El gobierno de Kiribati sabe que no tiene tiempo, o mejor dicho, comprende que le falta tiempo y recursos económicos para salvar su país. El mar se está tragando el territorio de sus 104 000 habitantes por la subida del nivel de agua impulsadas por el cambio climático. La República de Kiribati esta formada por […]
El gobierno de Kiribati sabe que no tiene tiempo, o mejor dicho, comprende que le falta tiempo y recursos económicos para salvar su país. El mar se está tragando el territorio de sus 104 000 habitantes por la subida del nivel de agua impulsadas por el cambio climático.
La República de Kiribati esta formada por 33 islas en el océano Pacífico, los grupos insulares de Gilbert y Fénix, ocho islas del grupo Line y la isla Ocean o Banaba donde radica la capital, Tarawa. En total tiene una extensión de 811 kilómetros cuadrados.
Durante una reciente transmisión radial y televisiva, Filimoni Fau, secretario de Tierras y Recursos Minerales, anunció que su país se encuentra en negociaciones para comprar una zona de 20 kilómetros cuadrados en Viti Levu, la mayor y más montañosa de las islas del archipiélago de Fiji, con el fin de trasladar, en un futuro, a la población de Kiribati.
Ya desde 1989 un informe sobre el nivel del mar realizado por las Naciones Unidas, reveló que Kiribati era uno de los países que podría desaparecer completamente bajo el mar.
En los últimos años, los expertos han insistido en esa posibilidad, mientras sus gobernantes se han lanzado a buscar soluciones, todas muy costosas, para una nación que solo depende de la llegada de algunos turistas y la venta de pescado y copra (masa de coco).
Entre estas aparecen la de construir, solo como una solución temporal, un muro en las costas de las islas más pobladas para amainar la subida del mar; otra parece de ciencia ficción: albergar a los habitantes sobre una gigantesca plataforma flotante como las usadas por las compañías petroleras.
Centenares de personas que vivían en zonas bajas costeras ya han emigrado hacia otros países y se han convertido en los primeros refugiados climáticos, (estatus reconocido por ONU) motivado por el calentamiento global.
El ministro Kau explicó que aun no se ha llegado a un acuerdo para adquirir los terrenos, por unos 10 millones de dólares, propiedad de un conjunto de iglesias en Fiji, distante a 2 250 kilómetros de Tarawa.
Por su parte, el presidente Anote Tong, explicó en otra transmisión radio televisiva que si al final se logra el acuerdo, la población no será trasladada de una sola vez, sino que primero se necesitará «encontrar empleos, no como refugiados sino como inmigrantes con habilidades que ofrecer, gente que tiene un lugar en la comunidad, personas que no sean vistas como ciudadanos de segunda».
Mientras las autoridades de Kiribati se devanan los sesos para tratar de resolver el grave problema, las noticias sobre el cambio climático a nivel mundial son cada vez más aterradoras.
Un estudio realizado por científicos del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) y del Departamento de Física de la Tierra II de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) publicado el pasado febrero en la revista Nature Climate Change, asegura que el casquete polar de Groenlandia es más vulnerable al calentamiento global de lo que se pensaba.
El artículo señala que el umbral de aumento del manto de hielo se sitúa entre 0,8 a 3,2 grados centígrados, con la mayor probabilidad estimada en 1,6 grados. Actualmente, el calentamiento global se sitúa ya en 0,8 grados por encima de los niveles preindustriales.
Alexander Robinson, investigador del Departamento de Física de la Tierra II y autor principal del estudio, explicó que el tiempo que transcurra antes de una pérdida sustancial del hielo de Groenlandia depende en gran medida del nivel de calentamiento que se alcance pues «cuanto más se supere el umbral, más rápido se fundirá el hielo».
Con los parámetros existentes de emisiones de gases de efecto invernadero, la humanidad se enfrenta a mediano-largo plazo al aumento de la temperatura mundial cercano a ocho grados centígrados que provocaría la pérdida de una quinta parte de la superficie helada de Groenlandia en los próximos 500 años y su desaparición total en 2 000 años.
Robinson aclara que aunque parezca bastante el tiempo, en comparación con lo ocurrido en la historia de la tierra, se debe considerar rápido y ya se esta rozando el umbral crítico.
En la Cumbre sobre el cambio Climático de Durban, Sudáfrica, efectuada en diciembre pasado, no se consiguió obtener un marco legal sólido para obligar a los grandes emisores a cumplir sus compromisos y dejó para la próxima Cumbre, que tendrá lugar en Catar, en noviembre de 2013, la discusión sobre recortes de emisiones más ambiciosos.
Ese posible acuerdo, deberá ser adoptado en 2015 y entrar en vigor en 2020, y será conocido como un segundo periodo del Protocolo de Kyoto, que expira en 2012 y que ahora se prolongará hasta 2017 o 2020.
En Durban organizaciones ecologistas como Oxfam Irtermon y delegaciones de países en desarrollo criticaron la falta de un acuerdo sobre el tema, lo cual «tendrá dolorosas consecuencias para los pobres del mundo entero pues un aumento de la temperatura de cuatro grados centígrados supondrá la destrucción total para los pobres agricultores que sufrirán más hambre y pobreza».
También esa cita dejó para Catar la captación del dinero necesario para nutrir el Fondo Verde para el Clima, que en 2020 debe proporcionar a los países más desfavorecidos, 100 000 millones de dólares anuales para hacer frente a los estragos. Pero todo ha quedado en el aire.
Mientras se prorrogan las medidas objetivas por parte de las naciones desarrolladas para detener el cambio climático, los desastres proliferan por toda la tierra: crecen los desiertos, se reduce la superficie cultivable en el planeta, escasean y aumentan los precios de los alimentos, se expanden las enfermedades, suben los índices de pobreza.
En un documental con argumentos científicos irrebatibles, el francés Yann Arthus-Bertrand señala que como Groenlandia se calienta rápidamente, el agua dulce de todo un continente fluye hacia el agua salada de los océanos. Su superficie contiene el 20 % de toda el agua dulce del planeta. Si se derrite el nivel del mar va a subir cerca de siete metros.
Docenas de islas y millones de kilómetros cuadrados de litorales están amenazados de quedar sepultados bajo las aguas.
El Efecto Invernadero es un fenómeno atmosférico natural que permite mantener la temperatura del planeta al retener parte de la energía proveniente del sol. El aumento de la concentración de dióxido de carbono proveniente del uso de combustibles fósiles, ha provocado la intensificación del fenómeno y consecuente aumento de la temperatura global, derritiendo los hielos polares y aumentando el nivel de los océanos.
Además, el hielo refleja una gran parte de la radiación solar hacia el espacio. Cuando el área cubierta por el hielo disminuye, más radiación es absorbida y se suma al calentamiento regional.
La actividad humana entre las que se destacan las industrias, calefacción, desfoliación, agricultura y transporte son causas principales del crecimiento de los gases invernadero (motivado en gran medida por el dióxido de carbono).
No solo las autoridades y los habitantes de Kiribati estan en la incertidumbre de perder sus hogares y hasta la patria, sino que también lo acompañan en esa tragedia sus similares de Islas Marshall, Tuvalu, Cocos, Tokelau, Nauru y otras en diferentes mares y océanos.
Hoy más que nunca, se necesitan poner en acción las palabras pronunciadas por el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro cuando en 1992, en la Cumbre sobre Medio Ambiente y Desarrollo realizada en Río de Janeiro señaló. «Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo». Seamos sensatos.
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