irreverencia y una terrible carga existencial que no le abandonó en toda su vida. Imaginémoslo en clase, «Lisa: desde que te amo, odio a mi profesor de derecho civil» escribe. Y más adelante
«Y yo, pobre galeote de este siglo / siervo inconcluso del hastío y la sangre / te escribo y te amo mientras todos hablan / de los contratos de adhesión. / Ah, lisa, lisa, estoy / completamente herido.»
En la escritura de Roque encontramos la influencia de otros dos grandes de América: Cesar Vallejo y Pablo Neruda, del vanguardismo de principios de siglo y una búsqueda permanente por un estilo propio. Por eso el principal mérito de los autores del Boom y el suyo ha sido encontrarse como subjetividades en medio de la historia, de su propio pueblo y cultura.
La poesía de Roque Dalton es una trasparencia hacia su alma; sincera y sin velos, sin pretensiones de erudición, sin falsas tristezas ni metáforas impostadas: leer a Roque es como ver sus lágrimas, sentir sus amores, creer en su dolor y en su alegría. Leerlo es vivirlo.
No fueron dolores falsificados ni lágrimas de impostura: múltiples amenazas e intentos de asesinarlo; exilio; prisión; varias fugas de la cárcel; torturas y golpizas; detenciones; amores inconclusos; revueltas y rebeliones; huelgas y reuniones; en medio de todo ese huracán de rebeldía un corpus de producción literaria enorme, abrumador.
¿Cómo logra entonces Roque conciliar un lirismo tan subjetivo y personal con su actividad política, con el destino de su patria y de su pueblo? Es una cuestión de concepción, cada poeta en el Arte poética especula cómo debe ser la poesía: Borges ha hablado de Ítaca, del tiempo, de Ulises y el Río. Huidobro ha dicho que no hay que cantar la rosa sino hacerla florecer en el poema. Dalton no afirmará cómo ha de ser la poesía, pregunta más bien, para Quién: su Arte Poética comienza hablando de las angustias, hace una disertación sobre el hombre que mira sin dinero las telarañas en el techo, habla del hambre y la fatiga de la gente por encontrar la alegría, de los que «bromean con el mar lo toman jovialmente por los cuernos», que «cantan desnudos en el cordial vaso de agua», en fin, una visión de los otros, de los olvidados y silenciados, finaliza con una sentencia única:
«La angustia existe, si. Como la desesperanza, el crimen y el odio. ¿Para quién deberá ser la voz del poeta?»
Esa es la pregunta que mueve la pluma de Roque Dalton, que hará de él uno de los más originales en la historia de América. En múltiples versos se reprocha ser tan egoísta, no dar todo lo que debería. ¿Para quién será su voz y su vida?
Concebir la poesía para Roque era conocer y ser el mundo, encontrar los símbolos y metáforas en lo profundo de la existencia misma, en la vida diaria, tan cruda como descarnada, violenta y agobiante; por ello la suya es una escritura aborrecida por visiones que son incapaces de encontrar la belleza, el amor o la creación por fuera de los libros.
Para algunos la belleza está en el arte y la literatura. Para otros la originalidad está en huir de la realidad enceguecidos por ficciones. Y aun hay quien recurre a la copia, la imitación de lo último, lo novísimo, lo avasallador.
Pero no hay nada más avasallador que el peso cotidiano de todos los días.
En uno de sus poemas dedicado al sumo pontífice le increpa a visitar las casas de empeño y a subir en los autobuses, le pregunta si sabe que «por los bares se anhela verte blasfemar, verte pelear por una mujer», le pide que al menos se conmueva «antes de morir e ir al cielo, a ese lugar de vidrio y algodón fundado por pescadores descalzos, por locos, por iracundos carpinteros, por rústicos encallecidos de las manos con ropones hediondos a sudor» que se unte de humanidad, de vida, de mugre.
No en vano hay que salir de las universidades y las bibliotecas o no estar nunca en ellas para entender que la literatura está en la vida misma, como hizo el Quijote cuando dejó los libros para hacerlos realidad en su trasegar. Así es como lo más literario, poético y hermoso que tiene la historia de Roque Dalton no son precisamente sus poemas, convertidos en recuento, en reflejo de todo lo que no alcanzamos a imaginar y a comprender: su otra obra que no quedo escrita y que es la que trata de contar Silvio Rodríguez en la canción. Su existencia.
La vida de Roque es azarosa. Viaja a los países socialistas, viaja a Cuba y vuelve a su país desangrado. En muchos de sus poemas puede leerse la angustia, el caos y la borrachera, pues Roque no es precisamente un seguidor del culteranismo o la belleza formal, sino un irreverente que talla su devenir en el papel. De su período de madurez puede resaltarse una poesía agresiva, contestataria y rebelde pero nunca un panfleto. La fuerza de sus metáforas radica en la inmensa verdad y realidad de la que están rodeadas:
«LO TERRIBLE / mis lágrimas, hasta mis lágrimas / endurecieron. / Yo que creía en todo / en todos. / Yo que sólo pedía un poco de ternura, / lo que no cuesta nada, / a no ser el corazón. / Ahora es tarde ya. / Ahora la ternura no basta. / He probado el sabor de la pólvora:»
Después de volver a su patria y siempre al lado de su militancia política, los caminos de la resistencia lo llevan a las montañas, participando directamente en la guerra ¿tenía otra opción un hombre que nunca podría volver a su país como ciudadano libre? ¡Cuántos que han dicho mucho de palabra cuando se necesitaron hechos! El escritor Monterroso, famoso por escribir el cuento más corto que existe, dedica desde el exilio varios de sus textos a esas mujeres y hombres que trascendieron la palabra en Centroamérica, que pusieron el pecho a las balas. Monterroso lo hace «desde su humilde papel de escritor», aceptando que es un enano al medirse con esos hombres y mujeres que no se resignan a la injusticia.
Entonces si Monterroso es un enano, Dalton es un verdadero gigante, porque iba a encontrar la muerte en una de las páginas más oscuras de la historia latinoamericana.
Roque Dalton, una figura sin igual en nuestra poesía, una completa rareza. ¿Cómo debemos pintar su retrato? ¿Con una pluma o un fusil? ¿Cómo el más subjetivo o el más realista de los autores? ¿El más egoísta y apasionado? ¿El más sacrificado? Lo vemos flaco y alto, con cara de muchacho eterno y como tal no conoció la vejez. La rebeldía debe ser la esencia de la juventud, indicó ese otro grande que fue Miguel Hernández. Proscrito, marginal, rebelde: sin leyes y contemplaciones, sin ataduras formales en sus letras ni en su cotidianidad, por las tabernas y las calles sucias, en las cabañas de los campesinos, en las protestas de los obreros y estudiantes. Roque Dalton escribe sus últimas poesías desde la guerra, poesías clandestinas, que dan escalofríos a los sensibles chapuceros de versos.
Pero el fin estaba próximo. Roque estaba escribiendo sin palabras una historia que nadie ha contado aun: una verdadera metáfora del amor y el odio en su excepcional presencia, en su obra material. « Desde hace algunos años siempre me propuse escribir de prisa, como si supiera que me van a matar al día siguiente… Es terriblemente ridículo ser un escritor salvadoreño, y tal vez lo sea sólo por la haraganería y el egoísmo nacional » Dijo a finales de los sesenta.
Y murió asesinado en la guerra, pocos años después, en un hecho tan confuso como vergonzoso de intrigas, espías y traiciones.
Creo que sus hijos siguieron siendo guerrilleros en Centroamérica. A uno de ellos le dijo en un poema que la poesía lo había llevado al camino de la revolución, más aspiraba que la revolución algún día devolviera a su hijo el camino de la poesía.
Con su muerte se perdió prematuramente para América uno de sus genialidades mayúsculas, que al menos no se limitó solamente a escribir. ¿Entienden ahora porque Silvio ha llamado a su amigo Unicornio Azul? Lo llama así porque se fue algo único con su muerte, algo mágico, hombre sin par, irremplazable e irrepetible; más hermoso que un animal mitológico.
Dice Silvio que habiendo otro, él solo quiere aquel, aquel Roque Dalton que nos quitaron antes de tiempo, junto con el sueño de todo un continente de rescatar su identidad y hacer de Latinoamérica una tierra para los pueblos.
Hay que leer a Roque Dalton, hay que buscar nuestra identidad. Hemos perdido algo grandísimo, tan precioso como un Unicornio Azul.
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COMO TÚ
yo como tú
amo el amor,
la vida,
el dulce encanto de las cosas
el paisaje celeste de los días de enero.
También mi sangre bulle
y río por los ojos
que han conocido el brote de las lágrimas.
Creo que el mundo es bello,
que la poesía es como el pan,
de todos.
Y que mis venas no terminan en mí,
sino en la sangre unánime de los que luchan por la vida,
el amor,
las cosas,
el paisaje y el pan,
la poesía de todos.
Roque Dalton
http://www.youtube.com/watch?
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