Faltan unos pocos días para las elecciones presidenciales en Venezuela, pero en España todos los grandes medios (televisión, prensa y radio) han votado ya. Llevaban tantos meses de campaña en contra del presidente Hugo Chávez que no han podido aguantar más. De lo que se trata ahora es de confundir al electorado venezolano mediante un […]
Faltan unos pocos días para las elecciones presidenciales en Venezuela, pero en España todos los grandes medios (televisión, prensa y radio) han votado ya. Llevaban tantos meses de campaña en contra del presidente Hugo Chávez que no han podido aguantar más. De lo que se trata ahora es de confundir al electorado venezolano mediante un tsunami de mentiras que desde la península ibérica multiplique su efecto destructor al llegar a la patria de Bolívar. Por razones laborales y personales me he retrasado más de la cuenta en expresar yo también mi voto como ciudadano europeo solidario con América Latina y sus luchas populares, al margen de la manipulación de las grandes empresas periodísticas.
La unanimidad es casi absoluta entre esos medios al rechazar la política de Chávez tanto en el plano nacional como en el internacional. Desde el monárquico ABC (sí, el mismo que aplaudió en su histórica portada la destrucción fascista del Palacio de la Moneda y la muerte del presidente chileno Salvador Allende) hasta el diario global (cada día más atlantista y agresivo contra los gobiernos populares de América Latina) pasando por el derechista El Mundo y acabando por el neofranquista La Razón. La excepción, digna de elogio, se debe a la 2 de TVE que el pasado fin de semana emitió el documental «Al Sur de la frontera» dirigido por el cineasta estadounidense Oliver Stone y donde se traza sine ira et odio un perfil veraz del dirigente venezolano. Escuchar por la pequeña pantalla las palabras de Evo Morales, Rafael Correa, Lula da Silva, Néstor Kirchner y Raúl Castro, entre otros, nos resultaba a los teleespectadores españoles más raro que encontrar en nuestros parques un mirlo blanco.
Los mismos medios que patrocinaron la candidatura presidencial de la Miss Universo Irene Sáez (residente desde hace años en Florida, vertedero donde confluyen en estrecha alianza viejos tiranos, empresarios corruptos y sempiternos mafiosos), los mismos medios que apoyaron sin disimulo el golpe de estado de 2002 contra el presidente constitucional Hugo Chávez, los mismos medios que celebraron el posterior bloqueo de la producción petrolera y la huelga salvaje de PDVSA, vaticinan ahora ─ aunque sin acabar de creérselo ellos mismos─ que el líder bolivariano flaquea ante una marioneta pilotada a distancia por el imperio y sus acólitos de la oligarquía criolla siempre dispuestos a hundir el país con tal de salvar los privilegios de su casta.
Las razones brillan por su ausencia a la hora de apoyar al escuálido candidato del conglomerado de la derecha. Poco falta para pintar a un personaje tan inconsistente como Capriles como la encarnación del Bien en suelo americano. El mismo tipo que llegó a participar el año 2002 en el asalto a la embajada de Cuba en Caracas demostrando así su catadura política y moral, es pintado ahora como un hombre de diálogo y un sosegado estadista preocupado por las clases populares. Hasta dicen que dijo que se va a atrever a criticar a los Estados Unidos… ¡Qué barbaridad, qué atrevimiento de cara a la galería! Quevedo debía estar pensando en Capriles cuando escribió: Palabras sin verdad, paja sin grano (Sentencia 746).
Chávez: una lucha incansable por la paz y la cooperación internacional
La elección presidencial tiene como eje central la política nacional que proponen al electorado los diversos candidatos. Aquí Chávez pisa firme porque gracias a la revolución democrática que encabeza, los intereses de las clases populares priman en la dirección del estado venezolano. Recuerdo cómo se reían de él los neoliberales de turno a uno y otro lado del Atlántico por el «despilfarro» que puso en marcha de los ingresos petroleros en beneficio del pueblo. ¿A quién se le ocurría invertir en escuelas, centros sanitarios, transporte público y servicios sociales para mejorar la vida de unos despreciados seres, condenados a la pobreza y a la marginación no sólo en el campo sino incluso en los populosos cerros que rodean Caracas? Para las élites polìticas y económicas que gobernaban el país como su finca particular esas clases subalternas no tenían el derecho de ciudadanía. Ésa ha sido la primera conquista bolivariana: la recuperación de la dignidad como pueblo.
Por otra parte, un gran partido de masas y de izquierda, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) articula la vanguardia política y enraiza con firmeza el proyecto bolivariano en la sociedad.
Pero nos equivocaríamos si redujéramos al ámbito nacional el papel de Chávez. Impulsor del proceso de integración latinoamericano, contribuyó a la creación de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA), integró a Venezuela en el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y ha defendido con energía el orden constitucional de los países que sufrieron los ataques del golpismo (Bolivia, Ecuador, Honduras, Paraguay). Debe subrayarse su prudencia como jefe de estado en los duros y peligrosos años en que ejerció como presidente de Colombia el belicista Álvaro Uribe. Una guerra entre ambos países hermanos a partir de la estrategia diseñada por algunos estrategas del Pentágo hubiera sido destructiva para todo el subcontinente. Su papel paciente entonces en momentos de alta tensión y su estrecha colaboración ahora en el diálogo del gobierno de Colombia con las FARC nos muestran un dirigente que sabe asumir su responsabilidad en un futuro de paz para la región. Deseamos una rápida recuperación del presidente de Colombia Juan Manuel Santos con la esperanza de que, con energías renovadas, impulse el proceso de paz iniciado.
Más allá de las fronteras de América, Hugo Chávez revitalizó la OPEP, adormecida por las petromonarquías del Golfo. Con una firmeza que hemos echado en falta por parte de los gobernantes árabes, ha liderado la protesta internacional contra las invasiones de Iraq, Afganistán y Gaza en el pasado y más recientemente contra los bombardeos de la OTAN en Libia y la agresión permanente que sufre Siria por los «amigos de Occidente» y los sátrapas del Golfo. No es extraño que esa solidaridad haya traído consigo un insólito prestigio entre los ciudadanos árabes de los más alejados países.
En el renacer del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) la participación de Venezuela es también decisiva. La XVI Cumbre Internacional que acaba de celebrarse en Teherán ha incorporado a su dirección colectiva a un gran país islámico como Irán, siempre activo en su lucha antiimperialista y en el ojo del huracán de la agresión por parte del gobierno sionista y su protector estadounidense.
El rechazo a la guerra como instrumento de dominio neocolonial, el respeto al principio de no intervención, la desactivación de los focos de conflicto mediante la negociación, el fomento del comercio internacional sobre la base del mutuo beneficio y la democratización del Consejo de Seguridad de la ONU constituyen la línea de fondo que guía la actuación internacional del gobierno bolivariano. Podría considerarse como fundamento de ella este triple principio: contra el dominio de un poder imperial unilateral, por la paz en las relaciones internacionales y hacia la integración de América Latina.
Europa, mientras tanto, dirigida por los banqueros alemanes, los tecnócratas de Bruselas y el infame trío del neoliberalismo rampante (Fondo Monetario Internacional, Banco Central Europeo y Comisión Europea) sigue como perrillo faldero la política militar de la OTAN al tiempo que pisotea los derechos sociales de sus ciudadanos del Sur en beneficio de los culpables de la crisis. Cuán lejos estamos de la política de bienestar social y de coexistencia pacífica entre bloques defendida por el general De Gaulle, el mariscal Tito, Willy Brandt, Nikita Kruschev y Aldo Moro, entre otros. En el viejo continente cada día se liquida lo público desde las cámaras de diputados y las sedes de los gobiernos títeres que, sometidos al poder omnímodo del capital financiero, aparentan decidir algo.
Los griegos ─ que nos enseñaron hace siglos que la política es lo público y que esto es divino [1] ─ son hundidos en la miseria desde hace varios años por un puñado de politicastros, en Italia dirige el gobierno un banquero que no se presentó a elecciones, los portugueses se han plantado para evitar volver a los tiempos del hambre salazarista, en España gobierna un partido conservador que, siguiendo la huella del PSOE, aplica lo contrario de lo que prometió en campaña. A esta porquería llaman «democracia». A veces, hasta reconozco su punto cómico en esta farsa: los mismos medios que elogian con la boca chica una monarquía hereditaria impuesta por Franco insultan a un presidente constitucional como Hugo Chávez que se ha sometido a más elecciones que nadie dentro y fuera de América, incluido un referendum revocatorio.
Por eso, yo votaría a favor de Chávez, si fuera venezolano. Como español y europeo solidario con América Latina, deseo lo mejor para ese gran país hermano. No olvido, sin embargo, que ninguna conquista política puede permanecer en pie sin el aliento del pueblo: esa confianza en la participación democrática de las clases populares hará posible una nueva victoria del candidato bolivariano.
[1] Hasta Santo Tomás de Aquino estaba convencido de ello cuando en su Exposición de la Política de Aristóteles hizo esta afirmación que hoy rechazaría como políticamente incorrecta cuakquiera de los neoliberales católicos: «El bien común es mejor y más divino que el bien particular».