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Crisis, la razón de la irracionalidad

Fuentes: Rebelión

«…todo lo real discurre con un `todavía no´ en su seno.» («El principio esperanza» de Ernst Bloch; tomo I, página 131) La oleada de protestas que se suceden en distintos países de Europa y de los EE.UU., epicentro de la llamada «Civilización Occidental y Cristiana», cuna del capitalismo, refleja el malestar de sus «indignadas» poblaciones […]

«…todo lo real discurre con un `todavía no´ en su seno.» («El principio esperanza» de Ernst Bloch; tomo I, página 131)

La oleada de protestas que se suceden en distintos países de Europa y de los EE.UU., epicentro de la llamada «Civilización Occidental y Cristiana», cuna del capitalismo, refleja el malestar de sus «indignadas» poblaciones ya muy distantes de las penurias que debieron padecer durante la guerra y la reconstrucción Europea. El crecimiento económico de las potencias neo coloniales que permitió elevar su nivel de vida general, incluidos los altibajos cíclicos y las obvias disparidades en el reparto de la abundancia, sufrió un abrupto corte en setiembre de 2008 con el estallido de la crisis en USA. que luego se extendió a Europa. Su notable magnitud, de variable intensidad según las naciones, hoy problematiza la hegemonía yanqui y jaquea a la Unión Europea.

Si en el «centro» de la riqueza planetaria, pletórico de mercancías, se da este desplome, ni qué decir cuando las crisis económicas las sufren las sociedades periféricas explotadas por dicho centro en connivencia con minorías locales cómplices.

Mas, en la historia del capitalismo las crisis en sí mismas no suponen ninguna novedad. Son momentos en que se deja ver de forma transparente la irracionalidad de este orden social que, paradójicamente, exhibe sobradas razones de su irracionalidad. Lo novedoso suele darse en virtud de las semillas que aportan los movimientos de resistencia contra tal dominación. Germinan en distintos lugares del mundo con una gran diversidad que se manifiesta en sus variadas formas de oposición a la explotación y al sometimiento.

Ahora pondremos la mira sobre esta impactante crisis cuya crudeza afecta a sus pueblos y que se expande desnudando los turbios manejos de las elites capitalistas dominantes. Y aunque todavía no se le ve el fin a su imperio, se hace cada vez más acuciante la necesidad de gestar nuevas vías de superación.

El capital financiero en acción .

El enorme despegue de la especulación financiera respecto de la actividad productiva es un dato insoslayable de la realidad. [1] Tan significativo como los garrafales errores de las «calificadoras de riesgo», palabra santa en las macro evaluaciones económicas que alimentan las operaciones del capital especulativo.

A más de tres años que detonara la burbuja hipotecaria que abrió la inconclusa crisis de los EE.UU., sumada a la que se desató en Europa, surgen «debates» en torno a la regulación de los mercados financieros. Debates que se revisten de «saberes» sobre una presunta «ciencia» económica que apenas disimula la lucha de intereses para transferir los daños producidos por la voracidad del gran capital. Pero al margen de sus conflictos, los amos del mundo no dudan de que la crisis deben pagarla las mayorías de la poblaciones mediante la gestión de los gobiernos que los representan. Basta ver lo que pasa en EE.UU., Grecia, España, Italia, etc., para no tener que «fatigar» la inteligencia.

Uno debiera preguntarse por qué ante tanto desmadre especulativo no se toman medidas de regulación financiera eficaces en lugar de premiar a los que se salvaron de la quiebra gracias a los formidables socorros estatales. Pero si se admite que reina en el mundo el capital financiero, las preguntas toman otro cariz. Esta gran crisis financiera, ¿difiere de una clásica crisis capitalista de sobre producción? En respuesta a ese interrogante acudimos a las siguientes citas: «…la crisis capitalista es una crisis de sobreproducción de valores de cambio. Se explica por la insuficiencia, no de la producción o de la capacidad física de consumo, sino de la capacidad de pago del consumidor. Una abundancia relativa de mercancías no encuentra su equivalente en el mercado, no puede realizar su valor de cambio, resulta invendible y arrastra a sus propietarios a la ruina.» [«Tratado de economía marxista» (tomo I) de Ernest Mandel; pág. 320]

«El movimiento cíclico del capital sólo es, pues, el mecanismo a través del cual se realiza la caída tendencial de la tasa media de ganancia. Al mismo tiempo, constituye también la reacción del sistema contra esta caída, por la desvalorización del capital en las crisis. Las crisis permiten adaptar periódicamente la cantidad de trabajo efectivamente gastado en la producción de mercancías a la cantidad de trabajo socialmente necesario, el valor individual de las mercancías al valor determinado socialmente, la plusvalía contenida en esas mercancías a la tasa media de ganancia. Como la producción capitalista no es una producción conscientemente planificada y organizada, estos ajustes no se producen a priori sino a posteriori. De ahí que necesiten sacudidas violentas, la destrucción de millares de existencias y de enorme volúmenes de valores y riquezas creados.» (…) «Las oscilaciones de la tasa de ganancia, revelan el mecanismo íntimo del ciclo económico.» [Ibid. pág. 326]

Ahora bien,  ¿cuáles son los lazos del capital financiero con las grandes corporaciones de la producción? ¿Éstas pueden resultar ajenas a los manejos financieros en boga? ¿Cuáles serán las tendencias emergentes post crisis? Y dentro de ellas, ¿qué se juega en Argentina y Latinoamérica hoy?

Antes de encarar las preguntas, realicemos un breve examen acerca del capital financiero que con sus nuevos instrumentos acrecentó su poder en esta etapa. En ello interviene su relevante conexión con otras formas de capital, el volumen que representa (real y ficticio), su funcionamiento en tiempo real que favorece la movilidad del capital y también su inserción en la sociedad por la subjetividad que genera.

En 1971 Nixon, presionado por la crisis de Vietnam, decretó la inconvertibilidad del dólar que sin el respaldo del oro rompió las reglas del juego del mercado cambiario mundial. Emergió así la flotación de las divisas que brindaron grandes «oportunidades» para la especulación. Después, bajo la hegemonía «neoliberal», se liberó la operatoria financiera y se crearon los Bancos y Fondos de Inversión que, bajo controles más que lábiles, posibilitaron crear y realizar operaciones que simultáneamente multiplicaban ganancias y riesgos de mucha mayor magnitud que las generadas por los Bancos Comerciales sujetos al encaje de su capital prestable y bajo un control más estricto sobre sus negocios.

El mercado de los derivados y el apalancamiento [2] son modernos exponentes de especulación financiera y principal causa de la burbuja hipotecaria yanqui que estalló en setiembre de 2008 con la quiebra de Lehman Brothers. El mecanismo consistía en un encadenamiento de intereses y deuda asociada al valor creciente de los inmuebles. Se otorgaban créditos a los «compradores» cuyos pagos en realidad eran intereses que cobraban los Bancos con un monto bastante inferior a una cuota normal pues no se amortizaba el capital en los primeros años. Y al tiempo que crecía el número de deudores aumentaba la construcción de viviendas y la masa ficticia de capital que empleaban los Fondos de Inversión apalancando y expandiendo el crédito lo que multiplicaba las ganancias licuando las garantías reales. Así la cadena crediticia se infló cual pompa de jabón. Mas todo comenzó a cambiar a partir de 2004 cuando la Reserva Federal fue subiendo la tasa de interés para contener la inflación. El crecimiento espectacular del precio de las viviendas se revirtió en un descenso sostenido acompañado de un incremento también sostenido de las cuotas que resultaron insoportables para los deudores, principio del fin del auge especulativo que se trocó en múltiples ejecuciones hipotecarias. La proliferación de ventas redujeron aún más el valor de mercado de los inmuebles que, finalmente, resultaron tan invendibles como incobrables las deudas hipotecarias lo que derivó en un generalizado derrumbe.

Otro aparente contrasentido del sistema es la existencia de los numerosos paraísos fiscales que permiten evadir impuestos y blanquear capitales de origen espurio sin que las potencias ni los organismos mundiales asociados lo impidan realmente.

Para ilustrar la magnitud con que opera el capital financiero transcribimos esta muestra: «…el diario El País de España brinda (estos) datos…La primera posición entre los inversores globales de mayor tamaño es ocupada por los fondos comunes de inversión que administran activos por un valor cercano a los 18 billones (millones de millones) de euros. Para tener una idea de su dimensión, Blackrock, el fondo más grande del planeta, maneja una suma de dinero equivalente a dos veces el Producto Bruto de España. (…) El 2º grupo son los fondos de jubilaciones con 14 billones de euros;…» (Carlos Weitz en el Suplemento Económico de Página 12 del 14/08/11)

Como complemento ilustrativo de esta etapa del capitalismo, está el caso paradigmático de Grecia, país de «3ª categoría» según las implícitas jerarquías de la UE. El dúo Alemania-Francia junto a la burocracia financiera con sede en Bélgica y el FMI., son quienes concentran el poder de decisión sobre el conjunto. Y para financiar el innombrable default griego, le impusieron un feroz plan de ajuste a su pueblo que pagará en vez de los verdaderos responsables, los grupos dominantes. Pero este ejercicio de la «democracia» del primer mundo llegó al colmo de la transparencia y de la humillación nacional. El primer ministro Papandreu, a tono con el papel de la socialdemocracia en el mundo, jugó a la convocatoria de un plebiscito para salvar las apariencias y revestir de falsa legitimidad el desfalco financiero en el que se hallan comprometidos Bancos germanos y francos. Tragicomedia oportunista que concluyó de inmediato con su marcha atrás y su renuncia no bien le bajaron el pulgar los reales amos. De un tenor semejante aunque algo más disimulado con un corto taparrabos, figuran los miembros de «2ª categoría», España e Italia, sometidos también a directivas y podas draconianas. Da lo mismo que en uno «gobernara» un socialdemócrata o, en el otro, un grotesco líder de derecha que debió renunciar luego de cumplir las órdenes. A estas «democracias globalizadas» no les hace falta apelar a las guerras «correctivas» al estilo yanqui, fabrican la «legalidad» necesaria como para digitar a quienes deben gobernar. Aquí no se trata de combatir a dictadores díscolos, alcanza con la obediencia de los genuflexos partidos políticos al servicio del gran capital.

El capital financiero y el productivo .

En el punto anterior planteamos la pregunta sobre la relación entre el capital financiero y el productivo que es el único que genera valor porque es donde la explotación del trabajo asalariado produce bienes reales. Consideremos ahora los nexos entre el capital financiero y las corporaciones industriales partiendo de que el enorme crecimiento de aquél y de su inmenso poder no resulta ajeno a dichas corporaciones.

 «La irrupción de los títulos y acciones como un componente destacado y crecientemente importante en el financiamiento de las grandes empresas ha sido el vehículo para modificar drásticamente la conducción de las mismas, en tanto los fondos de inversión y de pensión devinieron como los principales inversores institucionales en este tipo de activos,…» (…) «De esta manera, el capital financiero, ya sea como accionista o acreedor, se volvió decisivo en el funcionamiento de las firmas e impulsó una creciente distribución de beneficios a través del pago de utilidades e intereses, al tiempo que impuso un recorte de la inversión y de los costos, especialmente de los relacionados directa o indirectamente con los trabajadores, tendiendo las firmas a comprimir la masa salarial y los gastos vinculados a las condiciones laborales. Estrechamente vinculado al protagonismo que adquirieron los nuevos inversores institucionales en la dirección de las grandes firmas, se desplegó una transformación en sus activos, registrándose una expansión de los financieros en detrimento de los activos fijos o productivos. Esta modificación devino en un factor decisivo para determinar … la reducida y decreciente tasa de crecimiento que exhibió el capitalismo durante las últimas décadas (…) e indican tanto una disminución relativa muy significativa y creciente de la inversión productiva, como la vigencia de metas para la obtención de ganancias de corto plazo cada vez más generalizadas e, incluso, tendencias a un sobreendeudamiento de las firmas con el objetivo de incrementar sus propias inversiones financieras.» [«Sistema político y modelo de acumulación» de Eduardo Basualdo, páginas 20 y 21]

El formidable despegue del capital financiero respecto de la producción real que se expone en la nota 1, cuenta con la anuencia de los Estados y los gobiernos de los países hegemónicos. De éstos provino el fenomenal aporte público de fondos en auxilio de la banca para sostener el crédito, imprescindible para que el sistema funcione. Pero luego del colapso en que degeneró la liberalización del mercado financiero, no se explica que no se implemente una regulación efectiva del mismo, máxime en un momento de gran exposición negativa de sus responsables. En el mismo sentido tampoco es digerible que las calificadoras de riesgo salieran indemnes de las graves falencias exhibidas y que sigan gravitando tanto o más que antes. Si se tiene en cuenta que sus dictámenes influyen de modo decisivo en las tasas de interés que gravan los créditos de una nación y de las empresas, no resulta creíble que las grandes corporaciones industriales sean víctimas de un modus operandi semejante sin que participen de su usufructo.

El capital accionario [3] es un puente sustantivo entre las finanzas y la producción, donde convergen los intereses sin que por ello se eliminen las contradicciones derivadas de la competencia monopólica y de las esferas de influencia. [4]

El carácter gerencial que asumió el capitalismo por sobre la vieja tradición familiar del self man, distanció sensiblemente la propiedad personal de la conducción de la misma. Esta despersonalización refleja el creciente grado de abstracción de la operatoria del capital y la sofisticación de los mecanismos de transferencia. Los directorios comandan las empresas y éstos son digitados por quienes controlan el capital accionario de la misma (se estima que podría alcanzar con la posesión de un 5% de las acciones). De tal modo, con una relativamente pequeña cuota parte del capital se está en condiciones de dirigir, por control remoto, el funcionamiento de la masa de ese capital productivo. Y no es que esto represente una originalidad sino que el fantástico crecimiento del capital financiero, con su operatoria en tiempo real, ha complejizado y acelerado el ritmo del mundo de los negocios. Paralelamente, se ha potenciado la concentración de poder posibilitando que muy reducidos grupos controlen gran número de empresas conformando grandes conglomerados de intereses. De allí que la separación entre capital financiero y productivo transita por una franja estrecha que en el nivel macro resulta por demás difusa. Y a juzgar por las políticas neoliberales de los gobiernos de los Estados hegemónicos, custodios de los intereses del gran capital, parece que los conflictos no anulan las conveniencias mutuas.

En ese sentido, las corporaciones productivas transfieren al circuito financiero importantes masas de dinero de la formación de capital fijo previo a su inversión y también trasladan una parte de sus ganancias. Así logran elevar su rentabilidad en el corto plazo, amen de eludir impuestos y blanquear capitales.

Por más diferencias que haya entre quienes detentan una u otra forma de capital, éstas se minimizan al mancomunarse sus intereses (y riesgos) en una operatoria «virtuosa» que agiganta ganancias hasta que la «virtud» se convierte en pecado y advienen las crisis. Crisis que aceleran la concentración y centralización del capital a la par que aumentan las quiebras y la incineración de valor. Pero a grandes males… aparece la socialización de las grandes pérdidas gracias a la intervención del Estado «democrático» que, «ecuánimemente», transfiere monumentales recursos públicos a los sectores capitalistas de elite en tanto reparte pobreza y privaciones a la mayoría de la población.

Aunque parezca extraño, no es casual que en EE.UU., Alemania y otros países del primer mundo, predomine entre sus habitantes la inversión de sus ahorros en acciones. Así, formalmente se convierten en propietarios de capital pero en realidad aportan crédito a las grandes corporaciones (industriales y financieras). Doblete del capitalismo: genera subjetividad social a su imagen y semejanza y a la vez utiliza una porción de los ingresos de buena parte de los sectores subalternos. Mas, cuando brota y se expande la crisis de sobreproducción, aparece la vulnerabilidad de estos sectores en función de la pérdida de sus «ahorros» especulativos, de la desocupación, del deterioro de sus salarios y de sus bienes. Como dijimos, la incineración de valor grava a las mayorías mientras las elites, cuando peligran, zafan con los aportes del Estado. Y todavía más, las calificadoras de riesgo siguen emitiendo notas que inciden en el crédito y en el valor de las acciones provocando corridas y nuevas oportunidades para la especulación. Porque, ¿quiénes ganan con el tobogán de subes y bajas de las bolsas? ¿Los laburantes y los giles advenedizos…? Y como los yanquis crearon esas criaturas omnipotentes, parece que ahora los europeos desean parir la suya mientras amagan con algunas restricciones en su jurisdicción. [5]

En resumen, el proceso de acumulación del capital se desarrolla en función de la obtención y maximización de la ganancia que encubre la apropiación del excedente económico que se forma por el trabajo no retribuido, ergo, por la explotación. Ésa es su «razón de ser» y el motor de la producción potenciada por la avidez especulativa. Y en esa carrera las grandes corporaciones (sin distingos sectoriales) se alzan con la nata del excedente, expanden su poder, financian en parte la revolución tecnológica que direccionan y usufructúan, aunque ésta no excluya «derrames» sobre la sociedad en proporción directa al poder adquisitivo de sus miembros. Justamente los avances tecnológicos cada vez más vertiginosos influyen directamente en la industria y en la vida de las personas y constituyen un componente sustantivo de la idea moderna de «progreso». Pero ese aspecto unilateral de la realidad nada dice de las aplicaciones nefastas como la industrias bélicas que provocan guerras y múltiples depredaciones humanas, ni de su gran contribución a la devastación del planeta. Tampoco evidencia la cultura alienante que la engendra ni las tremendas injusticias sociales que apaña. Entonces, cuando se habla de «progreso y progresismo», ¿a qué se alude?

Referente a la Tierra es oportuno resaltar que los daños no se circunscriben a los que genera el sistema sobre las diversas poblaciones, agudizados en las crisis económicas. La naturaleza del capital también agrede a la naturaleza del planeta lo que origina un proceso devastador que se va aproximando peligrosamente a un punto sin retorno. El efecto invernadero, la tala indiscriminada de bosques, el empleo de cultivos para paliar el monstruoso derroche energético, el uso abusivo del agua y su contaminación con arsénico y otros químicos en la minería a cielo abierto, el empleo generalizado del glifosato en los cultivos extensivos que envenena el medio ambiente, son algunas muestras de la gravedad del problema. Y hoy una política emancipatoria necesariamente debe luchar por la preservación del planeta. Asumir este mandato implica también una crítica al ex campo socialista pues su industrialización estuvo imbuida de la concepción positivista del «progreso» que omitía la problemática señalada.

Argentina y Latinoamérica .

Después del anterior encuadre general del capitalismo y de la crisis actual, enfoquemos a nuestro país dentro del marco regional latinoamericano.

Vimos que la prédica «neoliberal» anti-Estado quedó tan desnuda como el rey del cuento pero, en la situación actual, despojada del lujoso traje que visten las economías del primer mundo. Las «ayudas» estatales otorgadas a las grandes corporaciones, en especial las financieras, alcanzaron niveles insospechados cuya difusión universal incluyó variadas críticas. Yendo a nuestro medio, parte de las mismas provienen de los llamados «economistas heterodoxos». Ciertamente justificadas, aunque pasan por alto o minimizan un aspecto sustantivo: la cuestión sistémica.

Las críticas en torno a los dictados «neoliberales» que responden a los intereses de las corporaciones y los establishment internacionales, en general siguen paradigmas teórico políticos que soslayan la naturaleza del orden capitalista. En ese sentido, en nuestro país y en varios de Latinoamérica, se recicla el pensamiento desarrollista que postula el crecimiento industrial autónomo apoyado en incorporación de tecnología de punta, el control de las variables macro económicas por parte del Estado, la redistribución de la riqueza que eleve el bienestar y la capacidad de consumo de la población impulsando la expansión del mercado interno, todo ello en consonancia con el desarrollo de un espacio latinoamericano que fortalezca a sus países y al conjunto dentro del escenario mundial. Esta perspectiva virtuosa que concita sanas adhesiones está inmersa en la lucha política actual que contiene diversos sesgos dignos de reflexión. Y lo primero que aflora son las características del proceso de acumulación capitalista y las relaciones de poder que lo acompañan.

Conviene recordar que Aldo Ferrer, miembro destacado del Grupo Fenix y reconocido por su producción intelectual, fue ministro de Economía y Finanzas (1970-1971) de la dictadura militar del General Roberto Marcelo Levingston (sucesor de Onganía) que se extendió a los inicios del relevo que encabezó el Gral. Lanusse. Dejando de lado su participación como ministro de la llamada «Revolución Argentina», aquí nos importa traer a colación su ley de «Compre nacional» de cuño desarrollista que lanzó en aquel momento y que prácticamente ni se llegó a aplicar frente a la oposición del bloque de poder económico. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente pero el poder económico del gran capital goza de buena salud a pesar de las medidas de gobierno que les incomoda y, sobre todo, algunas que lo perjudicaron.

Los sectores monopólicos (sean los Grupos Económicos o las Transnacionales) tienen un peso decisivo en la economía y un gravitante poder político a través de las redes de intereses que atraviesan el aparato del Estado. Un claro ejemplo de ello se hizo visible en el llamado «conflicto del campo» en el 2009 que luego derivó en el enfrentamiento entre el gobierno y los influyentes grupos mediáticos, manipuladores de información y (de) «formadores» de opinión.

Como el poder del establishment no proviene del sufragio universal sino del capital que representan, su influencia marcha en paralelo con el proceso de acumulación y concentración del capital del que son sus principales protagonistas. Obviamente se dan contradicciones entre sectores pero, cuando se trata de dirimir quiénes controlan el proceso económico en el país, cierran filas y funciona el espíritu de cuerpo para imponer las conveniencias corporativas del gran capital. Esto se agudiza en situaciones en que los gobiernos que acceden al aparato del Estado desarrollan políticas que no responden cabalmente a los intereses hegemónicos. Entonces, a más distanciamiento, mayor enfrentamiento.

En estos últimos ocho años la emergencia del kirchnerismo volvió a tensionar una contradicción que, a partir del golpe militar del 76, pudo resolver el bloque de poder dominante no obstante sus diferencias y disputas internas. Hablamos de la contradicción entre el poder económico del gran capital y la hegemonía política de sectores que no lo representan. Testimonio de ello fue la historia viva argentina desde 1945 hasta el triunfo de la dictadura genocida del 76 que desmanteló el frente popular cuyo eje fue el peronismo que se fracturó violentamente tras la muerte del líder. La funesta política que consumó a sangre y fuego la dictadura, la legitimó después Menem en los noventa conduciendo al peronismo, disidencias aparte. Como ésa historia es harto conocida, retornemos a la actualidad.

Con ese propósito exponemos estas sintéticas consideraciones que se apoyan en los siguientes supuestos: a) la crisis internacional, si bien provoca dificultades, por ahora no es determinante referida a lo que hoy se juega en la política nacional y en buena parte del ámbito latinoamericano. Respecto de las tendencias emergentes post crisis, a nivel hegemonías mundiales, dejamos las especulaciones para que se explayen los «augures»… b) a mediano plazo la contradicción entre el desarrollo nacional y la «globalización» abre proyecciones inciertas atentos al papel de los actores internos y al bloque regional en vías de construcción; c) situarse e interpretar con acierto las contradicciones politico-económicas actuales es muy importante para impulsar, desde el presente, políticas tendientes a la emancipación. Lo cual nos interpela a quienes asumimos ese horizonte desde un nuevo lugar en formación.

Explicitemos ahora los supuestos en cuestión.

a) En nuestro país hoy se recrea la contradicción que remarcamos más arriba, adaptada a las actuales circunstancias. La imprevista aparición del kirchnerismo generó un proceso de hegemonización política de rasgos discordantes con los planteos del poder económico concentrado. Aquí no nos detendremos en los distintos momentos y avatares que van desde las concesiones y negociaciones hasta las fricciones y enfrentamientos del gobierno con dicho poder. Lo que nos interesa destacar es la tensión que se mantiene a pesar del apoyo electoral del 54% obtenido por Cristina. Está claro que los representantes del gran capital, «local» y extranjero, ven con malos ojos al kirchnerismo, mas eso no les impide hacer buenos negocios ni beneficiarse de la bonanza económica ligada a la gestión oficial. Pragmáticos, inescrupulosos y paladines de la «ética de la ganancia», hoy se avienen a dialogar con el gobierno asumiendo, desde la derecha, la vieja consigna de Perón, «desensillar hasta que aclare.»

El control del Estado como instrumento que balancee el poder económico concentrado, ha sido vital para el gobierno y ni qué decir si se propone «profundizar el modelo». «Profundización» que implica, antes o después, una disyuntiva ineludible: o se somete a los designios del establishment o recrudecerá el enfrentamiento. Máxime, si se produce una declinación económica que oxigene al alicaído mosaico político opositor y que, contradictoriamente, potencie la gravitación de la gran burguesía.

b) Como hemos planteado en otros trabajos [6], debido a la dinámica del proceso de acumulación capitalista que se refleja en la hegemonía de las grandes corporaciones en el mercado mundial, vemos escasas posibilidades para que prospere el neo desarrollismo a mediano y largo plazo. Sus expectativas resurgen dadas las actuales circunstancias que muestran en hibernación la viabilidad de proyectos revolucionarios al tiempo que el gobierno transita aquella senda cosechando hasta ahora buenos resultados. No obstante, pensamos que para llegar a un nivel que afiance la soberanía nacional a futuro, se precisa una cierta masa crítica de fuerza económica como apoyo de las decisiones de una política popular, masa crítica que, a nuestro entender, sólo alcanzaría Brasil aunque hoy esté maniatado por los grupos neoliberales que controlan su economía. Mientras que en la patria grande tendría que prosperar la movida regional en marcha, cosa difícil de lograr por la competencia de los capitales «locales» ávidos de mercados y por la oposición de las trasnacionales cuya gravitante y activa intervención atraviesa a nuestros países. [7]

Esa tendencia estructural puede ser contrarrestada por la lucha política en tanto tenga la capacidad de gestar y ampliar brechas a la dominación actual. Demás está decir que la participación popular para cualquier perspectiva de ese tipo es crucial. En este plano, el desafío tanto vale para los que impulsan las políticas estatales desde lo «nacional y popular», como para quienes sostenemos la necesidad de crear una nueva política anticapitalista y a distancia del Estado. Desafíos asociados a la cuestión de los tiempos que relativizan las sustantivas diferencias que presentan una y otra postura. Justamente, ambos rumbos presentan coincidencias y contradicciones que hacen a la problemática que tratamos en el punto siguiente.

c) En esta apertura de futuro incierto que se transita en Argentina y en buena parte de Latinoamérica, lo que abundan son las contradicciones. Y para evaluar la incidencia de los tiempos sobre las distintas perspectivas, consideremos en principio un período corto, el que abarca al segundo mandato de Cristina.

Esa delimitación se centra en nuestro país por lo que significa en el ámbito latinoamericano y porque nosotros somos parte de su historia. Luego, lo tomamos como parámetro testigo del proceso general en el que aparecen, con distinto rango y alcances, las dos orientaciones señaladas.

En el primer caso, este período será el terreno de prueba del proyecto actual del neo desarrollismo, del cual hemos mencionado sus principales líneas programáticas a comienzos de la página seis. Pues bien, llevarlas adelante siquiera en parte, será el mejor testimonio de su viabilidad. Y como ya emitimos nuestra opinión en el punto b) no abundaremos en ella pues nos interesa más vincularla a los desafíos que enfrenta nuestra concepción política. La misma es consustancial al fenómeno que ganó las calles en Argentina y alcanzó gran vitalidad en los sucesos de 2001/02 cuya marca perdura. Tanto ha trascendido que, salvando las distancias, hoy suele aparecer como referente en varias de las movilizaciones sociales que se desarrollan en EE.UU., Europa y el norte de África.

Reiteramos que tiene suma importancia ponderar que en una y otra opción gravitan de modo diferente los tiempos articulados en un punto permanentemente móvil, el presente. En éste se condensa la interpretación del pasado y las proyecciones a futuro que son objeto de apuestas políticas que se traducen en correspondientes prácticas.

Es evidente que una política a distancia del Estado como alternativa emancipatoria es algo inédito y de largo aliento. Y si bien los proyectos implican anticipación, para que se hagan realidad requieren principio de ejecución en el presente. Lo cual nos plantea este interrogante: ¿el gobierno kirchnerista, con sus logros parciales y las expectativas que genera, beneficia, perjudica o resulta indiferente a nuestra opción?

Nosotros pensamos que a pesar de las contradicciones que conlleva, favorece a nuestra perspectiva pues no creemos en aquello de «cuanto peor, mejor». Y más allá de los recurrentes inventarios «al gusto», la mejoría de las condiciones de vida de la población (contradicciones incluidas), la limitación de la violencia estatal (dictaduras dixit) y la condena al «discurso único», suponen un piso a compartir en el presente. Pero ese piso se hace jabonoso en cuanto se enfoca la metodología de construcción, los alcances de la «democracia realmente existente» con sus partidos, el carácter del Estado y la representación, el capital como motor de «desarrollo… En fin, esto que para nosotros constituyen presupuestos básicos, en modo alguno lo son para la sociedad en su conjunto, ni en nuestro país ni en ningún otro del mundo. Pero si esto no fuera así, carecería de sustento real la hegemonía mundial del capitalismo y la superación de este orden social estaría en vísperas de consumarse.

Aquí no trataremos esta problemática que hemos abordado en diversos trabajos. Sólo queremos contribuir a que se instale un debate profundo y productivo entre los partidarios de ambas opciones y, en particular, entre quienes propiciamos la segunda. Las tendencias a la fragmentación y la incapacidad dialógica parecieran endemias difíciles de erradicar, al menos para los argentinos. Una virtud es saber distinguir posibles aliados de verdaderos enemigos según las distintas coyunturas políticas. Y ésta es una época en que la hegemonía de «lo peor» del planeta, capaz de sobrevivir a cuanta crisis provoquen mientras no surjan alternativas que los vaya minando, reclama intercambiar ideas y experiencias para aunar esfuerzos y abrir surcos.

Para terminar, podemos resumir los desafíos apelando a dos categorías fundamentales: Capitalismo y Estado. Tan cierta es la dominación que engendra ese maridaje y su probable longevidad, como las reiteradas frustraciones de los intentos revolucionarios por la superación de ambos. Imaginar cambios «globales» hoy, además de inverosímil, adolece de ceguera frente las lecciones de la historia. Sin embargo, lo nuevo y promisorio brota en distintos y múltiples lugares. Las luchas avanzan, se estancan o retroceden según las circunstancias, pero no se detienen, porque este orden social depredador e injusto las provoca sistemáticamente. Cada fisura en el sistema que se logra en situación, son semillas de algo nuevo que está naciendo. Que se entrevere con luchas tradicionales e incluso que se combinen entre sí, es propio de épocas en las que, como decía Gramsci, lo nuevo no termina de nacer, ni lo viejo de morir.—–

Jorge Luis Cerletti

Noviembre 16 de 2011.

 

NOTAS:

[1] «…las riquezas en bienes y servicios generadas en un año en la economía mundial y el circuito monetarios era de un ratio 1 a 1. Había correspondencia entre la producción y la masa de recursos financieros. Con la desregulación financiera global y la cada vez más sofisticada ingeniería especulativa, esa relación se distanció en una proporción de 1 a 4 hasta el estallido de la presente crisis.» [Artº «Capital ficticio» de Alfredo Zaiat; Página 12 del 24/09/11]

[2] «Uno de los segmentos más complejos y de crecimiento vertiginoso del mercado es de los derivados, instrumentos de cobertura de riesgos, de apuestas a precios o tasas de interés futuros. En su inmensa mayoría se realizan con propósitos puramente especulativos y con un gran dosis del llamado «apalancamiento,…» [«El imperio de las finanzas» de Julio Sevares, pág. 13]  (…) « El apalancamiento consiste en hacer operaciones generalmente de alto riesgo y/o corto plazo con fondos prestados…. Es utilizado para financiar compras hostiles de empresas (no acordadas con los accionistas propietarios) o para operaciones a futuro sobre tipos de cambio, tasas de interés o cotizaciones de commodities. Este tipo de operaciones tuvo, en los últimos años, un enorme crecimiento.» [Ibid. pág. 155]

[3] «El valor fundamental de una acción es la suma actualizada de los dividendos futuros anticipados, valor que es difícil de prever por la incertidumbre que interviene en los dividendos. (…) Las Bolsas son mercados que sufren habitualmente el impacto de las expectativas de orden general , negativas o positivas, y el efecto manada…» [«El imperio de las finanzas»; Julio Sevares; págs. 117/118] 

«El desarrollo del capital accionario implica su socialización dentro de los límites del capitalismo. La condición que permite llevarlo a cabo es la existencia del mercado de valores que, al desarrollarse, consuma cada vez en mayor escala la contradicción entre la propiedad de las acciones y el control de la producción. Desaparece la dirección de la producción de manos de una gran parte de la clase capitalista y el proceso económico pasa a ser controlado por una verdadera oligarquía financiera que asienta su dominio en la posesión del `paquete´ accionario. La propiedad de las acciones y la dirección de la producción se divorcian para reaparecer unidos en un nivel mucho más alto. El propietario de las acciones se convierte en un simple prestamista atomizado por el mercado, mientras que el capitalista que ejerce la dirección de la producción suele ser también un prestamista, pero capaz de controlar un capital líquido tal que, a través de él, puede dominar la producción.» [«…ideas sobre el significado del capital accionario» de Carlos Favol, Revista Liberación del 07/12/62]

 

[4] La política neoliberal que se impuso en el mundo: «…dio lugar a la conformación de dos fracciones dentro del capital financiero: la que se especializó primordialmente en capital de préstamo y la que lo hizo en títulos de propiedad de las empresas.» (…) «…la disputa por la apropiación del excedente entre ellas está ligada a la evolución de la tasa de interés, porque mientras la poseedora de capital de préstamo impulsa un aumento de la misma, las instituciones financieras que predominantemente tienen títulos de propiedad, por el contrario, reclaman un reducido nivel del precio del dinero porque su incremento limita las utilidades percibidas por la empresas que controlan.» [«Sistema político y modelo de acumulación»; Eduardo Basualdo, página 21]

 

[5] «La Unión Europea (UE) analiza prohibir que las agencias de calificación de riesgo publiquen notas de países en crisis, dijo Financial Times Deutschland. (…) Los cambios permitirían a la Nueva Autoridad Busátil Europea (ESMA) `prohibir de forma provisoria´ a las agencias que publiquen informes sobre la solvencia de un país. La UE piensa en especial en países que estén negociando ayudas financieras del FMI o del Fondo Europeo de Estabilización Financiera. El fin es impedir que la calificación traiga `efectos negativos para la estabilidad financiera del país,´…» (Clarín del 21/10/11)

A propósito de la cuestión, consignamos otro despacho periodístico: «Donde también hubo revuelo ayer fue en Francia, país que tiene la mejor calificación posible (AAA). La agencia de riesgo Standard & Poors le rebajó la nota el jueves y luego se rectificó argumentando que había sido un `error técnico´. El ministro de finanzas francés,… exigió una investigación por parte de la autoridad europea de supervisión de los mercados financieros.» [Artº «Festejo por el ajuste», Página 12 del 12/11/11] 

[6] Ver mis ensayos: «Paradojas de nuestro tiempo» y «Utopía y política».

 

[7] » `Los tratados bilaterales de inversión (TBI) y la vigente ley de inversiones extranjeras dan total libertad en forma explícita a las multinacionales para remitir utilidades cuando quieran, como quieran, cuanto quieran. El Gobierno está atado de manos, por eso no puede apelar a la ley sino actuar con una lógica de intercambio de favores. Incluso las multinacionales podrían acudir al Ciadi´, dijo a Página 12 Andrés Asiaín, investigador del Cemop. Argentina firmó más de 50 TBI, cantidad muy alta comparada con otros países. `Restringen la soberanía del Estado´.» [Artº de Javier Lewkowicz, del 13/11/11]

«En 2009, el 55,4 % de las ventas totales de las 200 empresas de mayor tamaño del país corresponde a empresas extranjeras. Esto ha determinado un sensible aumento en la remisión de utilidades y dividendos al exterior. El flujo neto total de utilidades y dividendos pasó de representar 633 millones de dólares en 2003 a 7159 millones en 2010, monto que apunta a superarse este año. Suma que equivale a un tercio del total de la fuga registrada.» [Artº de Alfredo Zaiat, Página 12 del 13/11/11]