1 Todas las estupideces que se han dicho, con desvergonzado propósito necrofílico, acerca de que Hugo Chávez no se inscribiera como candidato presidencial, se desplomarán hoy −como siempre ocurre con las especulaciones que se tejen en torno al personaje− cuando lo haga ante el CNE. Cuando uno escucha las especulaciones, difundidas por los medios, de […]
1 Todas las estupideces que se han dicho, con desvergonzado propósito necrofílico, acerca de que Hugo Chávez no se inscribiera como candidato presidencial, se desplomarán hoy −como siempre ocurre con las especulaciones que se tejen en torno al personaje− cuando lo haga ante el CNE. Cuando uno escucha las especulaciones, difundidas por los medios, de politólogos, analistas y demás yerbas sobre el estado de salud del Presidente, los partes médicos inmorales que sostienen que camina con bastón o anda en silla de ruedas, o la grotesca afirmación −como siempre, de «fuente cercana al paciente»− de un periodista norteamericano que le da, como máximo, dos meses de vida, la verdad es que no sabe si lamentarse o reír ante tanta miseria humana. Pero lo que en definitiva cuenta en esta pequeña historia de infamias es que Chávez, una vez más, deja mal parados a sus enemigos al inscribirse, seguro que en olor de multitud, con la firme disposición de vencer en los comicios del 7 de octubre. Capriles también lo hizo ayer, con lo cual todo está listo para el arranque de esta atípica campaña electoral.
2 ¿A qué aspiramos los venezolanos de esta competencia? En primer término, que la campaña se desarrolle pacíficamente. Que se excluya la violencia, física o verbal. El pueblo se resiste a la violencia. La rechaza y, por tanto, quienes compiten deben tener la certeza de que la violencia no da votos. Dada la madurez lograda por los venezolanos a lo largo de los múltiples eventos electorales efectuados durante los 13 años de gobierno bolivariano, se impone que la contienda transcurra en un ambiente descontaminado de agresiones y de elementos que estimulen irracionales enfrentamientos.
3 Existe otro aspecto en el actual proceso electoral. Debido a que se plantea un dilema entre dos proyectos, es básico el respeto al árbitro, al CNE. Cualquier campaña tendente a cuestionar su rol, a socavar su autoridad, estimula la desestabilización y revierte contra la posibilidad de que Venezuela potencie la opción cívica y deseche los atajos. Para eso, es indispensable que las partes que compiten siembren confianza en los electores. Que estos puedan votar con la seguridad de que no habrá trampa, que la institucionalidad funcionará y que el fantasma del fraude no existe. ¿Qué se requiere? Algo elemental: que los candidatos, y las fuerzas políticas y sociales que los apoyan, declaren que respetarán el resultado producto del voto del pueblo, procesado por el CNE. Si hay evasivas al respecto, si hay ambigüedad, las puertas se abrirán a los aventureros.
4 El candidato presidencial Hugo Chávez lo confirma a cada momento de manera inequívoca. Igual el Psuv, el Gran Polo Patriótico y los movimientos sociales que lo apoyan. En cambio, el candidato Henrique Capriles elude la respuesta, lo mismo que los partidos agrupados en la MUD y medios de comunicación que le sirven de voceros. Por el contrario, lo que priva en ese sector es una actitud sospechosa respecto a su reacción en caso de derrota. De ahí que no es aventurado decir que lo que viene es impredecible, mientras exista la duda sobre lo que hará la oposición si no es favorecida con el voto popular. La conjetura que circula, de que el argumento del fraude sería utilizado, cobra cuerpo y comienza a envenenar el ambiente. ¿Qué hacer? Lo que tiene lógica: que el país emplace a los candidatos a suscribir un acuerdo de respeto al resultado electoral del 7−O, cualquiera sea este. No hay otra manera de atajar la amenaza. De impedir que la propia oposición caiga otra vez en la trampa de apostar a la desestabilización creyendo que las condiciones están dadas. Ojalá que los sectores democráticos que hay en su seno reaccionen sin temor al chantaje e impidan otra aventura.