Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Por segunda vez en tres años los gobiernos europeos tratan de «salvar» a los bancos dándoles cantidades masivas de activos líquidos extraídos de fondos públicos. En este contexto es donde se desarrolla el debate sobre la resolución de la crisis de la deuda europea pasando por la «recapitalización» de los bancos combinada con la cuota (anulación parcial) de la deuda griega.
Después de reunirse en Berlín el domingo [9 de octubre de 2011] la canciller Angela Merkel y el presidente Nicolas Sarkozy anunciaron que iban a presentar un «plan convincente e integral» para resolver la crisis de aquí a fin de mes, sin dar, sin embargo, detalles precisos. Se ha aplazado una semana la Cumbre de la Unión Europea sobre la crisis que debía haberse celebrado a mediados de octubre para dar tiempo a Alemania y Francia para superar sus discrepancias en suspenso.
Estas cuestiones conciernen principalmente a dos puntos: el reparto de los costes y el calendario para la falta de pago de Grecia. Francia, cuyos bancos poseen hasta 80.000 millones de euros en títulos del gobierno griego, quiere dar a los bancos nuevos capitales a partir del fondo de socorro del euro (Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, FEEF) para retardar lo más posible la quiebra de Grecia o la reestructuración de la deuda de este país. Por su parte, Alemania, cuyos bancos prestaron a Grecia unos 18.000 millones de euros que ya están parcialmente amortizados, quiere restringir a los gobiernos nacionales el apoyo a los bancos y organizar lo antes posible una falta de pago «controlada» de Grecia.
A pesar de estas diferencias, Merkel y Sarkozy coinciden en la orientación general: la crisis de la deuda europea se debe resolver en interés de los bancos y en detrimento de las finanzas públicas. Por consiguiente, el resultado de ello serán unas medidas suplementarias de austeridad en detrimento de los trabajadores.
Representantes financieros y políticos internacionales de primer orden, como la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI) Christine Lagarde, el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, el presidente Barack Obama y el primer ministro británico David Cameron, han insistido durante mucho tiempo para que el Banco Central Europeo (BCE) y los gobiernos de la zona euro abran los flujos de tesorería y pongan cantidades ilimitadas de dinero a disposición de los bancos.
El gobierno alemán se había resistido hasta el momento a esta tendencia por temor a las consecuencias inflacionistas y a tener que sostener las deudas de los países más débiles. En vez de ello, Berlín prefería ofrecer más crédito a los países con dificultades de pago, aunque vinculaba su oferta a la adopción de unas medidas draconianas de austeridad.
Ahora el gobierno alemán ha cambiado de rumbo bajo la presión de los mercados financieros internacionales, la caída de la cotización de las acciones y la amenaza de las quiebras bancarias. El pasado domingo Merkel habló firmemente en favor de la recapitalización de los bancos, es decir, el aumento de la cantidad de capital en los bancos inyectándoles fondos públicos.
El pasado martes [11 de octubre] el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, también apoyó firmemente la recapitalización de los bancos ante la Comisión Económica y Monetaria del Parlamento Europeo. Pidió a los políticos que tomaran medidas inmediatas advirtiéndoles de que la crisis de la deuda había alcanzado ahora «unas dimensiones sistémicas» que la situaban en pie de igualdad con el desmoronamiento de Lehman Brothers en 2008 y todas las consecuencias resultantes de ello.
Según los medios de comunicación, los medios gubernamentales alemanes estarían discutiendo también «recurrir al arma financiera» para los fondos de socorro del euro multiplicando sus activos gracias a diferentes astucias de ingeniería financiera. Los bancos tendrían entonces miles de millones de disponibles, mientras que el nivel de vida de la población registraría un descenso aún más brutal. Como en Estados Unidos, la aristocracia financiera nadaría en millones mientras que el resto de la población tendría dificultades para llegar a fin de mes.
La cuota que el gobierno alemán preconiza ahora para quienes detentan obligaciones del gobierno griego (se habla de una eliminación de la deuda del orden del 50% al 60%) no aliviaría en modo alguno la situación de la población griega. Bien al contrario, esta cuota estaría vinculada a unas exigencias suplementarias de recortes y técnicamente equivaldría a una quiebra. El plan integral preconizado por Merkel y Sarkozy comprende también unas modificaciones de los tratados europeos que permitirían a la UE dictar la política presupuestaria de los Estados miembros fuertemente endeudados.
Existe una abrumadora oposición popular a la idea de apoyar a los bancos a costa de los fondos públicos. El movimiento de ocupación de Wall Street, que se extiende rápidamente por Estados Unidos, encuentra eco en Europa. Pero ni un solo partido del establishment o sindicato apoya esta oposición al capital financiero. El debate político oficial gira exclusivamente en torno a la cuestión de saber cómo se pueden establecer mejor los ataques contra la clase obrera y cómo se puede suprimir más eficazmente la resistencia a estos ataques.
En política oficial los términos «izquierda» y «derecha» han perdido toda significación real. En Italia el primer ministro Silvio Berlusconi «de derecha» se enfrenta a llamamientos a que dimita procedentes a la vez de las grandes empresas y de secciones de su propio partido, mientras que el campo de la «izquierda» burguesa está dispuesto a instaurar el programa de recortes generalizados que no ha podido efectuar Berlusconi.
En Francia el principal candidato presidencial del Partido Socialista, François Hollande, declara incansablemente que él equilibrará el presupuesto y reducirá la deuda nacional con más eficacia todavía que el diputado de derecha saliente, el presidente Nicolas Sarkozy.
En Alemania el ex canciller del Partido Socialdemócrata (SPD, por sus siglas en alemán) anunció que privilegiaría un nuevo ciclo de «reformas» sociales y del mercado laboral para Europa, calcadas de las que su gobierno introdujo en el marco de su programa «Agenda 2010». Todos los Estados europeos deben establecer unas reformas idénticas a las de la «Agenda 2010», escribió Gerhard Schröder en el Financial Times Deutschland. El programa «Agenda 2010» de Schröder estableció las bases para un crecimiento masivo de un sector con salarios bajos en Alemania y en el que actualmente trabaja una enorme parte de la joven generación.
Los sindicatos desempeñan igualmente un papel clave ayudando a aplicar los diktats de los bancos en contra de los trabajadores y a reprimir toda oposición. No han organizado ni una sola acción de solidaridad con los trabajadores griegos y apoyan las medidas de austeridad de sus respectivos gobiernos.
En estas circunstancias, los grupos de pseudoizquierda desempeñan un papel importante en organizaciones como ATTAC y Democracy Now, o en la periferia del partido La Izquierda de Alemania y otras organizaciones similares. Se aferran a unos sindicatos reaccionarios y sirven de consejeros a la elite dirigente demostrando que la mejor manera de presentar unas políticas de derecha es esconderse detrás de frases de consonancia «de izquierda».
Todos estos grupos rechazan estrictamente la organización de un movimiento político independiente de la clase obrera. En vez de ello, insisten para que los movimientos sociales se limiten a ejercer solo simples presiones sobre las personas que están en el poder y no desarrollan una política independiente. En el movimiento de los «indignados» en España y Grecia insisten en el carácter «apolítico» preconizando la prohibición a todo partido político de hacer campaña abiertamente por sus objetivos.
Así es como la extrema derecha se encuentra con un monopolio de facto en materia de crítica pública de la Unión Europea y de la dominación del capital financiero, y lo utiliza para canalizar la oposición en unas vías nacionalistas y racistas que solo pueden llevar a la balcanización de Europa.
La oposición de principio al saqueo de los recursos de la sociedad por parte de la aristocracia financiera y en contra de los ataques masivos a los derechos sociales y democráticos exige una respuesta políticamente independiente de la clase obrera. No es posible llevar a la clase dirigente a adoptar una política diferente apelando a su sentido común y a la razón. En efecto, el sistema capitalista está en crisis mortal y la clase dirigente se agita como un animal herido.
No se puede reformar el capitalismo, sino que hay que derrocarlo. No se debe «recapitalizar» los bancos con fondos públicos, sino que hay que expropiarlos, situarlos bajo control democrático de la clase obrera y utilizarlos en beneficio de la sociedad en su conjunto en vez de para que garanticen los beneficios de algunos.
Para realizar este programa socialista la clase obrera debe unir a Europa desde la base. Los trabajadores y trabajadoras deben fundar los Estados Unidos Socialistas de Europa para sustituir a la Unión Europea de los bancos y de las sociedades.
Fuente: http://www.wsws.org/francais/
rCR