No es lo mismo el humo que el fuego o, al menos, no siempre fuego y humo se ven a la vez. Si las «subprimes» hipotecarias parecieron inicialmente el fuego, su limitado volumen hizo pensar después que las prácticas financieras fueron realmente el fuego de la crisis, y los bancos y el sistema financiero mundial […]
No es lo mismo el humo que el fuego o, al menos, no siempre fuego y humo se ven a la vez. Si las «subprimes» hipotecarias parecieron inicialmente el fuego, su limitado volumen hizo pensar después que las prácticas financieras fueron realmente el fuego de la crisis, y los bancos y el sistema financiero mundial los culpables. Más tarde se señalaron a las deudas de las administraciones públicas, pero está claro que no son la causa, en todo caso el humo del fuego. Si lo extendemos al conjunto del endeudamiento, seguimos dando vueltas a la culpabilidad del sistema financiero y podemos encontrar el chivo expiatorio en los bancos y cajas, incluso podemos poner nombres y apellidos a los acusados, ya que encima se han atribuido pagos, pensiones y otros regalitos desorbitados que incluso han permitido que no se protestara por el insultante indulto del Gobierno «socialista» a la mano derecha de Botin, presidente del Banco de Santander. Es ilustrativo el informe de Comisiones Obreras sobre la retribución escandalosa de la alta dirección en el sistema financiero español, salvo alguna excepción, y particularmente agravado en el caso de aquellas entidades que necesitan ayudas públicas.
Empieza a ser preocupante que señalemos que el humo viene de aquí o de allá sin saber muy bien de dónde viene. Si la crisis financiera no es más que un fenómeno de humo, de aquellos que, como cuando hay un incendio, se convierte en parte del problema a resolver. Pero no es el fuego, quizás estamos inmersos en una crisis de sobreproducción con lectura marxista, basada en un excedente de capacidad productiva hasta ahora disimulada por la sobreexcitación de la demanda mediante el endeudamiento, como en su día, el 6 de enero de 2010, señaló el nada marxista Patrick Artus en uno de sus Flash Économie publicado por el banco Natixis. Entonces, las medidas destinadas a deshacernos del humo no servirían de mucho, pues el fuego seguiría ardiendo y puede ser avivado por lo que hacemos para deshacernos del humo. En este sentido, se podría entender más la no cooperación entre los estados, pues es lícito que cada uno intente hacer funcionar su economía doméstica, que es donde la población se siente representada políticamente.
Fernando G. Jaén es Profesor Titular Departamento de Economía y Empresa UVIC
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