Jamaica, isla y nación caribeña de lengua inglesa, con una población de 2,9 millones de personas, puede parecer a varios mundos de distancia de Europa. La renta per cápita del país, de 9.000 dólares, lo sitúa en el puesto 88 de todo el mundo, comparado con los países de la Eurozona, que son tres o […]
Jamaica, isla y nación caribeña de lengua inglesa, con una población de 2,9 millones de personas, puede parecer a varios mundos de distancia de Europa. La renta per cápita del país, de 9.000 dólares, lo sitúa en el puesto 88 de todo el mundo, comparado con los países de la Eurozona, que son tres o cuatro veces más ricos. Pero se enfrentan a un problema común, y aunque no es probable que ninguno de los países de la Eurozona llegue a ser tan pobre como es hoy Jamaica, podrían fácilmente -de seguir avanzando- remedar la sombría ejecutoria económica que ha sufrido Jamaica en los últimos 20 años.
Jamaica tiene la mayor carga de deuda pública del mundo: el pago de los intereses de la deuda del Estado se cifra en un 10% de la renta nacional del país. (En comparación Grecia -con la peor carga de deuda de Europa- está pagando el 6,8% del PIB en intereses). Eso deja poco espacio a la inversión pública en infraestructuras, o a la mejora de la educación y la salud. Como resultado en parte de esta trampa de la deuda, la renta por persona de Jamaica ha crecido tan sólo en un 0,7% anual en los últimos 20 años.
Hace dos años, Jamaica llegó a un acuerdo con sus acreedores, en el que medió el FMI, que restructuraba su deuda. Se rebajó el pago de los intereses y se impulsaron algunos pagos del principal. Pero el gravamen de la deuda seguía siendo insostenible. Según las actuales proyecciones del FMI, la deuda de Jamaica llegará al 153% del PIB en sólo tres años.
¿Les suena familiar? Es lo que le sucedió a Grecia hace sólo cuatro meses. El gobierno griego alcanzó un acuerdo con las autoridades europeas (la Troika del Banco Central Europeo o BCE, la Comisión Europea y el FMI) que reducía su deuda. Al contrario que en Jamaica, los inversores privados en cuyas manos está la deuda griega aceptaron un «corte de pelo», perdiendo en torno a la mitad del principal.
Pero, con todo, no bastaba. Antes de que se hubiera secado la tinta del acuerdo, la estimación del FMI de que avanzase un «escenario pesimista» mostró que la deuda griega alcanzaría más del 160% del PIB en 2020. Puesto que las proyecciones del FMI respecto a Grecia se han demostrado excesivamente optimistas, y con Europa deslizándose aun más en la recesión, el escenario pesimista es el más probable. Esto significa que aun cuando los griegos terminen eligiendo un gobierno que acepte el acuerdo -en modo alguno garantizado- es probable que su economía se arrastre de una crisis a la siguiente hasta que se produzca otra restructuración o una caótica suspensión de pagos.
Lo mismo en Grecia que en Jamaica, el problema no es sólo la deuda misma; lo son aun más las medidas políticas que los acreedores exigen que acompañen a nuevos préstamos. En Grecia esto llega al extremo: la Troika insistió en que Grecia recortara el 8,6% del PIB de su déficit fiscal en los dos últimos años, el equivalente de que los Estados Unidos eliminaran todo su déficit presupuestario de 1,3 billones de dólares. Naturalmente, la economía cayó en picado. También en Jamaica, el FMI añadió durante la crisis económica de 2008-2009 condiciones que empeoraron el descenso del país.
El problema de Europa con esas dañinas políticas anejas a los préstamos oficiales no se limita a Grecia. Un titular reciente de Dow Jones refleja la triste historia de Portugal en una frase: «UE: Portugal precisará de mayor austeridad para cumplir los objetivos de déficit.» Si, la Comisión Europea quiere que Portugal realice mayores recortes presupuestarios, debido a que los ya realizados han contraído tanto la economía que no bastarán para el objetivo del ratio déficit-PIB. La contracción prevista de la economía para este año se encuentra en un doloroso 3,3% y el desempleo oficial ha aumentado de un 12,9% el año pasado a un 15,3% en éste. Irlanda se encuentra en recesión, sin embargo también se ha comprometido a disciplinar enormemente su presupuesto.
España todavía no ha tenido que solicitar préstamos a la Troika, pero ha seguido las mismas medidas políticas. Con la mitad de sus jóvenes consumiéndose en el paro, el disciplinamiento fiscal de España -de acuerdo con las proyecciones del gobierno- quitará un 2,6% a su crecimiento económico este año.
Por supuesto hay muchas diferencias importantes entre la situación de los países de la Eurozona y Jamaica, así como entre los propios países de la Eurozona. Jamaica necesita que cancelen su deuda; algunos países de la zona euro con problemas -por ejemplo, España- tendrían una carga de la deuda sostenible simplemente con que el BCE interviniera en el mercado de bonos soberanos y garantizase una baja tasa de interés sobre sus bonos. Y el BCE, como emisor de una divisa fuerte en una zona monetaria sin grave amenaza inflacionaria, dispone de mucho margen de maniobra para hacer lo que sea preciso con el fin de asegurarse de que la totalidad de los países de la Eurozona tengan costes de préstamos bajos y, por tanto, una deuda sostenible.
Pero el BCE se ha negado a hacer uso de sus poderes para poner fin a la crisis de la deuda soberana, prefiriendo en cambio -mano a mano con el resto de la Troika- explotarla con el fin de forzar cambios políticos impopulares en los países de la Eurozona, sobre todo en los más débiles. Al actuar de este modo, está condenando a estos países al estancamiento de elevado desempleo y lento crecimiento que ha sufrido Jamaica en las últimas dos décadas. Aunque los costes humanos sean mucho mayores en un país en vías de desarrollo como Jamaica, aun así esto entraña una ingente cantidad de innecesario sufrimiento a ambos lados del Atlántico.
Mark Weisbrot es codirector, junto a Dean Baker, del Center for Economic and Policy Research de Washington, D.C. Doctorado en economía por la Universidad de Michigan, ha escrito numerosos trabajos sobre política económica, centrándose especiamente en Latinoamérica y la política económica internacional. Es autor, con Baker, de Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000). Colaborador ocasional de The New York Times, The Washington Post y Los Angeles Times, y regularmente de The Guardian y Folha de Sao Paulo, el mayor diario brasileño, a través de McClatchy-Tribune Information Services sus artículos se difunden en más de 550 periódicos. Preside además Just Foreign Policy, una organización independiente que intenta reformar la política exterior norteamericana.
Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4977
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