El domingo 22 de julio cierta web «informativa» de línea militantemente antichavista publicó un par de fotografías de María Gabriela, la hija del comandante Chávez, maniobrando un teléfono celular durante una caravana en el estado Zulia. La leyenda, insidiosa, se detiene en la combinación elegida por María para adornar sus uñas: amarillo y morado. A […]
La leyenda, insidiosa, se detiene en la combinación elegida por María para adornar sus uñas: amarillo y morado. A juicio de la web, se trata de «unas uñas muy sicodélicas e imperialistas», que usan «muchas chicas» en Venezuela «porque ya es una moda… aunque no es una tendencia socialista».
Se lo leí a Sandra Mikele, que está por cumplir los doce. Le mostré las fotografías. Sonrió e hizo un gesto de desaprobación. A su juicio, el asunto «no tiene nada que ver con política» y calificó la leyenda de «pura estupidez». Son «uñas con estilo que puede usar cualquier persona en este mundo», me dijo, y además me explicó que la persona que redactó la nota está completamente desfasada, porque esos colores se están usando «desde el año pasado». Ella misma tiene varios colores: fucsia, verde, azul, morado, anaranjado, rosado claro. Hizo la salvedad de que no tiene amarillo.
Sin duda que una nota tal puede valorarse de muchas maneras, y no sólo como un buen ejemplo de «pura estupidez». Más aún, es mucho lo que pudiera desgranarse sobre las webs venezolanas que deben apelar a Kim Kardashian para atraer público .
La pregunta es: ¿qué tribulaciones de ánimo o cuáles prejuicios son los que llevan a alguien a opinar que la hija del Presidente no puede llevar uñas «sicodélicas e imperialistas»? ¿De cuándo acá los colores vivos o metálicos son atributos o signos distintivos del imperialismo? Rayemos en el absurdo: ¿existen uñas imperialistas o socialistas?
Necedad aparte, lo que parece claro es que no se trata sólo de una cuestión estética. Entre la nota, que también cuestiona la marca del celular que usa María Gabriela, y la improbable intención de denunciar el afán de ostentación de la hija de Chávez, media un abismo.
Lo que se enjuicia, en general, es al chavismo y su «doble discurso». Doble discurso que consistiría en ser portavoces y adalides de la barbarie (de la privación, de la ignorancia, es decir, del socialismo), pero débiles ante los encantos de la civilización, que se asimila con la abundancia, con la distopía del mercado infinito.
Según tal razonamiento, Sandra Mikele, hija de chavista, es por tanto hija de la barbarie, y mal pudiera aspirar no sólo al amarillo que no tiene, sino a cualquier otro color. Tendría que conformarse con la mediocridad grisácea de una vida sin futuro, con malas versiones de lo «bueno».
Después de todo, es difícil no sentir pena por aquellos que, acicateados por la ignorancia y el miedo, con alma esclava de consumidores mucho más que ciudadanos, jamás sabrán cuánto de color hay en el chavismo. Y de sabor.
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