Movimiento de Solidaridad Nuestra América (MSNA): ¿Qué diferencias observa usted entre las fuerzas de izquierda que en Nuestra América reciben distintos calificativos: «vieja izquierda», «izquierda revolucionaria», «nueva izquierda», etcétera? José Steinsleger: en noviembre de 1989, arrancaron los «120 días de Sodoma»: caída del muro de Berlín, invasión militar yanqui de Panamá, Nobel de la Paz […]
Movimiento de Solidaridad Nuestra América (MSNA): ¿Qué diferencias observa usted entre las fuerzas de izquierda que en Nuestra América reciben distintos calificativos: «vieja izquierda», «izquierda revolucionaria», «nueva izquierda», etcétera?
José Steinsleger: en noviembre de 1989, arrancaron los «120 días de Sodoma»: caída del muro de Berlín, invasión militar yanqui de Panamá, Nobel de la Paz al Dalai Lama, inicio de la disolución de la Unión Soviética y derrota electoral de los sandinistas. Hechos que coincidieron con el clímax del neoliberalismo en México, Argentina y Chile.
Las izquierdas cayeron en el catatonismo ideológico, y sintieron que algo muy denso y enredado implosionaba en sus filas. En la primera cumbre de presidentes y jefes de Estado «iberoamericanos» (Guadalajara, 1991), el rey Juan Carlos I anunció, metafóricamente, la reconquista española. Fidel Castro, manifestó entonces: «Pudimos serlo todo. Somos nada».
Al año siguiente, un grupo de militares patrióticos se alzó en Venezuela, y el primero de enero de 1994, cuando México ingresó al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, los indígenas chiapanecos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional ocuparon la legendaria ciudad de San Cristóbal de las Casas. Y, en paralelo, el fracaso del llamado «Consenso de Washington» mostraba las primeras fisuras, dando paso al dilatado período de estallidos sociales contra el capitalismo salvaje.
Las pobladas consiguieron derrocar a once presidentes elegidos: Brasil (1992), Venezuela (1993), tres en Ecuador (1997/ 2000/ 2005), Paraguay (1999), cuatro en Argentina (2001), y uno más en Bolivia (2003). Poco a poco, las izquierdas salieron del estado de shock y se volcaron a desentrañar «lo viejo» y «lo nuevo» de los insólitos acontecimientos. Todo se revisó.
MSNA: ¿»Todo» sería…?
JS : básicamente, el conjunto de las falsas dicotomías que se debatían en mesas de arena, con el suelo mojado: reformismo contra revolución, burguesía contra proletariado, lucha armada contra democracia. ¿Hasta dónde eran conceptos excluyentes?
En las narices de W. Bush, tres gobernantes reformistas sepultaron el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para «las Américas» en la IV Cumbre de las Américas (Mar del Plata, Argentina, noviembre 2005): Hugo Chávez era militar, Lula sindicalista y Néstor Kirchner, peronista. Momento de inflexión que sería mezquino relegar a otro episodio más de «los de arriba». Jugar con la cadena del tigre es fácil; azuzarlo con la vara corta peligroso. Se requieren domadores políticamente inteligentes y audaces.
MSNA: ¿Domadores de la izquierda institucional, alternativa, insurgente?
JS : Domadores de la izquierda política. Salvador Allende respetó las instituciones, estimuló los movimientos sociales, decretó reformas radicales en el régimen de la propiedad, y murió defendiendo la Constitución. ¿Su reformismo fue menos que la epopeya del Che? Pregunta tan ociosa como la manida frase de Mariátegui: el socialismo no debe ser calco y copia, sino creación heroica. Así es. Pero el gran peruano decía también que la historia es reformista a condición de que los revolucionarios operen como tales.
Ahí empiezan los tropiezos de las parejas en danza. Torpezas que remiten lo reformista a la claudicación, y lo revolucionario al «espíritu de acero». Las reformas de gobernantes como Jacobo Arbenz, Juan Domingo Perón, Juan Bosch, Joao Goulart, Juan José Torres, Jaime Roldós, Omar Torrijos fueron el pretexto para que las derechas no sólo los derrocaran. Goulart y Torres, murieron asesinados por el «Plan Cóndor», Roldós y Torrijos perecieron en misteriosos accidentes de aviación, y el democristiano Eduardo Frei Montalvo fue envenenado por el pinochetismo.
MSNA: ¿Reformismo o revolución?
JS : si la política vale por sus contenidos (y no por sus formas o declaraciones de fe), la izquierda sólo puede ser nacional y reformista. Y Espero que los libres de todo pecado no tomen esto como incitación al «nacionalismo» o el «reformismo». La revolución cubana empezó siendo reformista, y la agresión del imperio la obligó después a decretar medidas radicales.
A mediados del decenio de 1980, no pocas vertientes de la izquierda arrojaron la toalla y aceptaron el bulo «posmoderno» de las derechas: vaciar a la política de sentido por aquello de que con la «globalización» y las «geometrías ideológicas», había perdido su razón de ser.
En la actualidad, es raro encontrar derechistas que se asuman como tales. Se dicen «independientes», «de centroizquierda» o «de centro». En parte, las envalentona la nula peligrosidad de las izquierdas declarativas. Pero también es verdad que asumirse como revolucionario no nos convierte automáticamente en socialistas. Tanto las izquierdas «modernas» como las «no institucionales», son cara y cruz de la misma moneda: el oportunismo.
MSNA: Con el rechazo al ALCA surgió entonces «lo nuevo» de las izquierdas latinoamericanas .
JS : Marx decía que la historia no es más que la actividad humana persiguiendo sus propios fines. La lucha de nuestros pueblos nació de un doble parto: las rebeliones de indígenas y de negros y el alzamiento de los comuneros que, tras ser aplastados en Castilla (1521), emigraron a América y fundaron instituciones como el municipio. Ambas pusieron el cuerpo al feudalismo español. Y el ALCA, cuya primera reunión tuvo lugar en Miami capital latinoamericana del terrorismo y el crimen organizado (1994), no fue más que la puesta al día del Destino Manifiesto, la Doctrina Monroe , y el «panamericanismo» inventados por Washington desde su constitución como nación.
Con el «no al ALCA» nuestros pueblos retomaron la brújula perdida en 1830, cuando tras la disolución de la Gran Colombia, sobrevino el desquiciante período de luchas en las que, parafraseando al «Martín Fierro», los hermanos estuvimos desunidos y nos comieron los de afuera. De espaldas a sus sociedades, las oligarquías criollas fundaron Estados, copiándolos de la cartografía dibujada por las potencias imperialistas.
Curiosamente, «lo nuevo» de las izquierdas cuenta con medio milenio de existencia, y «lo viejo» apenas ha durado poco más de 70 años. Los tartufos que decretaron el «fin de la historia» y la «muerte de las ideologías», tuvieron su respuesta el 28 de febrero de 1989, día del «caracazo» y umbral de la revolución bolivariana.
MSNA: ¿Qué factores permiten calificar de izquierda a los movimientos populares?
JS: Los axiomas políticos que no delimitan sus alcances se rodean de horizontes artificiales que desaparecen frente a los primeros empellones de la realidad. Conviene no adelantarse a la síntesis. ¿Cuál es la máxima dosis de izquierda que puede tolerar una sociedad? ¿Cómo saber, de antemano, que el futuro será socialista?
No hace mucho, Fidel recordó una reflexión del bolchevique Nicolás Bujarin: en el fondo nadie sabe lo que es el socialismo. Con esto advirtió de que es imposible definir el socialismo de antemano. Pero induzcamos al consenso: con el Che volamos, con Allende soñamos, y con Fidel aterrizamos
MSNA: ¿Qué caracteriza al individuo de izquierda hoy?
JS: ¿Se refiere al intelectual o al militante? Hoy, sólo puedo responder por el primero. Para mí, el ser es antes que el pensar, la economía antes que la filosofía y la lucha de clases el motor del desarrollo histórico. Mire: durante años junté ensayos y artículos relacionados con la pregunta formulada. No bien encontraba la respuesta, la pregunta cambiaba. Antes los leía. Hoy los arrojo a la basura. La omnipresencia del verbo «deber» destaca por sobre cualquier otra premisa: «la izquierda debe…». Me pregunto si ya nació el izquierdista que haya logrado contener el uso abusivo de dicho verbo en sus textos y arengas.
Cuando oigo que estamos frente al inicio de un «nuevo ciclo del socialismo», me concedo el beneficio de la duda. ¿De cuál? El de los clásicos está escrito. ¿Se prefabrican otros? El ser de izquierda no comulga con utopías. Afrontemos la realidad: no se pudo revertir el capitalismo y el mundo se ha convertido en una olla gigantesca en la que hierven todas las formas de violencia. Apagar la hornalla sería un modo de retomar los ideales de izquierda, sin caer en las trampas de la paz a cualquier precio.
Hay que tomar la realidad en serio, a condición de no tomarnos demasiado en serio a nosotros mismos, pues de aquí a considerarnos imprescindibles o incomprendidos media un suspiro. A Lula le preguntaron: «¿es usted de izquierda?». Respuesta: «no, soy tornero mecánico». Cosa que me dio paz, pues el único título que poseo dice que soy técnico mecánico especializado en el diseño de matrices para motores de combustión interna. Ahora: no me pida que cambie un fusible porque ya me olvidé, y además tengo terror a la electricidad.
En 1980, los comunistas chinos dijeron que el error está en la izquierda. Pero no concluyeron que la derecha era el camino. Y a finales de 2006, Lula dijo que a cierta edad ya no se es de izquierda. Los intelectuales se treparon a la lámpara y armaron un quilombo de madres. ¿Lula dejaba, entonces, de ser izquierdista? Subrayemos lo que importa: el ser de izquierda no anda predicando a los cuatro vientos su identidad, ni se ahoga en un vaso de agua…o de palabras. A conciencia de sus limitaciones y condicionamientos, pelea por convicciones algo más que personales, mantiene a raya la incontinencia verbal, las imposturas que explican todo, a la hora de jugarse lo hace sin cálculo y con generosidad, y no evade el compromiso buscando la quinta pata al gato de la dialéctica.
Nos consuela imaginar que las izquierdas son solidarias y las derechas egoístas. Correcto: en las derechas, la solidaridad responde a intereses de clase. Sin embargo, las izquierdas no son por definición ajenas al sectarismo, el dogmatismo, el individualismo y el espíritu autoreferencial.
MSNA: ¿En qué momento se equivocan las izquierdas?
JS : cuando las ideas no cuadran con la realidad, aparecen los equívocos: procesos emancipadores que se miran por el ojo de la cerradura; creer que la unidad es amontonamiento; aspirar a que la realidad encaje a huevo con la teoría; conectar la reflexión a cables de alto voltaje ideológico; deshistorizar las luchas populares; disputar con hambre caníbal el canon de la revolución; olvidar que la agenda emancipadora de los intelectuales responde a plazos largos, y la de los pueblos tiene plazos cortos.
Y junto con los equívocos, los prejuicios: pensar que para ser revolucionario «se debe» ser marxista; el determinismo histórico; repetir cosas leídas al pie de la letra en textos pensados para épocas y realidades distintas de la propia; creer que la «unidad de la izquierda» antecede a la unidad de las fuerzas democráticas y antiimperialistas, etcétera.
Las izquierdas fallan cuando sus teorías son seducidas por el «teoricismo» y cierto pragmatismo que las conducen al oportunismo. ¿Hasta cuándo se confundirá ideología con política, pureza con firmeza, lo anhelado con lo real? Las izquierdas falsean sus horizontes libertarios cuando subestiman las volátiles formas del nacionalismo popular o se descalifican las potencialidades de un Estado porque «apenas es progresista», cuando se omite el legado de los que nos precedieron en estos afanes, y cuando se da por desaparecido el imperialismo yanqui por vaya a saber usted qué «diversificación del centro».
MSNA: ¿Cuáles son las dificultades que enfrentan las izquierdas para desarrollar sus estrategias emancipatorias?
JS : Las izquierdas han probado ser buenas en asuntos de solidaridad (ideología), denuncia (ética), diagnóstico (crítica), y notoriamente débiles en estrategia (política), reflexión (filosofía) y pragmatismo (economía). Limitaciones que conducen a las analogías forzadas, el reduccionismo, la descalificación de lo que se ignora, la ligereza en los juicios, y las arbitrariedades o la irracionalidad sin más, como ocurrió en la guerra civil española. Una guerra que venía de siglos de rencores y odios de clase soterrados, y mucho más trascendental para nuestra América que otros desgarramientos históricos.
Resulta increíble el desdén de las izquierdas por la guerra civil española. Pero bueno, también les vale la independencia de Haití (gran lección de marxismo antes de que Marx naciera), la gesta bolivariana y sanmartiniana, el genocidio y la destrucción del Paraguay (primera guerra imperialista de los tiempos modernos), la de Cuba por su independencia, las guerras sociales de Colombia y, nuevamente, el compromiso revolucionario de Cuba en Africa. No digo que desconozcan estos hechos. Digo que la polémica entre Lenin y Rosa de Luxemburgo, o la visita del intelectual marxista de moda en Europa o Estados Unidos, las mueve más que la historia de nuestros pueblos.
Las «viejas» izquierdas nunca han podido articular lo nacional con las teorías «universales» de importación. Las nefastas experiencias de los nacionalismos europeos (que nada tuvieron que ver con los nuestros), las lleva a despreciar lo nacional en desmedro de lo universal que circula frente a sus ojos. El ideologismo y el clasismo a ultranza las neutraliza y anula, impidiéndoles elaborar una estrategia propia. En lugar de ideas, mastican jeroglíficos. Como mucho, acompañan los procesos emancipadores. Pero subestiman sus potencialidades con sufrida displicencia intelectual.
Y todo eso, a despecho de la Segunda Declaración de La Habana que, asimismo, aplauden pero digieren mal: «Ya Martí, en 1895, señaló el peligro que se cernía sobre América y llamó al imperialismo por su nombre: imperialismo…. ¿Qué es la historia de Cuba sino la historia de América Latina?» (1962)
Sólo la autoridad moral de Fidel consiguió que algunos profesores del proletariado dejaran de mirar feo a Chávez. No obstante, persisten en fiscalizarlo «pour la gallerie«. No vaya a ser que el comandante olvide algún requisito del «buen revolucionario». A Evo Morales y Rafael Correa, los degradan a «estatistas» o «neodesarrollistas». Basta con revisar las páginas web de algunos medios «alternativos» de Argentina que califican la política económica de los Kirchner como «epifenómeno» de la impuesta por la dictadura cívicomilitar de Videla. Ni hablar de las que, a última hora, descubrieron el «sujeto» perdido de la revolución: el indigenismo redentor y portador de los secretos de la rebeldía mundial.
A inicios de 1990, los ideólogos neoliberales anunciaron la desaparición de la forma Estado-nación. Y los «globalizadores» de izquierda y derecha (un Toni Negri, un Francis Fukuyama), coincidieron en ignorar el nacionalismo agresivo de las potencias imperialistas, la creación de «republiquetas» de la OTAN en los Balcanes y las antiguas facturas pendientes en las repúblicas de la ex URSS. Por lo demás, la reasunción de la anfictionía bolivariana les ha merecido el más olímpico desprecio.
MSNA: ¿Cuáles serían los movimientos y partidos de izquierda existentes en Nuestra América?
JS : A 50 por país tendríamos, como mínimo, un millar de organizaciones. La síntesis de lo «macro» obliga a distinguir la histórica confrontación entre dos grandes campos: el nacional-popular y el liberal-conservador. En ambos, siempre hubo, como en el tango, «valores y doblez»: izquierdas y derechas, arribas y abajos. La coyuntura presenta cuatro sub-escenarios:
1) Sociedades dinámicas que consolidan sus conquistas revolucionarias (Cuba, Venezuela);
2) Procesos que impulsan mayor poder para sus pueblos (Bolivia, Ecuador, Argentina, Nicaragua y, posiblemente, Perú).
3) Movimientos populares que dan la pelea a pesar de los fuertes condicionamientos estructurales (Brasil, Uruguay, El Salvador, Paraguay).
4) Fuerzas políticas que encaran la represión abierta (Colombia, Honduras, Chile), o se debaten en condiciones ideológicas y organizativas muy precarias (México, Costa Rica, Panamá, Guatemala, República Dominicana).
MSNA: ¿Qué avances y retrocesos de las izquierdas se perciben en la actualidad?
JS: Las guerras del imperio en Asia central han colocado a nuestros pueblos en situación análoga a la del decenio 1935-1945, cuando dieron un salto de calidad. En todo caso, no pudimos evitar entonces que el imperialismo impusiera las siglas de la dominación: TIAR, OEA, FMI, etcétera, que sólo fueron rechazadas por Argentina, impulsora del «tercermundismo» pocos años antes de nacer el Movimiento de los Países No Alineados.
Hoy es distinto. Contamos con el MERCOSUR (1991), el ALBA (2004), la UNASUR (2007), y el ramillete de propuestas de integración y soberanía que empiezan a tomar color: Banco del Sur, Consejo Energético del Sur, Consejo de Defensa del Sur, Petrocaribe, Parlamento sudamericano.
Los intentos fallidos del golpismo oligárquico en Venezuela (2002) y Bolivia (2004) fueron conjurados por las movilizaciones populares y la solidaridad política subregional. En Argentina, la ofensiva «destituyente» del poder agrario (2008) no tuvo la solidaridad esperada. No obstante, el golpe en Honduras (2009), y el claro apoyo a la tenaz resistencia popular permitieron que, a la postre, el líder Manuel Zelaya retornara a su país.
De corte clásico, el golpe hondureño no fue tan sorpresivo que digamos. Pocos meses antes, al inaugurar la 39 reunión de cancilleres de la OEA en San Pedro Sula, y en clara referencia al bloqueo de Cuba, Zelaya dijo: «No podemos irnos de esta asamblea sin reparar la infamia contra un pueblo».
La eficaz intervención de la UNASUR durante el fallido golpe en Ecuador (2010), galvanizó la voluntad política subregional. Así como su rápida y eficaz intervención para contener las provocaciones del colombiano Alvaro Uribe (empecinado en declarar la guerra a Venezuela), y la pronta reacción frente a la crisis capitalista mundial en curso, revelaron que, por sobre las diferencias, nuestros pueblos exigen la unidad. La Comunidad de Estados Latinoamericana y Caribeños (CELAC), partirá de tales premisas. Se acabaron los iberoamericanismos y panamericanismos «made in USA».
MSNA: ¿Qué alternativas se visualizan para impulsar la creación de poder popular?
JS: Cuba perfecciona sus formas de poder popular y el sistema socialista. Venezuela cuenta con mejores condiciones que Bolivia, Ecuador y Nicaragua para impulsarlos. A pesar de las despiadadas críticas de las izquierdas sin pueblo, el peronismo ha sido un hueso duro de roer, y por causas similares a los del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, cuando algunos de sus dirigentes respaldaron la gestión de Lula.
En Chile, el potente movimiento estudiantil da que hablar. En México, sólo en las comunidades zapatistas existen formas de poder popular. En Perú, la gestión de Humala podría reanimar las formas de poder popular de otras épocas. Y atención a las movilizaciones juveniles en Puerto Rico.
La situación ideal no existe en ningún país, pero en todos hay rechazo al capitalismo salvaje. Las pretensiones de mayor poder popular obligan a sopesar, país por país, los estragos causados por un modelo de acumulación que no sólo ha sido económico. En 30 años, el neoliberalismo vejó la política, concentró la economía, alienó la educación, monopolizó la comunicación y traficó con la cultura de los pueblos, despojándolos de identidad. En todas las dimensiones de la existencia (hasta en el modo de comer, vestir, leer y relacionarse), la cultura neoliberal penetró de un modo muy profundo.
En ese sentido, cualquier política destinada a reactivar la economía con valor agregado, la redistribución del ingreso, el respeto a los pueblos originarios, el freno a los monopolios de la información y el terrorismo mediático, la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente, la atención a maestros, jubilados, mujeres y niños, merece ser apoyada, defendida y criticada sin mezquindad ideológica, y conjurando el maximalismo desestabilizador de ciertas izquierdas, al que las derechas dan cuerda con cara de «yo no fui».
La estrategia pensada por los libertadores de la primera hora continúa vigente: América para los americanos. Mas no la de Monroe y el norte «revuelto y brutal» que, al decir de Darío, dispersó «tantos vigores distintos». Sólo ganan batallas, los que están en ellas. Hay que actuar con imaginación, sin telarañas filosóficas, coartadas ideológicas y subterfugios políticos.
Los grandes acontecimientos suelen ocurrir de manera repentina, pero con señales que los anticipan. Y se incuban, maduran y eclosionan, como resultado de las condiciones que los tornan posibles.
* Entrevista aparecida en Ediciones del Movimiento de Solidaridad Nuestra América, pp. 64-75, México, octubre 2011
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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