Traducido para Rebelión por Guillermo F. Parodi
La revista Época nº 706 trae un buen reportaje con el título «Los infiltrados de la dictadura». Antes de continuar resulta importante aclarar que el reportaje es bueno por el tema y por alguna verdad que deja escapar, a pesar de la línea editorial y la dirección de la revista. Como una de las verdades que deja escapar, el reportaje ofrece al público un breve perfil de cada uno de los cinco agentes del Centro de Información de la Marina, que se infiltraron en la resistencia a la dictadura.
Así pudimos conocer la identificación de los infiltrados Manoel Antonio Rodrigues, Gilberto de Oliveira Melo, Álvaro Bandarra, éste en la cúpula del PCB (Partido Comunista Brasilero, NdT.), de Maria Thereza Ribeiro da Silva, en el PCBR (Partido Comunista Brasilero Revolucionario, NdT.), y además de Vanderli Pinheiro dos Santos, ejecutor de su farsa de tal manera, que recibió de la Comisión de Amnistía, 234 mil reales y una pensión encima de los 3 mil por mes. Pero es claro, recibió y recibe porque alegó haber sufrido persecución y torturas, al requerir el beneficio a personas de buena fe de Amnistía. Si se hiciese una investigación rigurosa, se encontrarán también a otros en igual situación, pues la decencia es tierra extraña para bandidos y semejantes.
En el sentido de más arriba, el reportaje constituye un tanteo. Los agentes dobles, las infiltraciones en los partidos y movimientos clandestinos, cuyo mejor ejemplo es el señor cabo Anselmo, comienzan a aparecer. Ese es un terreno fértil para las sombras y traiciones, de las que el Brasil entero todavía conocerá mucho más , a partir de la apertura de los archivos y el trabajo de la Comisión de la Verdad. Sí, a partir de esas acciones es que hoy recibe los ataques de la ultraderecha y de la izquierda sectaria. Desde la derecha, por el conocimiento de lo que puede venir de la Comisión. De la ultraizquierda, por un deseo precoz de resultados, mientras que se ponen castigadores con los que juzgan vacilantes.
Importa ahora destacar en qué magnitud, por la orientación de la revista, se limitó la explotación de la mina encontrada de lucha e infamia. La magnitud del conflicto entre el reportaje, el mundo terrible que revela y la ideología de la empresa. Las que siguen son palabras del Director de Redacción de la revista Época, al tentar colocar una venda en los ojos del lector:
«En el reportaje queda claro cómo es imposible separar bandidos y buenos de modo categórico. Hubo, en ambos bandos, seres humanos movidos por miedos, angustias y tensiones -algunos de ellos capaces de todo tipo de acción, desde el asalto o ajusticiamiento hasta la tortura y ejecución. El reportero Leonel describe, especialmente, la realidad ambigua de aquellos que fueron infiltrados por los órganos de represión en los movimientos de izquierda. Descubrió dónde viven algunos hoy y, al conversar con ellos, testimonió cómo la dictadura marcó sus vidas.
Las historias narradas por el reportero revelan cómo es simplista la visión de aquellos defensores de la Comisión de la Verdad que intentan disfrazar su deseo de venganza con el ropaje más noble de la defensa de los derechos humanos… Porque , si hay algo esencial a decir respecto de aquel pasado, es que felizmente pasó.»
Si esas palabras no hubiesen limitado el pensamiento del reportero, habría oído a los heridos sobrevivientes de la delación, que hasta hoy están magullados en cuerpo y alma. Y escribir esto no es bosquejar una frase de retórica. Por ejemplo, debería haber oído a María do Carmo, compañera de Juarez, del VPR (Vanguardia Popular Revolucionaria, NdT.), que todavía sufre dolores atroces en el alma por haber sobrevivido a su compañero. En lugar de «la vida de los infiltrados estaba llena de miedo, duda y la tensión», como está en el reportaje, debería haber informado que la vida de los militantes socialistas estaba llena de continuo terror, tortura y asesinatos. Pero pese a todo continuaban, pues no podían dejar de creer en un Brasil fraterno.
En la editorial de la revista, son bien conocidas las manipulaciones mentales, las tácticas del discurso: se relativiza para nivelar a los ejecutores con los ejecutados, torturados y torturadores. Como paso siguiente se instaura el reino de los lobos que lamen cariñosos a las ovejas, de leones a los que las cebras tiran de los bigotes, porque todo lo sanguinario y feroz es pasado. Porque el pasado, como diría el Marqués de Maricá, el pasado pasó. Mientras que la realidad resiste a tan piadosos propósitos. Pregunten a todo el mundo civilizado sobre los crímenes de guerra nazis y diga a las «víctimas» vengativas que el pasado pasó. Y ni se precisa preguntar a los humillados y atropellados de oriente. Pregunten acá cerca en Argentina. Si la humanidad concordase en que el pasado pasó, podemos llamar a los compañeros de Fleury para una cena de confraternización, al son de «hoy es un nuevo día, un nuevo tiempo ha comenzado.»
Pero mientras ese futuro superficial no llegue, que venga y se profundice la acción de la Comisión de la Verdad. Urgente, ya.
Fuente: http://www.viomundo.com.br/politica/urariano-mota-os-perdoados-da-ditadura.html